Prohibido enamorarse » kookv

16

surprais jeje.









 

Jungkook.

 

La mitad de los chicos de la sala de pesas tiene una terrible resaca. Yo, sorprendentemente, no soy uno de ellos. No. Las revelaciones de esta mañana han fulminado cualquier resquicio de dolor de cabeza o nauseas que haya podido sentir.

A Taehyung lo violaron.

Esas cuatro palabras han estado dando vueltas en mi cabeza desde que lo dejé en su residencia, y cada vez que aparecen, una rabia enfurecida estalla dentro de mí como una granada. Ojalá me hubiera dado el nombre de ese hijo de puta, su número de teléfono y su dirección.

Pero es mejor que no lo haya hecho, de lo contrario probablemente estaría en mi coche ahora mismo, de camino a cometer un asesinato.

Quienquiera que haya sido, solo espero que haya pagado por lo que le hizo a Taehyung. Espero por Dios que se esté pudriendo en una cárcel ahora mismo. O mejor aún, espero que el hijo de puta esté muerto.

—Dos más. —Mingyu está sobre mí mientras estoy tumbado en el press de banca—. Vamos, Jungkook, que estás haciendo el vago.

Resoplo y hundo mis dedos en la barra. Canalizo toda mi rabia en levantar las pesas por encima de mi cabeza mientras Mingyu me mira desde arriba. Una vez termino la última serie de repeticiones, Mingyu deja caer la barra en el soporte y me ofrece la mano. Dejo que me ayude a ponerme de pie y nos cambiamos el sitio.

Joder, tengo que conseguir concentrarme. Menos mal que hoy no nos toca estar en el hielo, porque ahora mismo juro que no estoy seguro siquiera de recordar cómo se patina.

A Taehyung lo violaron.

Y ahora él quiere acostarse conmigo.

No, él quiere que yo lo «arregle».

Santa Madre de Dios. ¿En qué coño estaba yo pensando al comprometerme a hacer algo así?

He querido desnudarlo desde ese primer beso, pero esto no me gusta nada.

No me gusta cuando es como una especie de experimento sexual. No cuando siento tanta presión para... ¿Para qué? ¿Hacerlo bien? ¿No decepcionarlo?

—Cuando usted quiera —dice la voz burlona de Mingyu.

Le doy una patada a mis pensamientos estresantes y veo que mi amigo está esperando a que deje caer la barra es sus manos extendidas.

Cojo aire y me obligo a dejar de estar obsesionado con Taehyung y a poner toda mi atención en asegurarme de que Mingyu no muere por mi culpa.

—Estoy enojado contigo —me dice mientras flexiona los brazos y lleva la barra hasta su pecho. A continuación suelta un gruñido y la sube.

—¿Qué he hecho yo ahora? —pregunto con un suspiro.

—Me dijiste que no estabas interesado en Kimy.

Mi pecho se tensa, pero finjo no inmutarme mientras cuento sus repeticiones.

—No lo estaba, al menos no cuando hablamos del tema.

Mingyu gruñe cada vez que extiende los brazos. Ambos estamos levantando diez kilos menos de lo habitual; la gran borrachera de anoche hace que ninguno de los dos pueda rendir al cien por cien.

—Entonces qué, ¿ahora sí te interesa?

Yo trago saliva.

—Sí. Supongo que sí.

Mingyu no dice nada más. Mis dedos revolotean bajo la barra de las pesas mientras mi amigo termina su serie.

Observo vigilante el reloj que hay encima de la puerta de la sala de musculación. Son casi las cinco. Taehyung termina de trabajar a las diez; de ahí vendrá directamente a mi casa.

Y nos acostaremos.

La presión en mis entrañas se encoge al máximo convirtiéndose en un nudo brutal. No tengo ni idea de si podré hacerlo o no. Me acojona hacer algo mal. Hacerle daño.

—No me sorprende que te hayas dado cuenta del error en tu forma de pensar —dice Mingyu mientras volvemos a cambiarnos de sitio—. Es un chico bastante agradable. Lo supe desde el momento en el que lo conocí.

Sí, Taehyung es genial. Y también es guapo, inteligente y divertido.

Y NO está roto.

La opresión de mi estómago se relaja cuando me aferro a ese último pensamiento.

Por eso accedí a acostarme con él, porque no importa lo que le haya ocurrido en el pasado, no importa cuántas cicatrices conserve aún de esa terrible experiencia; sé, sin la más mínima duda, que Kim Taehyung no está roto. Es demasiado fuerte como para permitir que cualquier otra persona, especialmente un hijo de la gran puta violador del instituto, lo rompa.

No. Lo que le falta es la capacidad de confiar en los demás y, en cierta medida, la confianza en sí mismo. Solo necesita a alguien que... ¿lo guíe? No se me ocurre un verbo mejor. Pero, joder, ¿puedo ser yo realmente ese alguien ? No sé nada sobre el protocolo a seguir si te vas a acostar con la víctima de una violación.

—En fin, igual no me cabrea que te me hayas adelantado —sigue Mingyu.

Le lanzo una leve sonrisa.

—Vaya, gracias.

Me devuelve la sonrisa.

—Dicho esto, solicito una exención de la parte del código de hermanos que dice que no puedo salir con él después de que tú hayas roto con él.

Mis dedos aprietan la barra con más fuerza. Y una mierda. La idea de Mingyu liándose con Taehyung me da ganas de hacerme el He-Man y lanzarle al otro lado del gimnasio. Pero al mismo tiempo, estoy bastante seguro de que ni de casualidad Taehyung se enrollaría con Mingyu, sobre todo ahora que conozco sus problemas.

Así que me encojo de hombros de forma casual y le digo:

—Exención concedida.

—Genial. Ahora le voy a poner otros cinco kilos a este cabrón, porque la verdad, J, lo podemos hacer mejor.

Los siguientes treinta minutos pasan volando. La sala se vacía cuando los jugadores se dirigen a las duchas, pero cuando veo que Birdie todavía sigue con sus flexiones en barra al otro lado de la sala, cambio de dirección y me dirijo hacia él.

—Ey, amigo, ¿tienes un segundo? —le pregunto secándome la sudorosa frente con una toalla.

Birdie suelta la barra y sus zapatillas aterrizan en la alfombra azul del gimnasio. Después coge su toalla.



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En el texto hay: celos, amor, kookv

Editado: 14.02.2020

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