Pegamento Chino

El mundo de porcelana

Recuerdo esos momentos...entre paredes monocromáticas. Viendo ese liquido rojo, tan espeso. Sentado en ese sillón del que sobresalían resortes, era duro, y dejaba el adolorido el trasero.

 

Era un niño, y no, no comprendía la malicia de los dioses, que obstinados me regañaban por no decirles padres, pero no era tonto, algo despistado pero nunca tonto.

 

—¿Ahora qué ves? -pregunto el psicólogo con su carita de borregito bueno, quizas con el objetivo de ganarse unos dinerales más deprisa —¿Chico? -volvió a preguntar, esta vez con impaciencia, se notaba en la forma en que movía la copa, con círculos perfectamente calculados.

 

Según el, era un rito de su sector para hipnotizar a los más pequeños, y así sacarles secretos por si robaban o golpeaban a sus hermanos menores.

 

Era sencillo contestar "veo a mi difunta abuela" pero la parte más egoísta de mi ser, aquella que los dioses aun no comprenden, aquella que despacio, me dice al oído que siga con esta caravana. Con esta aventura de cuentos.

 

Y como soy conformista, sigo, a pesar de la locura que pueda ser.

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Levantado en la madrugada. El chaleco negro de botones caseros, buzo parcheado hasta el cansancio, y los zapatos bajos con pegamento casero, están listos para otro día en este lugar...

 

Con los rayos del sol a despuntar. Pongo mi mano frente al sol y reviso la hora según la posición de este. 

 

—"Seis y media" -muerdo mi labio. Si no apresuro el paso, voy a llegar tarde. Salgo corriendo del cuarto, no sin antes mirar de reojo el closet.
 

Viendo los pisos chuecos, las alfombras a rebosar de hongos y el techo, funcionando como entrada para enfermedades del exterior, con sus tablas torcidas y mal puestas, me doy cuenta que estoy en la realidad...y que esta casa necesita reparación urgente. 

 

Le doy un besito al apoya manos. Son trozos de madera que mi papá deshizo, reconstruyó y pulió, uniendo varios consiguió un pasamanos pequeño. De superficie bronceada, de dos agujeros huecos, donde se pueden afirmar las manos y así bajar sin sufrir lesiones. Es la mejor opción, si salir a comprar escaleras te da miedo. Hicimos esta herramienta hace años, esta tan coja que puede caerse en cualquier momento 

 

—Tranquila, de seguro tendrás la oportunidad de mejorar, muy pronto -bajo la escalera de mano, mis zapatos impactan contra el suelo de piedra pulida.

 

—¡¿Entonces se verán rebajadas?! -pregunta mamá sobre algún tema que desconozco. Desde el rincón dedicado a la cocina, se pueden oler los fuertes pimientos. Esta cocinando salsa.

 

—No lo se, no lo se ‐contesta papá, descansando en el sillón acolchado. Sus pies tersos son lo que más se distingue entre tanto almohadón. 

 

Ambos notan mi presencia, pero solo Ma detiene lo que esta haciendo.

 

—Amor -besa mi mejilla, y le correspondo con unas palmaditas en su espalda —¿Dormiste bien? 

 

Asiento —Aun que los ruidos estuvieron fuertes...
 

Ella baja la cabeza, parece que fue mala idea...recordarle ,pero ya esta hecho.

 

Miro a papá en busca de algún grado de expresión en su rostro, pero lo aparta. 

 

—¡Cariño...los Gojí están para chuparse los dedos! -comenta ella, con su sonrisa más grande.
 

El no contesta. Otra vez siento esas puntadas en el corazón. No hago caras. No vale la pena, pero no puedo evitar que me suden las manos y mi garganta se desplome, formando un nudo.
 

Al final me siento en la mesa. Aun que esa escena me quito el apetito, no quiero ser descortés con mamá, de seguro se esforzó mucho en preparar la comida.
 


 

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El charco de agua se desprende en el lavabo y choca contra los platos, la mugre se desliza y deshace, pidiendo piedad hasta los últimos minutos. Algunos trozos de salsa se detienen al lado del tapón. De inmediato son sumergidos a su fosal.
 

Ma se muerde las uñas. Sus ojos caídos claman piedad, pero no puedo dársela. Organiza los últimos retoques de mi bolso

 

—¿Llevas tus libros? -pregunta ella, sin saber como respirar con normalidad

 

—Si...

 

—¿Y tu colación, la pusiste en el bolsito?
 

—Si mamá -digo sin querer con artargo. Ya es tarde, sus ojos se humedecen y una carga se apodera de mi pecho. Soy basura...

—Lo siento amor -se acerca a abrazarme por el cuello. Su presión es la mía —Es que hacer esto...es muy...

 

-Lo se Ma...pero confío...

 

—¿¡En que?!...

 

Sus lagrimas quedan impregnadas en mi chaleco, descendiendo hasta mis pantalones. Ya no importa.

 

—Mamá 

 

—Ya Lor -interrumpe papá, tomándola del brazo. Sus canas grises y pasos chuecos revelan sus intenciones. 
 

—Ed -cuando me dan la espalda, Pa ni se molesta en bajar la voz. 

 

Que conveniencia. El universo conspira para hundirme más. 

 

—Es un hombre, no lo puedes mimar de esa manera.
 

 

—Pero es mi hijo. No se si volverá en un ataúd! -desgarrada, golpea su pecho. El ni se inmuta.
 

 

—¡Recuerda lo que nos aconsejo el psicólogo A, si lo tratas como una mujercita se volverá como ese mari...
 

No lo soporto más 

 

—¡Adiós! -mamá retiene mi brazo, no puedo safarme. 
 

—¡Cariño yo!...
 

—¡Alumno! -giro la cabeza, es el profesor. —¡Póngase en fila! 
 

Veo a los chicos con sus mascaras antigás, asemejántes a picos de aves. Todos observan mi situación familiar, ladeando las cabezas y susurrando entre ellos...pero no sorprendidos, saben que estas cosas pasan cada cierto tiempo, pero que mi progenitora se meta, es algo nuevo.
 

—Tengo que irme -me safo y corro a la fila. Me adecuó en medio de los bajos. 
 




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