Placeres Siniestros

Hogares como el nuestro

"Catrina, te ordeno que abras la puerta. Catrina, ábreme la jodida puerta..." y Catrina, Catrina, Catrina... Me pregunto porque mi vida vale tanto cuando me la estoy por quitar y tan poco cuando ella la tiene en sus manos. Mi madre no consiguió abrir la puerta hasta cinco minutos después, con la ayuda de un vecino, y para entonces me encontró desmayada en el suelo con mis brazos y muslos sangrando, formando todo un charco de sangre a mi alrededor. Aún no entiendo como me consiguieron salvar. Supongo que cuando quiere, el universo puede ponerte todo en contra. Un mes después estamos lejos de aquella habitación, en su nueva casa, en busca de rehacer sus vidas, pero no puedo dejar de pensar en aquel día y en todos los anteriores en los que sólo estuve a un paso de la libertad.


 

Estamos frente a una casa grande con un terreno amplio como nunca había visto. Parece demasiado para nosotros aún calleándose a pedazos y con sus jardines muertos de paja seca y macetas vacías. Surcan el terreno cercas de madera blanca, gastadas y torcidas que son cortadas por los laterales con el comienzo de un frondoso bosque. Mirando en frente solo se ven terrenos baldíos y me pregunto que tan mal fundada esta la confianza de mi madre en hombres desconocidos como para entregarnos de este modo.


 

Vinimos hasta aquí por el empleo de su novio, por un salario mayor, uno que no se puedan gastar tan rápido; pero contemplando el lugar no parece que nuestra situación vaya a mejorar de alguna forma, por el contrario, ahora ni gritando nos podría oír alguien.


 

—dulce, dulce hogar —dice Óscar


 

—sí, mí amor —le responde mi madre mirándolo embobada y enredando sus brazos en la cintura de él por la gran diferencia  de altura.


 

Él abre la puerta y se escucha el rechinar mientras lo hace hasta al dar el primer paso dentro. La casa tiene bastantes años, esta echa de madera medio podrida que tiene ya un tono negruzco, así qué que rechine con solo una brisa no seria sorpresa.


 

—Aca tengo los planos —menciona—. Pues veamos... —gira y compara los papeles al lugar—, ahora nos encontramos en la sala principal, allá esta la cocina —apunta hacia el frente-; ahí las escaleras, al lado del comedor. Oh y en el fondo, hay una pequeña habitación —dio una mirada hacia la izquierda


 

—creo que esa la podríamos ocupar nosotros, por el momento —le susurra mi madre jocosa, tomándolo por la camisa y él asiente sonriente, mientras se deja arrastrar


 

— Cat —me da una mirada rapida—, explora y elige tu cuarto. Después nos vemos —busca ser amable y eso es lo más preocupante.


 

Le respondo con un acentimiento de cabeza tras que mamá me fulmine para cooperar. Ellos se van a la habitación y yo subo con mi bolsa antes de empezar a escucharles.


 

La casa está amoblada y limpia lo que me sorprende aún más en cómo mi madre y Oscar pudieron costearla. Tiene tres pisos, el primero ya descripto, el segundo más diverso, con habitaciones, un estudio y una biblioteca donde comienza la escalera hacia el tercer piso, pero es este último que llama mi atención, siendo casi un ático. Continuando desde la biblioteca subo esa estrecha y oscura escalera hasta una puerta entreabierta, para descubrirlo. Sólo la empujo un poco y de no ser por la luz que se filtra entre las cortinas, me perderia de lo hermoso de aquel lugar. Amplio como ningun cuarto que haya tenido o hubiera podido soñar, con una chimena, una terraza y un baño. Tiene el techo en caída, todo en madera y amoblado con una cama de dos plazas en el centro tendida con unas sábanas de un color rojo que me recuerda a mi propia sangre, y debajo de la cama hay una alfombra un tono más oscuro. Todo está ordenado, ni siquiera la chimenea tiene telarañas


 

Me acerco las cortinas y corriéndolas encuentro una puerta de vidrio que da a la terraza y al no llevar llave paso hacia fuera quedando de frente al bosque que se expande en la parte trasera de la casa. Intento ver el final del bosque alzándome en puntas de pie pero no llego a avistar ni las sierras que recubren la zona, parece un lugar sin salida.


 

Dejo abierta la puerta para ventilar. Pero ya todo luce limpio. Aún así des-tiendo la cama y aireo el colchón, anudo las sabanas de este hasta formar una larga soga y tras atarla al barandal de la terraza sin dejarla caer aún, cierro sus puertas y la entrada con un trozo de alambre que llevó de pulsera.


 

Tras haberme quedado dormida, me despiertó de golpe al sentir un viento helado sobre mi piel y atinó a buscar mi celular bajo mi almohada pero desde la terraza abierta la luna alumbra con generosidad, así que solo salto de la cama para observar fuera. No veo el alambre por ningún lado, pero las sábanas se mueven libremente hasta el suelo aun sujetas. Todo repentinamente esta tan tranquilo como una noche en pausa, tanto que ni el viento sopla ni la niebla circula; y sin embargo la soga sigue balansendose y es hasta que veo una sombra moverse a toda velocidad hasta el bosque que recién todo procede. El viento sopla con llovisna en mi cara y se escucha un rayo caer a los alrededores iluminado todo el cielo. Vuelvo a la cama por mi celular y bajo por las sábanas hasta el suelo. Se siente el frío adentrándose filoso por mis huesos buscando acobardarme pero si he de admitir un defecto heredado de mi madre, sería no saber apreciar las advertencias de peligro.


 

Corro alumbrando el suelo con mi celular en la dirección de aquella sobra intrusa, casi segura de su identidad y furiosa por ello. Antes de salir del patio tropiezo con raíces y caigo arañándome un poco pero sigo sin siquiera verificar mis antiguas heridas.


 

Estando a uno metros del bosque ya se puede sentir el susurro de los árboles y la humedad que te penetra en los poros como si de veneno se tratase. Suspiro sujetándome a uno de los arboles que dan inicio al resto que lo siguen desordenadamente y aunque dudo por un segundo, me adentro sin mirar atrás. Camino ansiosa y cansada, casi como si buscara que todo fuera mentira. Pero me descoloca como de pronto el viento ya no se siente, ni la lluvia o el frio, el tiempo volvió a parar y todo se vuelve cálido, casi acogedor; Pero el silencio me mantiene alerta hasta que detrás de mi suena el quejido de una rama sediendo ante peso extraño. Me giro para ver de donde provino el sonido, apuntó con mi celular en todas direcciones y no se ve nada aparte de árboles oscuros y mas arboles. Se vuelve a escuchar el crujir de otra rama, del lado opuesto al anterior. vuelvo a girarme y otra ves nada. Otro crujir a mi derecha y de pronto a mi izquierda pisadas acercándose a mi.




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