Siempre he sentido atracción hacia lo prohibido, a lo invisible y lo magnífico, a la visión que tengo del mundo, dónde la gente correcta ve el mismo significado de uno, dónde uno encuentra sin querer a la persona correcta, no existen las ataduras, uno es libre, uno aprecia y distingue, el pensamiento muy similar, el razonamiento que es correcto y la forma en la uno se puede complementar sin mucho esfuerzo...
Cómo un día a día, apreciando el atardecer, la mente da mil vueltas a los temas, cuándo no se sabe explicar la emoción, el nervio termina ganando, pero la sensación vale la pena, solo o a compañía, diferentes sensaciones y sin ganas de bajar al mundo real, la parte más linda del día es cuando se termina y la oscuridad llena la ciudad, esa tranquilidad y ese sentimiento de querer perderse en las sombras y convertirse en una de ellas, desaparecer los sonidos de la ciudad y solo convivir con la naturaleza, llenarse de buena energía y terminar pensando en aquello que tanto quita el sueño, que te pone positiva y te llena de su entusiasmo, lo inquieto y la comodidad, las risas y la morbosidad, los encuentros en silencio y los secretos que existen dentro, dónde no se sabe que procederá, pero no hay prisa de querer saberlo, el cuerpo entiende lo que uno quiere y las miradas profundas dónde las respuestas son más confusas, sin poder soñar, y estar encerrado en el abismo de no saber hacia donde caer, pero el viento estando a tu favor, te guía por dónde debería de ser una nueva experiencia, subiendo y bajando, adentrándose a las profundidades que existen en aquél lugar, dónde se muestra poco a poco y dónde todo tiene su ritmo, encontrando la verdad, queriendo saber en qué camino pertenecer, si dejarse llevar o retirarse antes de iniciar...
¿Qué es lo que pasará?