Noemia (el otro Radwulf #2)

Prólogo

Era una época oscura para cualquier Bletsun, y de eso ella no tenía dudas. Siempre sola, vagando entre las villas, comiendo los pocos alimentos brindados por quienes se apiadaban de su suerte o... lograba robar. Siendo golpeada y amenazada cada vez que, sin querer, develaba su naturaleza. Corriendo entre la espesura del bosque, trataba de alejar las lágrimas a manotazos, con su corazón latiendo desenfrenado y atiborrado de temor. La multitud tras sus pequeños pasos, alzaba con brío espadas y antorchas, lanzas y cuchillas, dispuestos a acabar con su vida.

No conocía otra forma de vivir. Todos, aldeanos, soldados y nobles, todos temían a los Bletsun.

Y ese temor les llevaba a actuar así.

Ya agotada, intento de trepar un árbol rasgando sus sucias y desgastadas ropas, hasta que lo consiguió, y en las alturas logro esconderse y dormir unas horas.

El sol se asomaba por el horizonte cuando ella abrió los ojos de su sueño intranquilo, y exploró con sus sentidos la tranquilidad del bosque. Segura de la nula presencia humana, bajo lentamente, lastimando todavía más sus manos y pies descalzos. No tardo mucho en encontrar un riachuelo, en el que logro beber y limpiar sus heridas, y luego, con la experiencia que su solitaria vida le había proporcionado, se hizo de algunas bayas y raíces para desayunar con sus arañados pies en las aguas.

Siguiendo el caudal río arriba, mantuvo sus sentidos alertas ante cualquier indicio de humanos hostiles.

La maldición que su sangre cargaba, le permitía conocer los recuerdos de quien tocase y sentirlos con tal intensidad, que podía permanecer aturdida durante días. Momentos en los cuales todo se convertía en un caos y debía huir hacia otro lugar. Donde no sospecharán de una pequeña sin padres, donde alguien de buen corazón le brindará un poco de calidez... aun si después esa calidez se convirtiese en temor y... odio.

Estoy maldita.

Soy un monstruo.

Se repetía cada día, cada mañana, cada tarde y cada noche. Casi convenciéndose.

Pero en el fondo... no comprendía por qué tenía que ser así. Sí nunca se permitió dañar a alguien, sí siempre esperaba no cruzarse en el camino de los demás, sí su único objetivo siempre fue sobrevivir un día más... con la esperanza infantil de un mañana mejor.




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