Por nosotros

Prólogo

Los gritos se escuchaban por toda la casa, retumbando entre las paredes, quienes estuvieran gritando debían estar tan enojado como para que su voz hiciera eco en cada rincón de esa inmensa casa. Sofía Harrison pudo reconocer una de esas voces, era su esposo, nunca antes lo escuchó tan furioso, bueno a excepción de esa ocasión, en donde además de un ferviente enojo, distinguió un incesante dolor, pero eso había quedado atrás, muerto y enterrado como uno de los más cuidados secretos, ni ella ni William, ni él, jamás volvieron a tocar ese tema, nunca nadie debía saberlo.

Mientras bajaba las escaleras de la casa en busca del alboroto que se suscitaba, pudo distinguir su rostro reflejado frente un espejo, tenía el pijama puesto, el cabello enmarañado, enormes ojeras, los ojos hinchados de tanto llorar. Tenía días sin poder controlar su llanto, sin lograr conciliar el sueño, cada vez que cerraba los ojos era como si una voz le susurrara al oído, que con ese sufrimiento estaba pagando por el error que cometió, por haber lastimado a su esposo, ese hombre que no había hecho más que amarla incondicionalmente a ella y a su hija desde que supieron que venía en camino.

Sin poder evitarlo una nueva lagrima se deslizó por su rostro ante el recuerdo de su hija, esa pequeña que la hizo volver a la vida luego de que estuviera envuelta en tanto dolor, cuando pensó que no tendría más fuerzas para continuar y acabaría con su vida, una nueva luz aparecía, pero el destino nuevamente se aferraba en arrancarle la felicidad.

Cerró los ojos con fuerza, apretando sus manos en puños hasta que sintió sus uñas enterradas en su piel creando algunos cortes, pero el ardor que eso le provocaba no estaba ni cerca, del que sentía en el alma por las decisiones que había tomado a lo largo de su vida y que la llevaron a tantas desgracias.

Estando tan absorta en sus dolorosos pensamientos, ni siquiera recordaba los gritos que se escuchaban, hasta que el fuerte sonido de un disparo la hizo exaltarse.

Corriendo escaleras abajo observó a todos lados, intentando averiguar de donde provino el disparo.

- ¡William! ¡William! -gritó con el corazón palpitándole descontroladamente. La casa parecía estar desolada, ni siquiera veía a las personas del servicio y eso la asustaba aun más, algo no estaba bien.

Viendo la puerta del despacho de su esposo abierta se acercó con cautela, después de escuchar el disparo todo se quedó en un completo silencio. No lograba distinguir ningún movimiento dentro del despacho ¿qué rayos estaba sucediendo?

Sus pasos se sentían algo torpes y trataba de enfocar sus ojos en busca de cualquier cosa que le ayudara a entender, pero el efecto de las pastillas que le recomendó el doctor para mantenerse tranquila aún estaba surtiendo efecto, sintiéndose aturdida.

Entró al despacho viendo algunos papeles esparcidos por el piso, el escritorio desordenado y algunas de las cosas que normalmente su esposo mantenía en orden estaban tiradas.

Rodeó el enorme escritorio de madera y ahí del otro lado encontró a su esposo tendido sobre la alfombra con un disparo entre el hombro y su cuello, tenía los ojos abiertos, inyectados en sangre tratando de aferrarse a la vida.

- ¡William! -gritó Sofía corriendo, cayendo de rodillas a su lado - ¿qué ha pasado? -lloró viendo a su esposo, la sangre corriendo por su camisa blanca sin cesar- resiste, iré a llamar una ambulancia-

-no- le susurró él deteniéndola, tomando su mano, apenas logrando hablar- está aquí, debes irte- tosió, mientras su boca se llenaba de sangre.

- ¿quién está aquí? ¿Quién te hizo esto? -preguntó ella, las lagrimas corriendo en cascada por su rostro.

- Corre y no dejes que la encuentre –ordenó

- ¿de qué hablas? -escucharlo decir eso la hizo sentir un enorme terror, él lo sabía.

- lo sé todo y él también lo sabe, debes irte- volvió a toser, teniendo cada vez menos fuerza para hablar.

-no te voy a dejar aquí, debo llevarte a un hospital- chilló, poniendo la cabeza de William sobre su regazo, sintiendo la sangre mojando su pijama blanco.

Los ojos de William se fueron cerrando mientras su cuerpo se desvanecía por completo en los brazos de Sofia.

- ¡NO! -gritó ella de forma desgarradora, llorando desconsoladamente sobre el cuerpo de él.

Pasaron algunos segundos hasta que una voz la hizo reaccionar del impacto que la muerte de su esposo le causó.

- pero vaya que esto es romántico- se escuchó una voz gruesa y varonil proveniente de la puerta del despacho.

El entró caminando con tranquilidad y llevando esa sonrisa burlona que decía, que en definitiva estaba divirtiéndose con la situación.

-tu- masculló Sofia con sorpresa pura reflejada en el rostro, no podía creer que él estuviera ahí y se atreviera a hacerle eso a William.

- y bien querida Sofia, necesito que me digas en donde está, no me molestaría poner una bala en medio de esos bonitos ojos que tienes- advirtió el hombre, acercándose a donde estaba.

-no sé de lo que estás hablando, maldito- rabió ella, aun cuando podía sentir el miedo al verlo ahí, sosteniendo un arma en su mano y pareciendo el mismo diablo, su determinación por cuidarla era mucho mayor y no le importaba morir, en muchas ocasiones había huido, siendo cobarde, pero en esta ocasión no lo seria.



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En el texto hay: misterio, amor, suspenso

Editado: 24.08.2023

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