Alex observó los movimientos de Lidia, que salía del baño y se acercaba a la cama. Ella había vuelto a vestirse, y él solo podía pensar en quitarle de nuevo la ropa.
—Supongo que tendremos que compartir la cama, ¿no? —preguntó Lidia tirando del embozo.
—Supongo —confirmó Alex—Mañana nos mudaremos.
Se trataba solo de una noche. Y podía mantener las manos quietas una noche, se dijo Alex vacilando. De haber tenido camas en el rancho, habría preferido mudarse ese mismo día. Así no habría tenido que estar tan cerca de ella.
—Bien, pues me voy a dormir.
—Adelante —asintió Alex apagando una de las luces, y dejando otra encendida a su lado—Yo me quedaré un rato despierto.
Alex no sabía muy bien qué hacer, pero no iba a meterse en la cama con ella.
No, mientras siguiera excitado y ella se mostrara tan malditamente sexy. Lidia lo miró frunciendo el ceño y se metió en la cama, tapándose hasta arriba y dándole la espalda. Alex cerró los ojos y permaneció sentado, cruzado de brazos, tratando deponerse cómodo. Aquella sería una noche infernal.
Lidia se despertó por la mañana y descubrió que estaba sola en el barracón.
Tenía agujetas de tanto trabajar en el rancho de Alex. Además, le dolía el estómago.
Miró el reloj, y vio que era más tarde de lo normal. No había cenado bien la noche anterior, así que posiblemente se tratara solo de hambre.
Sacó los pies de la cama y se preguntó dónde estaría Alex. En el extremo opuesto de la habitación, sobre una silla, había una almohada. Alex debía haber pasado la noche allí, en lugar de a su lado. A pesar de haber impuesto ella misma la condición de que no tuvieran relaciones sexuales, Lidia había estado soñando y torturándose con la idea de que él se acercaba y la tomaba en sus brazos para hacerle el amor. Pero era evidente que a Alex no le inquietaba que su relación fuera únicamente platónica, porque ni siquiera había intentado cruzar la barrera prohibida.
Era ella quien tenía problemas para respetarla, según estaba descubriendo. Y vaya forma de pasar la noche de bodas.
Lidia suspiró llena de frustración, se levantó y se cambió de ropa. Lo último que deseaba era que sus cuñadas se enteraran de que había dormido vestida. Luego salió del barracón y se dirigió a la casa. Y se detuvo bruscamente, cuando vio la furgoneta de Alex aparcada delante. En la parte de atrás estaban ya cargados los muebles de su habitación. Lidia se acercó, y Ashley y Catherine salieron a su encuentro.
—¿Qué ocurre?
—Bueno, sabíamos que esta noche sería para vosotros… movidita —comentó Ashley lanzándole a Catherine una mirada cómplice—por eso pensamos ayudaros con la mudanza. Espero que te parezca bien.
—Alex, Ryder y Jake han hecho ya un viaje —explicó Catherine— Ahora están dentro, guardando el resto de tus cosas. Lo estamos metiendo todo en cajas con mucho cuidado, y poniéndole etiquetas. Cuando llegues a casa, lo único que tienes que hacer es desempaquetarlo.
Lidia se quedó mirándolas. Era evidente que ambas mujeres creían ser de gran ayuda. Sin embargo Lidia no tenía pensado llevárselo todo al rancho de Alex, solo quería llevarse unas cuantas cosas, para que la mudanza pareciera real. No obstante, lo único que podía hacer, para no levantar sospechas, era darles las gracias. Alex,Ryder y Jake salieron entonces de la casa, cargados de cajas.
—Eh, cariño, pensábamos ir ahora al barracón por los muebles de Alex—comentó Ryder dirigiéndose a Lidia.
Lidia tragó, dirigiendo rápidamente la vista hacia Alex. Él dejó una caja en la furgoneta y se acercó a ella, diciendo:
—Buenos días, cariño.
Sin dudarlo un instante, Alex posó una mano sobre su espalda y la besó. Aquel beso encendió todo su cuerpo. Lidia se apretó contra él pero, antes de que tuviera tiempo siquiera de pensar, el beso finalizó. Alex la miró directamente a los ojos.
