Nothing to Do

Afuera

Una habitación con los suficientes aditamentos como para lograr un perfecto ambiente colorido en sus seis caras, determinadas por la posición delantera, trasera, izquierda, derecha, superior e inferior. No importa la dirección a la que tu cabeza apunte, no es posible ver más allá de aquel sitio.

Una camilla dentro del lugar, aquél con forma paralelepípeda. Un banco al lado de la camilla, ese asiento color gris y utilizado normalmente para fines coloquiales.

Las paredes, piso y techo reflejan continuamente las ondas que se traducen en gritos de agonía, las cuales provienen de una mujer joven con cabello café con toques de dorado y ojos con el mismo color que la melanina en su conjunto de pelos delgados y longevos. En otras ocasiones, su belleza sería destacable entre otras miles de mujeres de su misma edad; sin embargo, la situación particular en la que se encuentra transforma su rostro en agonía, por lo que su sentimiento realiza la función de una tapa, impidiendo que su beldad sea percibida por otros.

Al lado de la dama sobre la camilla, quien está tumbada y con las piernas abiertas, se encuentra un hombre sobre el banco color gris. Su aspecto tiene el nivel adecuado de buen rostro como para llegar al nivel de la mujer a su lado en el ámbito de la lindura.

El hombre está tomando fuertemente la mano de la mujer, incitándole que puje decisivamente y aconsejándole con rostro de preocupación que sólo halle pensamientos positivos dentro de su cabeza.

En una rápida vibración turbulenta de cuerdas vocales, la mujer le indica a su esposo que el momento que han esperado por unos infinitos nueve meses y que representaba el crecimiento constante de su ansiedad por finalmente tener a su hijo en sus brazos, por fin llegaría.

Tras numerosos gemidos que transmitían desesperación, se fue posible escuchar el sonido de un bebé llorando que emergía lentamente. Aquel tierno grito del ser con menos de un minuto en el mundo, desembocó en una gran sonrisa en los rostros de los padres novatos. Fue entonces cuando la mujer pujó entusiasta y con mayor fuerza que los anteriores intentos.

Finalmente, el bebé fue expulsado por completo del organismo de la madre con la emoción contraria a la que tenían sus padres. “Fiam”, fue lo que la pareja dijo a la vez en un acto en el que su hijo apenas nacido adopte un nombre adecuado. El nombre elegido significa “Nuestro hijo” en húngaro, pues nunca dejarían que algo indeseado le sucediera.

**********

—¿Deseas algo? —El padre de Fiam le pregunta a su hijo, quien parece ansioso por pedirle algo a sus padres.

—Em... ¿podrías comprar los ingredientes para preparar una rica pasta con pequeños trozos de carne? —El infante de 10 años responde con notable inseguridad, emoción creada gracias a que creía que le negarían su deseo, pues eran bastante proclives a rechazar pedidos de parte de él.

—Decidimos en el pasado en varias ocasiones no aceptar, por lo que esta vez tomaremos la opción de no rechazar tus deseos. —La madre dijo, cediendo con una sonrisa. El padre le lanza una mirada reprobatoria a su esposa.

—Te lo agradezco, mamá. —Fiam le devolvió la sonrisa a su madre, duplicándola en su nivel de veracidad.

Antes de partir, su madre se acercó a su hijo para poder darle un beso en la frente, para después mencionar algo que a Fiam ya le tenía harto por las veces que lo repetía: “Recuerdo este lugar, en el que tú naciste, hijo mío.” Por instinto, él sonrió, aunque ya con un alto nivel de falsedad. Finalmente, la pareja subió las escaleras que conducían a la puerta y salieron de la habitación. Un segundo pasó y el padre volvió a entrar. “No salgas”, advirtió antes de salir en una segunda ocasión.

“Salieron a la nada, otra vez”, pensó el hijo, quien se sentía como una sardina enlatada. Como siempre en estas situaciones, Fiam decide investigar su universo, el cual consiste únicamente en la habitación en la que ha estado toda su vida. Sin embargo, apenas comenzada la acción para saciar su curiosidad, algo lo desanimó repentinamente. Se sentó en su cama y razonó como un filósofo lo haría. ¿Por qué el universo debe consistir en un espacio tan ínfimo?, esta pregunta fue el centro de su reflexión. No entendía como era posible que lo único existente consistía en unos pocos metros cúbicos, ¿acaso hay algo más allá?

De pronto, recordó la advertencia que su padre le comunicó acerca de lo peligroso que puede ser ir a través de la puerta. Haciendo valer su obediencia, continúa con su búsqueda, esperando que sus inquietudes se disuelvan con su curiosidad.

Han pasado varios minutos en los que Fiam hurgó y no parece que haya encontrado algo realmente interesante. Sólo algunos archivos nuevos, pero no algo que calme a Fiam y que detenga su inquietud por salir. Estaría a punto de darse por vencido, cuando en una esquina, vio una irregularidad en la pared; parecía que era posible abrirla. Corrió hasta aquel lugar y abrió el cajón secreto entusiastamente. Lo que había dentro lo dejó sin aliento...

Se trataba de una foto. En ella, aparecían sus padres; sin embargo, hubo dos factores que sólo aumentaron su inquietud: En primer lugar, ellos abrazaban a una niña pequeña de cabello rubio, ¿quién será ella?; en segundo lugar, fue lo que más le causó confusión. En el fondo, había piezas de un material traslúcido y, a través de ellas, era posible ver un entorno por completo color azul claro y con formas irregulares blancas repartidas sobre el fondo azul. ¿Qué eran esos elementos? Tenía que responder esa pregunta. Nunca había visto aquellas formas en su universo. ¿Acaso existen?

Su confusión se convirtió en una fuerte sensación de euforia. Corriendo, subió las escaleras hacia la puerta y la abrió sin posibilidad a tiempos de espera. En frente, pudo ver una gran bola amarilla, que al verla, le quemaba los ojos. Caminó un poco más. Observó el gran paisaje que se encontraba frente: altos y finos ‘pelos’ verdes, unas flores que sólo había visto en dibujos y las formas blancas que parecían algodón y que había visto en la imagen.



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Editado: 19.03.2020

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