La música acabó abrutamente logrando que el señor Thomas se detuviese en el medio de la pista. Busco algo por encima de mi cabeza antes de devolver su mirada a mis ojos regalándome un sonrisa.
—A sido un placer bailar contigo Mía.
Le devolví la sonrisa.
—Para mi también señor Thomas.
—Por favor. —se llevo mi mano a sus labios depositando un beso en el dorso.— Solo Thomas a partir de ahora. Somos una familia ¿no? —Apenas y pude asentir.— Vamos con mi hijo.
Me detuve antes de seguirlo.
—En realidad antes necesito ir un momento al lavabo.
El señor Thomas me sonrió antes de despedirse con un asentimiento e indicarme la dirección. Lo vi alejarse y desaparecer entre la gente que se preparaba para la segunda canción y las que salían de la pista tras la primera.
Apresure el paso para salir de la pista y dirigirme a los servicios antes de que la pista se volviese a llenar de gente y recomenzacen los bailes.
Cuando salí de uno de los cubículo sanitarios había una chica en los lavabos que parecía retocarse el maquillaje. Estaba segura de que había entrado hace muy poco pues podía asegurar que la estancia se encontraba vacía cuando entre.
La salude con un asentimiento y me acerque a otro lavabo para refrescarme el cuello y enjuagarme las manos. El baile me había cansado un poco y tendría que buscar una copa de agua cuando volviese a afuera.
No me lo esperaba cuando la chica habló.
—Has venido con Michael, ¿no es así?
El descaro en su voz me hizo darme la buelta y observarla. Cuando la detalle un poco más profundo me di cuenta de que era de mi edad y que era bonita pero demasiado exuberante de lujos y parafernalias.
Comprendí rápidamente de que si hablaba con ese descaro y llamaba a Michael por su nombre es que lo conocía, y teniendo en cuanta que la familia de la que provenía había organizado el baile era lógico que lo conociera. Pero algo no me gustó de todo aquello y me instinto me dijo que saliera corriendo pues claramente tenía una víbora de sociedad frente a mis narices.
—Si, hemos venido juntos. —afirme y volví a girarme hacia los lavabos contemplandome en el espejo.
Dios cuanto daba ahora por estar descansando o abandonar lo más pronto posible la fiesta. Estaba realmente agotada.
La chica soltó una risita que me disgusto aún más.
—No te ilusiones mucho. Te dejare tirada a la primera de cambio. —la seguridad en su voz me irrito— Lo hace con todas.
Volví a observarla a detalle y me di cuenta de que la odie un poquito esa vez, pero no me dejaría amedrentar.
—¿Lo dices por experiencia? —pregunte con sonda y reconozco que me escuche hasta un poquito altanera.
—Esaptamente. —sus legua no hacia más que soltar veneno incluso con una simple afirmación como esa.
—No se quien carajos seas, pero no me importa. —asegure acercándome a ella los dos pasos que nos separaban— Pero no deberías meterte en las relaciones de los demás. Si es cierto lo que dices ya sabre manejar yo a mi novio para entonces. —su sonrisa superficial y altanera desapareció— Pero gracias por el consejo es muy útil. Quizás se lo diga a nuestra hija cuando sea un poquito más mayor para que no caiga tan bajo como tú.
Cuando volví a mi posición anterior para alcanzar mi bolso y poder salir de allí pitando me di cuenta de que toda la actitud altanera de antes había desaparecido completamente de su sistema y rostro siendo relanzado por el enfado y la ira.
Salí de aquel lugar con un suspiro dejando atrás a la entrometido chica que pronto averiguara quien era y que carajos sabía de Michael. Reconozco que estaba un poco enfadada y empeoró cuando vi a Michael acercarse apresurado hacia mi.
—¿Estás bien? —preguntó y al percatarse de las emociones que destilaba mi cuerpo de preocupo— Mía...
Su palabras fueron interrumpidas un segundo después cuando su vista encontró algo detrás de mi que llamó su atención. Supe incluso antes de girarme y comprobarlo que se trataba de la chica que estuvo antes conmigo.
Cuando vi que su sonrisita había regresado busque la mirada mi Michael y me di cuenta de que también estaba enfadado o algo disgustado no supe interpretarlo bien.
—¿Quién es esa Michael?
***
Cuando mi madre me dijo que Lilibeth estaba en la fiesta me enfade de tal manera que le di la espalda a mi madre y me aleje sin permitir que me explicase por que había llevado a cabo tal traición, supe también que si esa loca encontraba a Mía seria capaz de contar cualquier estupidez solo por joderme la vida.
La noche había ido tan bien que en ningún momento me había parado a pensar en que este fuese el final.
