En la oscura habitación con sólo la tenue luz de la luna reluciendo su perfecta anatomía, su pequeña cintura y delicada piel era apresada por mis manos sin dejarle escapatoria alguna.
Resonaba entre cuatros paredes el morboso ruido de pieles chocando. Maldiciones entre jadeos, gritos de placer y gemidos ahogados.
Entre besos hambrientos su frágil y pequeño cuerpo se retorcía y deshacía con cada embestida que daba sin delicadeza alguna.
Su voz demandante, cómo siempre, pidiendo por más contacto.
-¡AHH! -un gritó de sorpresa y placer salió de sus labios.
Una linda marca roja quedó plasmada en su trasero.
-Me encanta cuando te pones agresivo, cariño.
Rodé los ojos.
Prefería mil veces oír los gritos de placer como gata en celo a que hablará.
-Ya cállate. -bufé.
-Odio que te pongas demandante, las cosas se hacen como yo digo y quiero.
-Sí, si... Cómo digas. -dijo con enojo.
-Maldito Malhumorado.
-¿Que has dicho? -dije con voz ronca y grave.
Mi mandíbula se tensó al momento de escuchar como me había llamado.
Tomé de sus cabello oscuro por la nuca girando su rostro hacia mi.
-¿Cómo me has llamado? -susurré a su oído.
Sentía como se estremecía al sentir mi caliente aliento acariciando parte de su cuello.
Sonreí ladinamente al notar lo que provocaba con sólo un susurró, pero mi sonrisa se borro al ver su rostro de lujuria, junto a una sonrisa pervertida.
Le importaba una mierda enfrentarme.
-Maldito Malhumorado. -dijo con una sonrisa juguetona, enfrentándome.
-Por este maldito malhumorado, te humillas como perra alzada para que te folle, bebé... -susurré nuevamente en su oído mientras tiraba más fuerte de su cabello.
-¡AHH! Si... Y lo seguiría haciendo. -habló buscando mis labios.
-Lo seguiría haciendo porque te amo... -susurró apenas audible.
-jajaja... -no pude evitar reír. -Tus sabes bien que no voy a corresponder a tus malditos sentimientos. -sonreí.
Vi desilución en su rostro.
Sabía muy bien que yo no correspondería a sus sentimientos y se lo había dejado en claro siempre.
Todas esas mierdas del amor no eran para mí.
-No me importa, idiota. -dijo decidida. -esperaré lo que sea necesario.
-Tarde o temprano caerás. -afirmó.
-Sabes que no es así... -susurré, sonriendo ladinamente.
-Sabes que esto es sólo sexo, cariño. -di una fuerte y dura embestida.
-¡Animal! ¡No seas tan brusco! -gritó.
-Vuelves a llamarme idiota y juro que te dejaré en sillas de ruedas por un mes ¿Oíste? -salí de su orificio sin cuidado, recibiendo una maldición por su parte.
-¡Hijo de puta! -gritó, yo sólo reí.
-al suelo, ahora. -dije seriamente, borrando cualquier rastro de gracia de mi rostro.
-¿Qu-Qué? -tartamudeó sin comprender.
-¿Que? -fingi su voz chillona.
-Qué voy a follar esa sucia boquita que tienes ¿Entiendes o te lo dibujo?
No tuve que decírselo dos veces.
Sin dudar, se puso se rodillas al piso, con sus ojos brillosos en lujuria, esperando por recibir mi miembro.
Bajo su atenta mirada, me levanté lentamente de la cama tomándome todo el tiempo que quisiera.
Me dirigí hasta donde habían quedado mis jeans negros y busque en uno de los bolsillos mis Marlboro y encendedor.
Me dirigí hacia mi "amante" y lleve el cigarrillo a mis labios, sintiendo el mentolado humo pasar por mi garganta.
Me incline un poco a su altura y solté todo el humo en su rostro, provocando que comenzará a toser. Sonreí con sorna.
-Toda una perra obediente, esperando por su trozo de carne. -sonreí ladinamente.
-Así me gusta.
Me miró con molestia, pero aún con rastros de lujuria.
Lo quería, lo deseaba tanto, moría por tener mi polla en su boca y saborearla.
-Chupa. -ordené. -Quiero que te la comas toda, cómo la gran putita que eres.
No alcance a terminar la frase, cuando ya se encontraba con mi polla en su boca.
Su cálida y húmeda cavidad abrazo mi miembro con intensidad.
Subía, bajaba y succionaba como si fuera un delicioso dulce.
Su lengua delineaba cada vena marcada de mi erecto pene.
Tomé su cabello y con brusquedad comencé a follar su boca.
Pequeños rastros de saliva escurrían de la comisura de sus labios, mientras mi polla golpeaba su garganta sin delicadeza alguna, provocando que unas lágrimas escaparan de sus ojos.
-¡Joder! -no pude evitar gemir.
No podía negar que era exelente haciendo sexo oral.
¡Jodida mierda!
Me importaba un carajo sus estúpidos sentimientos, yo sólo quería follar su boca y que se fuera a la mierda.
Debido a mi insomnio, no encontraba mejor forma que perder el tiempo en sexo, pero las horas sin dormir me estaban pasando factura y por hoy, necesitaba aunque sea poder dormir dos o tres horas para recuperar energía.
Mañana comenzaría la universidad y no quería dormirme en mi primer día de clases, aunque sinceramente me importaba una mierda. Pero no quería ser el blanco de algún profesor el primer día.
Mientras seguía follando su boca con nada de delicadeza, sentí todo un estremecimiento pasar por mi espina dorsal, el cosquilleo bajo mi vientre se hizo presente y en una embestida, me vine completamente en su boca.
-¡AHH! ¡Mierda! -hilos blancos escurrían de su boca, mientras me miraba con sus ojos vidriosos en placer.
-Traga. -ordené y sin dudarlo trago todo, saboreando los restos de sus labios.
-Eres exquisito. -dijo mientras daba pequeñas lamidas a mi semi-erección.
-Vístete y vete -ordené.
se levantó del piso con sus piernas temblorosas y su rostro rojo en furia.
Rodé los ojos, ya sabía lo que se venía.
Gritos, gritos y más gritos...
-¿En que me iré? -preguntó confundida.
Yo sólo la miré sin expresión alguna y me encogí de hombros.
-Ese no es mí problema. -dije encogiéndome de hombros. -Llama un taxi o vete caminando.