Despertó en el vagón de un tren; iba rumbo a casa, aunque ese no era el lugar al que le hubiese gustado ir. Había soñado con pasar la navidad acompañada del hombre que amaba; en su lugar la acompañaban las lágrimas que no paraban de rodar por sus mejillas.
Pensó en todo lo que había vivido y en lo poco que él hizo por defenderla de la prepotencia de sus padres. La embargó la decepción, la tristeza y la angustia por descubrir si el presentimiento que tenía desde hace algunos días, era lo que creía. Imaginó que de ser cierto, podría salir adelante llenando de alegría a alguien más; sin embargo, no contó con todo lo que su padre, lleno de ira, resentimiento y odio, podría hacer.
Luchó por tenerlo, por cuidarlo, por mantenerlo con ella. La vida le dio la oportunidad de hacer lo que haría feliz su vida. Necesitó ayuda y encontró quien estuviese a su lado; fiel a ella, a sus sueños y le ayudó a vivirlos. Ahora, el destino la traía de vuelta a lo que pensó que había dañado parte de su felicidad en el pasado, para hacerle entender que ambos fueron víctimas durante una navidad que nunca olvidarían.