Debo reconocer que me sorprendí mucho al encontrarme a Mía y a Noa allí. Puedo asegurar que solo las vi a ellas por un instante en el que la sorpresa y el amor invadieron mi mente y no fui capaz de ver nada más que a ellas. No fui consciente de Sam o de Félix hasta unos segundos después en los que, por obligación y una gran necesidad, me acerqué a ellos.
También debo confesar que el gritito de mi hija fue uno de los factores que me ayudo a salir de mi ensueño.
Atrape a Noa entre mis brazos justo después de que saltará hacia ellos. Amaba la confianza que depositaba en mi, como si supiera que nunca la dejaría caer, que siempre la atraparia.
El sentimiento siempre era sobrecogedor.
—Hola princesa. —Deje besos en toda su carita mientras ella se retorcía y sonreía. Un momento antes de dirigirme hacia mi mujer, decidí dignarme a mirar a mis amigos.
Sam estaba descolocado y Félix sonreía.
Acomodo a Noa en mi cintura y me acerco a Mía que sonreía encantada y resplandeciente. La tomé de la cintura con posición y la atraigo hacia mi para plantarle un beso en los labios que nos deja suspendidos durante un segundo.
—Hola preciosa. —susurro junto a sus labios.
Mía sonríe y aún sobre mis labios dice.
—Sorpresa. —y sonreí.
—Si que me debes esas copas. —desvío la mirada hacia Sam que parece un poco más recuperado. Mía se gira sobre su eje en dirección a ellos.— Urgentemente diría yo. —agrega.
—¿Te parece mejor un almuerzo? —pregunta Mia unos segundos después, que fue lo que duro nuestro silencio.— De todas maneras podemos ir juntos. —sugirió mirándome a mi esta vez.
Asentí dedicándole una sonrisa.
—A mi me parece bien. —apostille.
Sam asiente también antes de acercarse los pocos pasos que nos separaban y extender la mano hacia Mía la cual no dudo en aceptarla. Mi amigo y socio la llevo a sus labios y dejó un beso sobre el dorso antes de dedicarle una sonrisita a mi mujer.
—Como no nos han presentado. Mi nombre es Sam, señorita.
—Mía. —susurra.
—Cariño el es Sam un muy buen amigo mío... —indico, pero como es costumbre Sam no me permite terminar antes de indicar.
—Y socio.
Mía me mira sorprendida y luego de un asentimiento sonríe de esa forma encantadora.
—Es un gusto. —dice después. Sam le sonríe y asiente antes de dedicarle una pequeña ojeada a Noa.
—A esta chica ya la eh conocido.
Observo a Noa que me sonríe.
—Papi, a diso que soy entantadora.
—Tiene toda la razón princesa.
Noa continúa sonriendo incluso después de que yo dejó de mirarla para observar a mi amigo y luego a mi mujer.
—Nos vamos a almorzar o no. —interroga Mía mirando a Sam en una pregunta directamente muda hacia el.
—Pues claro. Espero muriendo de hambre. –accede Sam sonriendo nos a todos.
—Será mejor que llamemos a Terry, estará encantada de unirse nos. —asegura una Mía muy sonriente. Luego se inclina hacia mi oreja y susurra.— Tengo algo que contarte. Pero será luego, en casa.
Asiento un poco preocupado y curioso por la conversación que nos espera.
***
Cuando salí de la ducha en la noche me encontraba realmente cansado. Después de nuestro almuerzo con Sam y Terry, el cual se había desarrollado entre bromas de mi hermana o comentarios sarcástico de Sam y contando brevemente nuestra historia, había tenido una larga reunión que había durado la mayor parte de la tarde. Al salir del trabajo me había pasado por casa de mis padres y había logrado discutir un poco con mi madre y hacer que mis padres se enfadara.
También había conseguido dos invitaciones para una de las cenas benéficas de mi madre, que según ella era para alimar asperezas con Mía. Pero yo estaba seguro que había sido idea de mi padre.
Al llegar a casa ya Mía tenía la cena lista y había pasado una hora en la habitación de Noa contándole cuentos hasta quedarse dormida. Eso se había convertido en una costumbre después de su mudanza y un pacto no planteado entre Mía y yo. Las no hes eran compartidas. Una noche lo haría ella y la siguiente era mi turno.
