Nuestra pequeña familia.

Capítulo 16: Después de la calma viene la tormenta.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron salí apresurada de la caja metálica que se había demorado toda una eternidad en subir. 

Resultaba que el día estaba siendo demasiado largo y ya no veía la hora para ponerle fin. 

Todo se había descontrolado tras la entrevista. Las preguntas no habían cesado y ahora los periodistas me perseguían. Todo está yendo a peor. 

Fui directo a la cocina para buscar un basó de agua pero pronto me di cuenta de que necesitaba algo más fuerte. Me volvería loca si continuaba con todo esto. 

—¿Mía? —era la voz de Michael— ¿Ya has llegado? —no respondí, aunque debió intuir que me encontraba en la cocina o solamente siguió el ruido que yo misma provocaba mientras me servía una copa de vino que estaba segura que me tomaría de golpe.— ¿No me has oído? —preguntó desde la puerta. Continúe sin responder.— ¿Estas bien? —algo cambio en su voz al acercarse— ¿Mía...? 

Se quedó callado de golpe cuando me lleve la copa a los labios y la vacíe sin respirar. 

Debemos aceptar que si que me desestabilise un poquito. 

Antes incluso de dejar la copa en la encimera de la cocina ya lo tenía a mi lado. Sosteniendome. 

—No deberías hacer eso. —me riño yo solo me acomode en su pecho y me deje abrazar— ¿Qué sucede? —se le escuchaba muy preocupado. 

Negué suavemente aún con el rostro enterado en su pecho. 

Michael me acarició el cabello durante unos minutos y se mantuvo en silencio, conmigo. 

—Puedes llevarme arriba. Quiero recostarme. —fue un susurro apenas audible. 

Pero Michael sí me escucho y no denoro en  tomar en brazos permitiéndome acurrucarme contra su pecho y me llevo a arriba. A nuestra habitación. 

Creo que me quede dormida incluso antes de llegar al final de la escalera. El día continuaba siendo demasiado largo pero esperaba que mejorase de una vez.  

*** 

—¿A ti te ha contado algo? —le pregunte a Terry justo después de quedarnos solos. 

—Es complicado para ella. —fueron sus palabras. 

Terry había traído a Noa hacia unos minutos. Era ella siempre quien la cuidaba para que Mía fuese a sus clases en la tarde. Pero hoy era diferente. 

—Ni siquiera hablo conmigo solo me pidió que la llevase arriba. —le deje saber— Se durmió incluso antes de llegar a la habitación. Creía que llevaría esto mejor, ya sabes, por como se comporto en la entrevista.  

Terry se acerco y me brindo su apoyo. 

Mía estaba muy rara. Había llegado hacía una hora o más y no me había dirigido ni una sola palabra pero se le notaba tan cansada y angustiada que me preocupaba lo que pudiese pasar. 

Había estado acompañándola y velando su sueño hasta que Terry apareció con Noa. 

—Tienes que entenderla. Después de la entrevista todo se ha descontrolado. No es lo mismo y lo sabes. —Lo sabía, claro que lo sabía y eso me ponía aún peor— Ahora los periodistas la persiguen por todos lados y sus propios alumnos la comen a preguntas también. Tienes que dejar que se haga a la idea de todo esto y hacer algo para que se detengan. —unos segundos en silencio— Es tu decisión. 

Sabía que era cierto. Pero en serio creía que después de la entrevista todo se calmaria. Pero todo iba para peor en realidad. 

—Papi. —Noa entró corriendo en la habitación desviando nuestra atención y obligándonos a dejar el tema— ¿Onde esta mami? 

Me acerque a ella poniéndome a su altura. 

—Mamá esta arriba, en la habitación. Por qué no vas con ella y le haces compañía. —a Noa se le iluminaron los ojos— Estaba muy cansada quizás tu le hagas sentir mejor. 

Ella sonrió y me dio un pequeño abrazo antes de marcharse nuevamente de la cocina. 

Cuando me gire hacia Terry esta estaba recogiendo sus cosas para irse. 

—Piensa bien que vas a hacer con este tema. —me pidió— A Mía le vendría bien unos días de descanso y alejada de todos. 

Y se fue. 

Y no hay que decir que pensé un poquito de más en sus palabras porque si que lo hice. De echo planee algo mucho mejor que solo unos días de descanso. 

Antes de salir de la cocina ya tenía el número de Félix en marcación rápida. Después de dos timbres respondió. 