Mía estaba feliz, se le veía tan hermosa y desprendía una luz tan especial que me vi capaz de cualquier cosa solo por conservar ese brillo. Habíamos paseado por toda la fiesta presentadola a conocidos y enseñándole lo bien que se podría pasar en esta fiestas con la compañía adecuada —yo también estaba aprendiendo un poco de eso—. Me lleno de emoción ver como mi padre la sacaba a bailar para inaugurar el baile de la casa como si fuese una más de la familia. Incluso, mi madre, se había comportado bien hasta ese momento. Todo estaba tan bien.
Después de dejarla con mi padre busque a Terry y estuvimos conversando un poco. Incluso ella se había dado cuenta de la luz que desprendía Mía. Mi madre había llegado un poco después y me soltó la noticia como si fuese algo bueno.
Salí corriendo para buscarla. Pero no la encontré en la pista, al menos no a ella. Mi padre se dirigió en en mi dirección en cuanto me vio.
—¿Donde está Mía? —estaba alterado y el miedo surgió al no verla con él.
—Esta bien. Ha ido al servicio. —al ver mi expresión se preocupo— ¿Esta todo bien?
—Mi madre ha invitado a Lilibeth. —fue lo único que dije antes de darme la buelta y seguir mi camino, está vez con una dirección fija.
Cuando divise a Mía frente a los baños pronto me di cuenta de su expresión de enfado y confusión. Mi preocupación no hacía más que empeorar.
—¿Estas bien? —Dios que preocupado estaba— Mía... —mis palabras se cortaron debido a la ira que afloro en mi interior al ver a Lilibeth salir del servicio donde antes estaba Mía.
Fue tal mi enfado que no me di cuenta de que Mia se daba la vuelta, buscando, hasta que sus ojos volvieron a los míos y estaban impregnados de conjunción e intriga. Los míos se desplazaban desde su rostro hasta la sonrisa de suficiencia de Lilibeth.
No me sorprendió la pregunta que hizo después.
—¿Quién es esa Micheal?
Se que ha llegado el momento de contarle lo que paso con Lilibeth, sus locuras y lo que fue nuestra relación —si es que se le puede llamar así— y a pesar de que sucedió un tiempo antes de conocernos se que ella merece saberlo.
Me acerco un poco más colocando mis manos en su cintura para acercarla a mi y a pesar de que no se aparta si la noto reticente.
—Te prometo que cuando lleguemos a casa y tengamos intimidad te contaré todo lo que quieras saber. —susurro inclinándome sobre ella y juntando nuestras frentes.
—Espero que cumplas tu palabra. —susurra.— Este tipo de sorpresas no me gustan para nada. —comenta.
Asiento totalmente de acuerdo con sus palabras e intento besarla pero se mueve en el último minuto y mis labios se posan sobre su mejilla.
Suspiro un poquito frustrado pero a sabiendas de que quizás me merezca un poco de todo esto hasta que pueda aclararle todo.
Me alejo manteniendo mis manos en su cintura para observar su rostro.
—¿Quieres bailar? —pregunto— Aun me debes un baile.
Ella se lo piensa un segundo antes de asentir suavemente a lo que yo sonrió y la arrastró hasta el bode de la pista para esperar a que inicie la siguiente canción.
***
El ascensor se habré con un leve sonido dejándome ver el recibidor de mi apartamento. Traigo a Mía en los brazos mientras su cabeza descansa contra mi pecho y escucho los leves suspiro que hace al dormitar.
Se que esta cansada, el baile ha sido demasiado largo y mis padres no nos han dejado marchar hasta que Mía casi se caía del cansancio. Aunque ahí que admitir que Terry también tiene algo de culpa pues arrastraba a Mía por toda la carpa presentándole a sus amigas y a otros conocidos de la familia. A eso hay que sumarle los bailes que compartimos y los que ella compartió con mi padre o con Sam.
La verdad es que no me imagino como pudo soportar hasta llegar al auto para caer rendida contra mi.
Entro a mi apartamento y me dirijo directamente a las escaleras para llevar a Mía a la cama y que descanse.
Después de nuestro primer baile, Mía logro relajarse un poco y volvió a ser un poco la misma que había llegado al baile. No volvió a insistir sobre Lilibeth y me di cuenta de la confianza que me tiene al no mencionar nada incluso en el auto.
La dejo en la cama y entro al vestidor para buscar algo con que vestirla después de quitarle el vestido. Cuando vuelvo a la habitación esta desparamada sobre la cama con el vestido enredado en las piernas.
Sonrió al ver lo preciosa que se incluso en ese estado llena de cansancio y media dormida.
Me acerco a la cama y la arrastró hasta la esquina nuevamente.
—Mía. —la llamo— Cariño tenemos que quitarte el vestido. —refunfuña mientras la asiento e intenta volver a acostarse— Mía no seas testaruda.
—Siempre he sido testaruda. —fue apenas un susurro cargado de molestia.
Sonreí.
