Déjame que te llore en un rincón,
que la niebla que me envuelve se lleve mis lágrimas,
que la tristeza se borre como aquel recuerdo que me diste,
y que todo se desvanezca en un sollozo patético.
Déjame en aquel rincón
donde el rosío de mi llanto se embelezca con tu sonrisa,
donde la vida que vivimos se llenó de recuerdos,
donde el fulgor de nuestra llama más ardía.
Aquí estoy, aquí sigo, como siempre, como nunca,
como el grito de ira que es callado por la vanidad de tus besos,
como la agonía que envuelve mi corazón con algarabía,
como nunca, como antes, aquí estoy, aquí sigo, penando.
Déjame que te llore en un rincón,
aquel que tantas noches me acobijó con candente frío,
aquel que me recuerda que sigo vivo, que estoy aquí,
como siempre esperando... como siempre... llorando.