Jungkook.
Soy adicto a ese momento justo antes de despertarme. Ese momento en el que las tenues telarañas que hay dentro de mi cerebro se juntan para formar una bola coherente de consciencia. Es el momento más «¡¿qué putas pasa?!» del día. Desorientado y confundido, con la mitad de mi cerebro perdido todavía en el sueño que estaba teniendo.
Pero esta mañana, algo es distinto. La temperatura de mi cuerpo parece más alta de lo normal y me doy cuenta del dulce olor que me rodea. ¿Fresas? No, cerezas. Sin duda, cerezas. Y algo me hace cosquillas en la barbilla, algo suave y duro al mismo tiempo. ¿Una cabeza? Sí, hay una cabeza en mi cuello. Y un brazo fino extendido sobre mi estómago. Una pierna templada enganchada en mi muslo y un pecho blando descansando sobre mis pectorales. Mis ojos se abren poco a poco y veo a Taehyung acurrucado junto a mí. Yo estoy boca arriba con mis dos brazos envolviéndolo a él, sujetándolo fuerte contra mi cuerpo. Ahora ya sé por qué mis músculos están tan tensos.
¿Hemos dormido así toda la noche? Recuerdo estar en lados opuestos de la cama cuando me quedé dormido, tan separados el uno del otro que casi esperaba encontrarme a Taehyung en el suelo por la mañana.
Pero estamos enredados en los brazos del otro. Se siente bien.
Me pongo en alerta. Lo suficientemente alerta como para darme cuenta de ese último pensamiento. «¡¿Se siente bien?!» ¿En qué cojones estoy pensando? Los abrazos están reservados para novios. Nada más.
Y los noviazgos no son lo mío.
Pero tampoco lo suelto. Ahora estoy totalmente despierto, oliendo su esencia y disfrutando de la calidez de su cuerpo. Miro el despertador que va a empezar a sonar en cinco minutos. Siempre me levanto antes que él, como si mi cuerpo supiese que me tengo que despertar, pero lo programo de todos modos por si acaso. Son las siete. Solo he dormido cuatro horas, pero me siento, extrañamente, descansado. Con sensación de paz. Aún no estoy preparado para soltar esa sensación así que me quedo ahí tumbado con Taehyung en mis brazos escuchando su respiración constante.
¡¿Estoy empalmado?!
La voz horrorizada de Taehyung rompe el tranquilo silencio. Salta hasta que se queda sentado, pero se cae hacia atrás. Sí, pierde el equilibrio mientras está tumbado porque su pierna sigue sobre mis muslos. Y sí, sin duda hay una tienda de campaña montada en mi zona sur.
—Tranqui —digo con voz ronca de recién despertado—. No es más que un empalme mañanero.
—Un empalme mañanero —repite—. Dios, eres tan...
—Eso es lo que nos pasa a algunos por las mañanas. Es la naturaleza, Kimy. Nos despertamos empalmados. Si te hace sentir mejor, no estoy ni un poco cachondo ahora mismo.
—Vale. Acepto tu excusa biológica. Y ahora, ¿puedes explicarme por qué has decidido abrazarme por la noche?
—Yo no he «decidido» una mierda. Estaba dormido. Y por lo que sé, has sido TÚ el que ha trepado encima de mí.
—Jamás haría eso. Ni siquiera dormido. Mi subconsciente nunca lo permitiría.
Me empuja con su dedo en el centro del pecho y a continuación se baja de la cama tan rápido que lo veo moverse como en una imagen borrosa.
Cuando se va, experimento una sensación de pérdida de inmediato. Ya no es todo cálido ni acogedor sino frío y solitario. Cuando me siento y subo los brazos para estirarme, sus ojos miran fijamente mi pecho desnudo y su nariz se arruga con asco.
—No me puedo creer que mi cabeza haya estado encima de esa cosa toda la noche.
—Mi pecho no es una «cosa». —Lo miro directamente a los ojos—. A otros chicos parece gustarles bastante.
—Yo no soy otros chicos.
No, no lo es. Porque otros chicos no me hacen pasármelo tan bien como él. De repente me pregunto cómo he podido vivir hasta ahora sin las respuestas sarcásticas de Taehyung, o sin sus refunfuños enfadados.
—Deja de sonreír —suelta.
¿Estoy sonriendo? Ni me había dado cuenta.
Entrecierra los ojos mientras busca su ropa. —No le digas a nadie esto —me ordena.
—¿Por qué no? Solo mejoraría tu reputación.
—No quiero ser uno de tus «conejitos» y no quiero que la gente piense que lo soy. ¿Está claro?
Oír ese término saliendo de él me hace sonreír aún más. Me gusta que esté aprendiendo la jerga de hockey. Quizá algún día incluso pueda convencerlo para que venga a un partido. Tengo la sensación de que Taehyung sería un espectador impertinente estupendo; siempre viene bien gente que insulte al oponente en los partidos que se juegan en casa. Aunque, conociéndolo, probablemente acabaría insultándonos a nosotros y le vendría bien al otro equipo.
—Bueno, si de verdad no quieres que nadie piense eso, te sugiero que te vistas pronto —elevo una ceja—. A no ser que quieras ver cómo mis compañeros de equipo te ven hacer el paseo de la vergüenza. Que lo harán, porque tenemos entrenamiento en media hora.
El pánico ilumina sus ojos.