—Adelántate, y ordénalo todo un poco —sugirió con una mirada de advertencia. Lidia parpadeó, pero inmediatamente se puso en movimiento. No quería que sus hermanos descubrieran que Alex había dormido en una silla. Corrió al barracón, retiró la almohada de la silla y la juntó con el resto de las sábanas, en el suelo. Luego recogió sus cosas y las metió en la maleta. Justo cuando la cerraba, entraron sus hermanos con Alex.
Alex miró a su alrededor con expresión aliviada. Entre todos se llevaron rápidamente lo que quedaba y lo cargaron en la furgoneta y las camionetas. Ashley y Catherine le hicieron prometer a Lidia que las invitaría a ver su casa, en cuanto
estuviera arreglada. Lidia condujo la camioneta, tras la furgoneta de Alex,seguida de cerca por sus dos hermanos, en otro vehículo. Hacia mediodía todo había sido descargado y colocado en su sitio, y Ryder y Jake se marcharon. Lidia los observó desde el porche, junto a Alex.
—¿Cómo demonios ha podido suceder todo esto, tan deprisa? —preguntó Lidia admirada.
—Ahora comprendo lo que querías decir, cuando llamabas pesadas a Ashley y Catherine —rio Alex—Estaban convencidas de que querías traértelo todo, así que se pusieron manos a la obra y dejaron tu habitación vacía. Yo tuve que callarme, no
tenía elección.
—Ya te lo dije —rio sofocadamente Lidia.
—Sí, me lo dijiste —confirmó Alex contemplando la casa y luego a Lidia.
Sin pensarlo dos veces, Alex tomó a Lidia en brazos y la estrechó.
—¡Alex! —exclamó Lidia aferrándose a su cuello.
—Quizá esta boda no sea de verdad, pero mereces que te trate como a una novia, así que voy a llevarte dentro en brazos.
La casa era antigua, pero estaba bien conservada. Por fuera, necesitaba aún reparaciones, pero Lynn no podía estar más feliz.
—No es necesario que lo hagas —dijo Lidia con voz ronca.
—Sí, quiero hacerlo —contestó Alex empujando la puerta con el hombro, con ella en brazos.
Ambos se miraron en silencio, la tensión era evidente entre los dos. Alex bajó la vista hacia los labios de Lidia. Sabía que él mismo se estaba tentando, pero se había pasado la noche entera contemplándola dormir, y no podía esperar más. Tenía que saborearla. Pero solo un beso, se prometió en silencio.
Alex rozó los labios de Lidia con los suyos, y ella gimió. Luego, segundos después, Lidia emitió un profundo suspiro de placer. Estrechaba a Alex por la nuca, con fuerza. Entonces él profundizó en el beso, y ambas lenguas se tocaron.
Sin dejar de besarla, Alex la dejó lentamente en el suelo, deslizando las manos por su espalda. Las de ella descansaban sobre su pecho, ejerciendo una suave
presión. Consciente de la vacilación de Lidia, Alex alzó la cabeza por fin.
—Lo siento, no pretendía que ocurriera.
—No es eso —sacudió la cabeza Lidia—Me ha gustado el beso, es que no me siento bien. No he comido nada esta mañana, y tengo una extraña sensación en el estómago.
—Pues no creo que haya nada de comer aquí —comentó Alex soltándola y dando un paso atrás— ¿Quieres que vayamos a Crockett a comer? Podemos parar en el supermercado a comprar.
—Muy bien, pero espera que vaya al baño. Enseguida vuelvo.
Alex la observó marcharse. ¿A quién pretendía engañar? Quería hacerle el amor. En ese instante, todos los días, mientras durara aquella farsa. Quería saciarse de ella. Quizá de ese modo pudiera llegar a aceptar que algún día se separarían.
Al fin y al cabo, estaba acostumbrado a que las mujeres lo abandonaran. Lidia no era diferente de las demás. Por supuesto, ella se sentía atraída hacia él, pero esa atracción no iba más allá del deseo sexual. Y eso no debía olvidarlo. No iba a hacer el
tonto, poniendo en ella su confianza.
Alex alzó la cabeza al entrar Lidia en la habitación. Estaba muy pálida, tenía los ojos llorosos.
—¿Te encuentras bien? —Lidia asintió, pero era obvio que estaba mal. Alex se acercó, pero ella dio un paso atrás. Él frunció el ceño, y la observó— ¿Qué ocurre?
—No estoy embarazada —contestó ella con un nudo en la garganta.
—¿No lo estás? —repitió él confuso— ¿Quieres decir que…?