Ahora Mía me esperaba en nuestra cama y aquella conversación se había quedado solo en la mención que hizo ella en mi oficina. Estábamos realmente cansados en este punto, pero también estaba preocupado por lo que pudiese haber pasado.
Cuando salí del baño me encontré a Mía arrecostada en el cabecero de la cama con una de mis camisetas, de las cual se había apropiado, leyendo un libro tranquilamente. Llevaba las gafas puestas y eso me recordó a la noche en que nos conocimos que también las llevaba.
Al escucharme entrar levando la vista de su libro y me dedico una sonrisa antes de que sus ojos se perdieran hacia mi torso desnudo y al límite que marcaban mis pantalones de pijama. Vi como enrojesio un instante después y subió rapidamente sus ojos hasta los míos.
Me fue imposible no sonreír.
—¿Que haces cariño? —pregunte acercándome a la cama
—Nada en especial. —asegura dejando de lado en libro para concentrarse completamente en mi.
—¿Segura? —preguntó trepando por su cuerpo y comenzando a dejar besos en sus muslos desnudos.
—Mjum. —asiente y yo sonrió antes de completar la subida hasta que nuestros labios ya se tocan y nos devoramos entre sí.
El beso aumenta rápidamente a un nivel que destine necesidad y deseo que también eh comenzado a conocer. Desde nuestro reencuentro estos momentos no han sobrado, pero también se hacen esperar por mucho.
–Cariño, —desvío mis besos hasta su cuello mientras ella intenta recuperarse.— Cariño deberíamos... Dios. —jadea sonoramente después de morderle ese punto en cuello que descubrí no hace mucho— Cariño necesito decirte algo.
Eso llama mi atención logrando separarme de su piel para buscar su mirada.
—Esto tiene algo que ver con lo que me dijiste en la oficina. —preguntó recordando la preocupación que hasta unos segundos atrás me daba vueltas por la cabeza.
Mía asiente.
—Esaptamente.
Me separo por completo dejándome caer en la cama a su lado antes de abrazarla y arrastrala hasta mi.
—¿Sucede algo? —preguntó.
—Algo sucede. —concede ella— Pero te prometo que es algo bueno.
Eso me clama un poco y busco su mirada.
Mía sonríe encantada con la noticia que desea darme y eso logra que mi preocupación desaparesca por completo.
—Cuéntame pues. —la incitó.
—Hoy eh hablado con el director de la universidad. —cuenta. La miro extrañado— Le eh pedido que baje mis frecuencias de clases del día para poder tener más tiempo libre.
—Para que quieres tiempo libre. Pensé que te gustaba dar clases.
—Y me gusta. Me encanta en realidad. —asegura antes de incorporarse y sonreír me desde allá arriba.— Necesito ese tiempo libre porque quiero volver a estudiar. —me sorprendo aun más— Quiero retomar la carrera de arte y tener mi titulo. Quiero cumplir mi sueño por muy inalcanzable o estúpido que parezca.
Me quedo un momento en silencio observando a la que considero el amor de mi vida antes de incorporarme junto a ella y reclamar sus labios una vez más.
—Cariño tu sueño no es estúpido y comienzas a demostrar que no es inalcanzable. —le aseguro— Me alegra que quieras hacerlo y te apollare en todo lo que necesites.
—Solo necesito que estés aquí. —asegura en un susurro y veo sus ojos cristalizados.
—Pues no me iré a ningún lado.
Y vuelvo a besarla.
***
Cuando baje a desayunar el día siguiente mientras Mía terminaba de arreglarse, me encontré con ni pequeña sentada en la barra de la cocina mientras Martha terminaba de preparar el desayuno y le colocaba un vaso de leche frente a ella.
—Recuerda que debes tomartela todo sino mamá se enfada.
—Shi Matha. —asegura mi princesita y aunque esta de espaldas se que sonríe.
Justo después se lleva el vaso a los labios y comienza a disfrutar de su leche de cada mañana.
