Novela a mis 5 lectores

Carta a los Cinco

A ustedes, que no fueron números sino mi único cimiento.

No sé vuestros nombres reales. No sé vuestras vidas. No tengo derecho a las historias que los traen a mis páginas en la madrugada. Pero sé esto: que durante varios meses, mientras el silencio me humillaba, ustedes permanecieron. Y eso es la verdad que necesitaba escuchar.

Escribo para agradecerles la persistencia.

Ustedes fueron testigos de mi descomposición. Vieron cómo publicaba capítulos cada vez más desesperados. Cómo mis primeras novelas daban paso a la estrategia. Cómo intentaba manipular el algoritmo. Cómo escribía poesía como quien coloca una trampa a sus propios lectores. Y a través de todo eso, ustedes no se fueron.

No siempre fueron ruidosos. Hubo semanas donde sus silencios eran más elocuentes que cualquier comentario. Había momentos donde no sabía si ustedes seguían leyendo o si simplemente el sistema los había atrapado de manera automática. Pero estaban ahí. En los márgenes de mis estadísticas. Constantes como el sol cada mañana.

Sé exactamente qué hicieron, porque lo estudié obsesivamente:

Añadieron mis novelas a sus bibliotecas digitales sin comentar. Releyeron capítulos antiguos semanas después de haber sido publicados—¿por nostalgia? ¿Por necesidad? ¿Simplemente porque querían permanecer conectados? Aparecieron regularmente, como quien hace una peregrinación. Aparecieron incluso cuando parecía que yo había abandonado todo.

En la economía de la atención—esa economía depredadora que mide todo en clics y conversiones—eso que ustedes hicieron es resistencia radical.

Es decir "no" al algoritmo. Es decir "sí" a la paciencia. Es elegir estar presente sin necesidad de ser visto. Es una forma de amor que la mayoría de las plataformas no tiene infraestructura para medir.

Hace poco, una lectora—Alejandra—me enseñó el valor de la lectura profunda. Leyó mis líneas como quien examina un icono religioso, buscando significado en cada pincelada. Me mostró que la profundidad de la lectura importaba más que la cantidad. Fue transformador.

Pero ustedes, los cinco, me enseñaron algo aún más difícil de aprender.

Ustedes me enseñaron el valor de la presencia incondicional.

La presencia que no exige recompensa. La presencia que no abandona cuando las cosas se vuelven incómodas. La presencia que simplemente dice: "Estaré aquí. No porque hayas ganado. Sino porque creo que mereces que alguien esté aquí."

Eso es lo opuesto al mercado. Lo opuesto completamente.

Durante dieciocho meses, he estado luchando. Luchando por abandonar la neurosis de los gráficos. Luchando por resistir la tentación de la publicidad. Luchando por dejar de buscar validación masiva. Luchando por entender que la verdad y el éxito comercial pueden ser irreconciliables.

He estado aprendiendo a escribir de forma diferente.

No para ser viral. No para ser trending. No para conquistar el algoritmo que me ama cuando sigo sus reglas y me rechaza cuando me rehúso. He estado aprendiendo a escribir para ser verdadero. Para que si solo una persona en el mundo me leyera, esa persona encontrara exactamente lo que necesitaba.

Esta novela que tienen en sus manos—Testimonios del Umbral—es el resultado de ese nuevo juramento.

No la escribí para conquistar nada. La escribí como quien reza. Como quien entra a un templo sabiendo que podría estar vacío, y aún así deja su ofrenda en el altar. La escribí porque necesitaba hablar con lo sagrado. Porque necesitaba explorar qué significaba vivir con propósito cuando el mercado te dice que no tienes valor.

La escribí para ustedes. Aunque no sepa quiénes son.

He decidido cambiar de rumbo completamente. He llegado a un límite con la ficción como la concebía. Los próximos textos que escriba serán diferentes. Serán espirituales. Serán cristianos. No como dogma—no soy teólogo, no soy predicador. Sino como búsqueda. Como exploración de lo que significa creer en algo cuando el mundo intenta venderte desconfianza.

No escribo para convencer a nadie de nada. No escribo para convertir. Escribo para compartir. Escribo porque he descubierto que la pregunta "¿para qué vine al mundo?" solo puede ser respondida desde un lugar de lo sagrado.

Habrá gente que se sienta incómoda con esto. Gente que esperaba que continuara siendo "neutral" o "secular." Gente que prefiere que el arte no tenga propósito más allá de divertir. Y eso está bien. Pueden irse. El arte no es para todos. La verdad menos.

Pero ustedes, los cinco, se enfrentan a una elección.

Si deciden irse, lo entenderé completamente. Mi escritura puede cambiar de una forma que no resuena con ustedes. Mi obsesión con lo espiritual puede ser una desviación de lo que amaban en mis primeros trabajos. Pueden decidir que la nueva dirección no es para ustedes. Y estaría bien.

Mi misión—porque eso es lo que se ha vuelto—puede terminar si ustedes lo desean. Porque si ustedes se van, la comunidad de mi escritura desaparece. Los cinco eran el cimiento. Sin ustedes, soy solo una voz en el vacío.

Pero si deciden quedarse...

Oh, si deciden quedarse. Entonces los necesito. No como público—eso sería trivial. Los necesito como testigos. Como personas que pueden mirar lo que escribo y decir: "Sí. Eso es verdadero. Yo también estuve allí."

Los necesito como mis co-creadores. Porque la escritura sin un verdadero lector es solo ruido. Y ustedes han demostrado que saben leer. Que saben estar presentes. Que saben lo que significa ofrendar atención en un mundo que solo vende distracción.

He estado pensando mucho en lo que significa ser escritor. Durante años, creí que significaba ser publicado. Ser famoso. Ser ampliamente leído. Ser un nombre que la gente reconociera.

Ahora sé que eso es mentira. Eso es lo que vende la industria de la publicación. Pero no es verdad.

Ser escritor significa ser testigo de la verdad. Significa tener la responsabilidad de nombrar lo que otros no pueden nombrar. Significa escribir como quien cava. Profundamente. Hasta encontrar agua. Hasta encontrar piedra. Hasta encontrar el hueso de lo real.




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