—¿Señor? 

—Félix necesito que encuentres la forma de quitarnos a los periodistas de encima. No quiero a ninguno cerca de Mia. —ordene. 

—Eso está echo señor. —aseguro.— ¿algo más? 

Lo pensé una última vez antes de decir. 

—En realidad si que hay algo más. Necesito que me prepares el avión de la compañía para la mañana. —no dijo una palabra— Te mandaré los detalles por correo. 

Y colgué. 

*** 

Cuando desperté Noa estaba acurrucada junto a mi profundamente dormida. Hacía unas horas había entrado en la habitación y había logrado calmar un poco mis pensamientos sobre todo lo que estaba pasando. Mi niña siempre era la solución a todos mis problemas. 

Habíamos leído un cuento juntas y me contó como le fue con Terry en la tarde. No habíamos demorado mucho en dormirnos abrazadas como hacía mucho que no hacíamos. 

Cuando le di un recorrido a la habitación me di cuentas de algunas cosas. Como que era de noche ya muy entrada y que Michael estaba trabajando en su computadora sentado en un rincón de la habitación. 

Después de unos segundos alzó sus ojos en mi dirección y me pesco observandole. Sus labios se curvaron en una preciosa sonrisa y yo me vi devolviendosela. 

—Haz despertado. —anunciando dejando la computadora de lado y poniéndose de pie. 

—Ven aquí. —le tendí la mano y me hice a un lado dejándole espacio. 

No dudo en acercarse, tomar mi mano y recostarse a mi lado dejándome entre el y Noa. Estaba en casa. 

—¿Ya te sientes mejor? —me abrazo. 

Asentí. 

—Creo que estaba un poco cansada, —acepte— y algo agobiada también. 

—Lo estoy solucionado. —parecía una promesa. 

—Gracias. —me acurruque contra el y abrace más fuerte a Noa, que estaba desparamada en el resto de la cama, atrayendola hacia mi. 

Nos quedamos mucho tiempo en silencio, abrazados mientras contábamos las respiraciones calmadas de nuestra pequeña entre mis brazos. Era muy relajante. 

—¿Quieres cenar? —me preguntó.— Podemos pedir algo. 

—Solo si es pasta. 

Michael sonrió contra mi cabello antes de deja un beso allí. 

—Pues pasta será. 

Se estiro hasta el teléfono de la mesilla de noche e hizo la llamada a su restaurante italiano favorito de donde ya habíamos pedido otras veces y de los que descubrí una pasta riquísima. Luego llamo a la recepción del edificio y notifico del pedido. 

Cuando colgó volvimos al silencio. 

—Siento como me comporte esta tarde. —sentía la necesidad de disculparme. 

Había llegado muy cansada y agoviada con todos los que me habían molestado durante el día y creo que lo pague un poco con el al no hablarle. 

—No tienes que disculparte cariño. —aseguro— Entiendo tus razones. —y volvimos al silencio.— ¿Qué te parece si nos vamos de vacaciones? —propuso tomandome por sorpresa. 

—¿De vacaciones? —estaba más que sorprendida. 

—Si, de vacaciones. 

—¿En qué has pensado? —pregunte más entusiasmada de lo que quería hacerle ver. 

—Podemos escaparnos este fin de semana, tomar el avión e irnos los tres. 

Ahora si que estaba más que sorprendía. 

—¿Tienes un avión? 

Michael soltó una carcajada ante mi tono. 

—Es de la empresa pero podemos utilizarlo. —no tenía idea de que decir ante eso— ¿Qué dices? Nos escapamos nosotros tres. 

Como podría decir que no. 

—¿Y a donde iríamos? —eso era más un si que otra cosa. 

—No se. Podríamos improvisar un poco. —suguiere— París, Londres o ¿prefieres alguna isla tropical? 

Lo observe embelzada mientras pensaba en el destino perfecto para nosotros. Yo no necesitaba nada más que el y a Noa. Estaría dispuesta a ir al final del mundo con tal de acompañarlo. 

—Puedes elegir el que quieras. —le asegure— Contigo me vasta para ser feliz. 

Michael sonrió encantado y completamente enamorada mientras se inclinaba y me besaba suavemente antes de volver a abrazarnos. 

La tormenta parecía menguar mientras estaba entre sus brazos. El era mi lugar seguro mientras que Noa era mi hogar. Era la mujer más feliz del mundo.




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