—Tienes razón pero por esta vez podrías ceder y ayudarme a quitarte el vestido. —Refufuño un par de veces más antes de colaborar con mis instrucciones logrando quitarle el vestido. Le metí la camiseta por la cabeza y le quite las horquillas que sostenían los mechones rubios.— Ya está. —le ayude a meterse bajo las sabana— Descansa cariño. Vuelvo enseguida.
Deje un beso sobre su frente antes de meterme en el vestidor y ponerme el pijama. Cuando volví a la habitación Mía parecía más muerta que dormida así que decidí visitar a mi princesa y comprobar si estaba bien.
Camine por el pasillo en dirección a la habitación de Noa comprobando en el proceso que la luz del cuarto de invitados estaban apagadas y que Thony parecía dormir.
Mi pequeña me recibió completamente dormida con sus brazitos abrazando un peluche que descansaba a su lado. Beso su frente y acomodo un rizo que se pegaba a su frente tras su oreja.
Sonrió agradecido con este momento y con todo lo que ha pasado hasta ahora. Quien diría que todo debería agradecérselo a las locuras de Lilibeth.
Cuando vuelvo a la habitación Mía me espera arrecostada contra el cabecero de la cama. Al verla sonrió y ella me sonríe nuevamente alzando una de sus manos como si quisiese alcanzarme. No dudo un instante en acercarme y arrecostarme contra su pecho embolviendo mis brazos a su alrededor. Mía acaricia mi cabello con una mano mientras que con la otra me hace dibujos en la piel de mi espalda.
—Esto se siente bien.
No necesito mirarla para saber que sonríe.
—Tienes razón. —concluye— ¿Cómo esta mi bebé?
—Roncando. —bromeo.
Permanecemos en silencio durante algunos minutos mientras ella continúa acariciando mi cabello.
—¿Quién es ella, Micheal? —pregunta.
Suspiro. Sabia que este momento llegaría.
—Es alguien de mi pasado. —susurro— Su familia y mis padres son amigos así que nos conocemos desde pequeños. —Tengo que contárselo todo, es lo mejor. Me digo— Ella pronto desarrollo sentimiento por mi y como el libertino que era a los 20 y tantos no me importo seducirá y utilizar sus sentimientos así mi. —escucho como contiene la respiración— Pero después de algunos meses ella pido que fuésemos algo más que sexo, que diera el siguiente paso y fuésemos novios oficiales. Pero yo no quería hacerlo, no quería perder mi libertar y no la amba.
—¿Nunca llegaste a sentir nada por ella? —pregunta.
Niego contra su pecho.
—Nada más allá del deseo sexual. —contesto a su pregunta— Solo era un libertino más y cuando Lilibeth se puso insistente con el tema rompí la relación o lo que fuese que tuviésemos. Ella no lo tomo muy bien al principio. —siento que sus dedos vuelve a acariciar mi cabello y se que esto está resultando mejor de lo que esperaba, pero aún falta historia.— Lilibeth se obseciono conmigo desde entonces y no me pude sacarmela de encima. No hasta unos meses después cuando su madre la mandó a una universidad en otro país y estuvo desaparecida durante estos años. —le explicó.
—¿Cuando volvió?
Levanto la cabeza de su pecho en busca de sus preciosos ojos verdes que tanto amo.
—Hace un mes o dos mi madre la invito a cenar y fue cuando me la volví a encontrar. —explico— No la había visto en años.
Volvemos al silencio otra vez y mi cabeza vuelve a su pecho.
—A tu madre le agrada. —dice después de un momento.
Entiendo su preocupación. Mi madre continúa con su negación a aceptar a pesar de comenzar a aceptar a Noa como su nieta. Conociendo a mi madre necesitará algo de tiempo y dejar de ser cabezota.
—No vallas por ahí sí. —le digo— Yo te amo, eso es más que suficiente. —Mía vuelve al silencio y yo decido que es momento de contar el pequeño detalle que falta— La noche que me enteré que Lilibeth se había marchado —comenté llamando su atención nuevamente— me fui de copas con unos amigos.
—Eso no me interesa saberlo. —refunfuña ella.
Sonrió identificando una nota de celos en su voz.
—Resulta que esa noche conocí a una chica preciosa.
Mía se removió incomoda queriendo safarce de mi agarre.
—Te he dicho que no quiero saber de eso. —me empuja por los hombros y yo sonrió.
—De eso hace casi 5 años. —le dejo saber— Ella era un chica preciosa y confieso que amo sus ojos verdes y su cabello dorado.
Mía se queda quieta y me observa con los ojos desorbitados.
—¿Hablas en serio? —pregunta.
Asiento antes de inclinarme y besar sus labios aunque ella no corresponde pues sigue en stock.
—Si nena. Hablo completamente en serio. —aseguró— No he echo más que amarte desde aquella noche.
Ella sonríe y yo vuelvo a besar. Esta vez si me corresponde.
Editado: 31.05.2024