No se cancela la boda; No se cancela el amor | En físico

Herencia, hogar & milagro.

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Años después.

Evia se recostó del asiento después de haber recogido los reportes presentados en la Junta, habiendo sido algo agotador el recibir tanta información.

Si bien no estaba desconectada de su trabajo, los cambios en su vida habían sido significativos para todo el proceso de su memoria.

A veces no recordaba algunas cosas o en todo caso, las tenía que anotar para no olvidar lo que requería su atención en esos instantes.

Por lo mismo, Rita había pasado a ser su asistente, la mano derecha que le pasaba los recados e informaciones, además de quien tomaba algunas decisiones, después de consultar con ella.

Su vida como madre, había limitado el tiempo que pasaba allí, aunque no dejó de lado la oportunidad para hacer algunos cambios en la empresa, lo que la llevó a expandirse al punto de aceptar a unos socios que quisieron invertir y trabajar a su lado, sin estar en desacuerdo por su resolución a la hora de cambiar el nombre de la empresa.

La misma, ya no era E. Hudson, desing interiors 《E. Hudson, diseño de interiores》, ahora se había convertido en Hudson & Family, design interiors《Hudson & Familia, diseño de interiores》 una extensión de lo que eran y de su prioridad.

Por lo mismo, esas Juntas para estar al tanto de todo lo que se había trabajado y lo que se encontraba en plan, eran agotadoras, igual que el malestar estomacal que sentía, pidiendo a su asistente que le llevara algo para la incomodidad.

Cerró los ojos allí, pero el sonido de la puerta abriéndose la despertó.

No era ninguno de sus hijos pasando, ni su esposo haciendo una visita sorpresa, pero sí se trataba de alguien a quien estuvo ignorando desde la intervención en la clínica por la pérdida de su bebé, puesta de pie al recibirlo, mientras tomaba de Rita la taza con el té.

—Veo que has hecho algunos cambios por aquí—liberó, observando esa sala que ya no era su oficina como jefa principal.

—Ya no soy la única jefa—enunció, cruzando sus brazos en lo que él dejaba la taza sobre la mesa de cristal.

—Evia, sé que hace tiempo debí...—bajó un poco la cabeza, pasando el dedo por el vidrio—, ser diferente contigo; ser más un padre comprensivo ante la responsabilidad que tenía contigo, pero...

—No fue así—completó—. Me lastimaste y me dejaste sola cuando más te necesitaba—inhaló, pasando las manos por su mejilla al querer golpearse por ser tan sensible.

No entendía porqué estaba llorando, aunque, para ser sincera, todo eso la tomaba por sorpresa.

—En mi defensa, no quisiste hacerme caso—asintió, descansando en la silla para verlo desde ahí.

—No significa que no confiaba en ti, solo quería descubrir de qué era capaz, a qué me enfrentaba, cómo era el mundo sin esa jaula de cristal en la que siempre estuve porque mis padres se fueron antes de verme crecer—acotó—. Y necesitaba un amigo a mi lado, un padre, un asesor; todo lo que eras para mí desde que supe que velabas por mi bienestar, Frank.

—Fui todo eso para ti, Evia.

—Hasta que no te hice caso—afirmó—. Hasta que hice mi elección.

—Y yo tenía razón—Evia negó, sacudida al inclinarse, limpiando su rostro y mejillas.

—Pero ese no es el punto—fijó sus ojos en él, afectada—. Me abandonaste—apuntó—, como se supone que él también lo haría conmigo en cualquier momento—su silencio reinó en el espacio, volviendo a dejar su cuerpo contra el espaldar, liberando un suspiro—. Dime, ¿qué es lo que sucede?

—Solo vengo a entregarte los últimos documentos para que, de ahora en adelante, seas tú quien administres lo que tus padres dejaron para ti—habló, sacando el portafolios despacio al tomarlo en cuanto se lo acercó.

Para Evia, fue doloroso mirar esos papeles, además de leer las informaciones que solo una vez pudo ojear, habiendo quedado en su memoria aquellas palabras.

Volver a leerlas, trajo consigo ese recuerdo y el sentir que la llenó de náuseas, aunque no vomitó, terminando de verificar todo, con las actualizaciones sobre su empresa, el cambio de nombre, los socios y el patrimonio que cargaba de diferentes modos para sus hijos, su esposo, la compañía y ella.

Se limpió al respirar, llegando a donde estaba la raya para colocar su firma, con él pasándola el bolígrafo al mirarlo.

—¿Ya quieres deshacerte de mí, no es así?—Lo observó—. Soy mucha responsabilidad para ti.

—No es cierto—carraspeó, manteniendo la coraza en frente a la vez que la presente dejaba la firma en su sitio, listo para hacerlo oficial en cuanto fuera con el abogado.

—Lo es—extendió la pluma en su dirección—. Ya no tienes que llevarme en tus hombros—paró, antes de nombrarlo como su padre en el pasado, pasando sus manos por su pantalón.

Tomó lo que le correspondía, camino a la oficina al saberlo atento a su avance, sin la capacidad para detenerla o pedirle siquiera perdón.

Frank salió de allí, cabizbajo, mientras Evia preparaba todo con la frente en alto.




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