Noa es un poco caprichosa con algunas cosas y una de ellas es que no pude empezar el día sin tomar su lechita, así como yo no puedo empezar a trabajar sin antes tomar mi taza de café. Desde que todos vivimos juntos me eh dado cuenta de ciertos puntos y manías que gobiernan la vida de mis mujeres y amo cada una de ellas.
Entro en la cocina con una sonrisa de lo más sincera en el rostro mientras le dedico una mirada a Martha que me devuelve la sonrisa.
—Buenos días. —me acerco a Noa y dejo un beso en su frente— ¿Como amaneció la princesita de la casa? —preguntó antes de sentarme en la silla junto a la de ella.
—Papi, Matha a pometio hacher u paste para esta note.
Sonrió encantado con su propia sonrisa.
—Eso es bueno cariño. Siempre es bueno comer dulces para el corazón pero recuerda que hay que lavarse los dientes después.
—Noa nina buena. Sempe lava dientes.
—Ya lo se cariño, ya lo sé.
Dejo otro beso, esta vez sobre su cabello. Es entonces cuando me doy cuenta de que aún va en pijama.
—Cariño has visto a Noa, no está en su habitación. —dice Mía entrenando a la cocina apresurada. Al ver a nuestra pequeña junto a mi sonríe— Hola bebe. —se acerca para besarle la mejilla.
—Hola mami.
—Ya te has tomado la leche. —dice fijándose en el vaso vacío que permanece sobre la encimera— Hay que lavarse los dientes y vestirse cariño. Mamá tiene que ir a trabajar.
—¿Pedo il con papa? —pregunta llevando sus manitas a su pecho y colocándolas como si fuese a rezar.
No pude evitar soltar una carcajada al ver como mi hija utilizaba todo su encanto para convencer a su madre, que la mayoría de las veces caía y le concedía las cosas que le pedía.
—Cariño papá tiene que trabajar. —intenta quitarle la idea. Busca en mi mirada un poco de apoyo pero yo decido quedarme fuera.— Hoy no puedes ir cariño, papá tiene mucho cariño.
Mi hija busca en mi mirada una confirmación que no dudo en dar. Lo que fice Mía es verdad, hoy tengo mucho trabajo y no puedo cargar más a Félix para que cuide a mi princesa mientras estoy en mis reuniones.
—Pelo yo quedia i con papá.
Mía deja un beso en su frente.
—Lo se cariño. Otro día vas con papá. Cuando tenga menos trabajo. —asegura ella y por su tono se que tengo que cumplirlo tarde o temprano. Aunque más temprano que tarde.
—Vale.
—Venga bebe que tenemos que prepararte.
Martha caraspeo para llamar la atención.
—Yo puedo hacerlo Mía, come algo ¿si? Ya el desayuno está listo.
Mía asiente y deja un beso en nuestra pequeña antes de bajarla del taburete y verla irse con Martha.
—Ven aquí. —susurro extendiendo la mano hacia ella.
Mía acepta mi mano y la arrastró hasta mi pecho y hasta que nuestro labios vuelvan a tocarse.
—Vasta. Arruinaras mi labia. —dice sobre mis labios.
—Amo arruinartelo. —aseguro. Se alega un poco separando nuestro rostro y perdiéndose de esa forma tan especial en mi mirada.— Tengo que comentarte algo. —digo recordando la conversación con mis padres.
—¿Qué sucede? —pregunta enarcando una ceja.
—Ayer fui a ver a mis padres. —se tensa— Ellos estuvieron hablando un poco y me han dado dos invitaciones para una cena benéfica de las que mi madre organiza.
—En-enserio.
Asiento.
—Nos han invitado a ambos. Mi madre ha dicho algo de alimar asperezas. —comento.
—¿Cuando sería? —pregunta y noto el nerviosismo en su voz.
Su relación con mi madre no es algo de lo que me sienta muy orgulloso.
—Este fin de semana.
—Vale. Vere que puedo hacer. —dice.
—Cariño todo estará bien. Solo cera una cena con otras tantas personas. Mi madre estará muy ocupada con los demás. —aseguro intentando quitarle los nervios.
Ella asiente y luego se inclina para besarme. Recibo el beso gustoso y la encierro nuevamente entre mis brazos.
Editado: 31.05.2024