Jungkook.
A Kim Taehyung le gusta un jugador de fútbol americano. No doy crédito. Pero ya lo he ofendido una vez esta noche, así que sé que tengo que ir con cuidado si quiero convencerlo.
Espero hasta estar los dos en mi Jeep con el cinturón de seguridad puesto antes de soltar la prudente pregunta.
—Y entonces, ¿desde hace cuánto quieres foll… hacer el amor con Oh?
No responde, pero puedo sentir su mirada asesina clavada en mi perfil.
—Tiene que ser una cosa bastante reciente, ya que se ha trasladado hace dos meses. —Aprieto los labios—. Vale, vamos a suponer que es desde hace un mes.
No hay respuesta.
Lo miro y veo que está frunciendo el ceño aún más, pero incluso con esa expresión intimidante está bueno. Tiene una de las caras más interesantes que he visto; sus mejillas son quizás demasiado redondas y sus labios quizás demasiado carnosos, pero combinado con su suave piel canela, sus alegres ojos marrones y el pequeño lunar sobre su nariz, parece casi exótica. Y ese cuerpo… Joder, ahora que me he fijado en él, no puedo ignorarlo.
Pero me recuerdo a mí mismo que no lo estoy llevando a su casa con la esperanza de tirármelo. Necesito a Taehyung demasiado como para estropearlo todo acostándome con él.
Al acabar el entrenamiento de hoy, el entrenador me llevó aparte y me soltó diez minutos de charla sobre la importancia de tener buenas notas. Bueno, «charla» es una descripción demasiado generosa; sus palabras exactas fueron: «o mantienes tu media, o te meto el pie en el culo tan dentro que notarás el betún de mis zapatos en tu boca durante los próximos diez años».
Como buen listillo que soy, le pregunté si de verdad la gente seguía utilizando betún para los zapatos y él respondió con una serie de palabrotas de todos los colores antes de dar un portazo.
No estoy exagerando cuando digo que el hockey es mi vida, pero supongo que eso es algo que ocurre sí o sí cuando tu padre es una puta superestrella. Mi viejo tenía mi futuro planeado cuando yo aún estaba en el vientre de mi madre: aprender a patinar,
aprender a lanzar, ser profesional, fin. Después de todo, Jeon Jisub tiene una reputación que mantener. Solo hay que pensar en lo mal que quedaría mi padre si su único hijo varón no llegara a ser jugador de hockey profesional.
Y sí, eso que detectas, es sarcasmo. Y aquí va una confesión: mi padre no me cae bien. No, mejor dicho, le detesto. La ironía de todo esto es que el cabrón piensa que todo lo que he hecho, lo he hecho por él. Los duros entrenamientos, los cardenales por todo el cuerpo, el matarme veinte horas a la semana para mejorar mi juego. Pero él es lo suficientemente arrogante como para creer que he pasado por todo eso por él. Y se equivoca. Lo hago por mí mismo. Y en menor medida, lo hago para ganarle.
Para ser mejor que él.
No quiero que se me malinterprete: me encanta el hockey. Vivo por y para el rugido de la multitud en la grada, el gélido aire que enfría mi cara mientras voy a toda velocidad por el hielo, el silbido del disco al lanzar un potente tiro que activa la sirena. El hockey es adrenalina pura. Es emoción. Es… hasta relajante.
Miro a Taehyung otra vez y me pregunto cómo persuadirlo y de repente caigo en que he estado pensando en esta historia de Oh de la forma equivocada. Porque es verdad, yo no creo que sea su tipo, pero ¿es él el suyo?
Oh va de tipo fuerte y silencioso, pero he estado con él las suficientes veces como para saber que todo es una actuación. Él utiliza esa mierda de «chico
misterioso» para atraer a chicas y chicos, y una vez pican el anzuelo, activa sus encantos y los lleva directamente a sus pantalones.
Así que, ¿qué leches hace un chico sensato como Kim Taehyung babeando detrás de un tipo tan popular como Oh?
—¿Es algo físico o de verdad quieres salir con él? —pregunto con curiosidad.
Su suspiro de exasperación resuena en el coche.
—¿Podemos dejar de hablar de esto?
Le doy al intermitente para girar a la derecha y nos alejamos de la calle de las fraternidades, en dirección a la carretera que lleva al campus.
—Estaba equivocado sobre ti —le digo en un tono sincero.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que pensé que eras una persona directa. Con agallas. No alguien que es demasiado cobarde como para admitir que le atrae un chico.
Oculto una sonrisa cuando veo que aprieta mandíbula. No me sorprende ver que he tocado una fibra sensible. Se me da bastante bien leer a la gente y estoy convencidísimo de que Kim Taehyung no es del tipo de chico que retrocede ante un desafío, ni siquiera ante uno indirecto.
—Vale. Tú ganas. —Suena como si estuviera hablando con los dientes apretados—. Es posible que me guste. Pero muy, muy poco
Mi sonrisa sale de su escondite.
—Guau, ¿tan difícil era? —Levanto el pie del acelerador cuando nos acercamos a un stop—. Y entonces, ¿por qué no le has pedido salir?
Una pequeña ola de miedo se propaga por su voz.
—¿Por qué iba a hacer yo eso?