-¿Quieres venir conmigo?
Lo pregunto quitándome mi ropa para ir a correr.
-¿Por qué haces el ejercicio si apenas comemos?
-Debo matar el tiempo y estar sentada también puede pegar...
Le explicó.
-¿No vas?
Lo pregunto, concluyendo.
-No, voy a intentar con el pescado.
Dijo, enseñando con la cabeza hacia el mar.
Sin decir más, me levanté y me fui a correr.
Corriendo por la orilla, siento el sudor y el suave roce de la arena bajo mis pies.
Yendo al mar empiezo a nadar, yendo lo más lejos que puedo, sabiendo que aunque tenga esperanzas, no me cruzaré con ningún barco.
Cuando regreso veo que Immanuel sigue ahí, jugando con esa madera con la que quiere atrapar el pescado.
Mientras yo uso mi ropa contra el sol y como la toalla, Immanuel tiene solo la camisa porque de bajo llevaba el bañador. Por lo que acorto las mangas.
-¿Crees que nos están buscando?
Lo pregunté, sentándome a su lado.
-No lo sé.
Dijo, mirando al mar.
-Ya deberían de habernos encontrado...
-Mejor no hablamos de eso.
Me apresuró a decir viendo que el tema se está volviendo obscura.
-¡Oye, mira!
Lo advierto, cuando veo que me está pisando el calendario.
-¿Qué?
Me pregunta sin entender, abriendo los ojos de más y separando las manos del cuerpo.
Lo alejó con la mano antes de explicar:
-Mira que has hecho.
-¿Qué este círculo?
Pregunto mirando el círculo que hice alrededor de las líneas que presentan los días pasados desde el accidente.
-¡Sí! Es calendario.
-¿De qué eso puede ser calendario?
-Todos estos son los días que pasamos aquí.
-¿Cómo fuiste capaz de seguirlos?
Pregunto afectado.
Supongo que por fin se dio cuenta cuánto paso.
-Por accidente hice ellos primeros dos y cuando me di cuenta de que sería bueno llevar una evidencia y algo de cordura...
Sin quitar la mirada, asintió y cabizbajo se alejó.
Lo miro, mirar a distancia mientras sus dedos juegan una brizna de yerba.
-¿Qué vamos a hacer aquí?
Lo pregunté, sentándome a su lado.
-No sé, tú eres la de idea.
Fue como estar partida a dos. Solo escucharlo hablar me irrita...
De verdad no me siento ni un poco con las ganas de pelear.
-¿Podemos dejar las provocaciones a lado mientras estamos aquí?
Lo pregunto.
Desde que me se atrapada aquí, miro a todo de manera más suave y las enfrentó con cautela.
-No lo dije por eso, sino porque has dicho que habías imaginado cómo sería.
Se explicó.
-Sí. Pero nada es como lo imaginé.
-¿Y qué te imaginaste?
-¡Sin enojarte!
Lo advierto con el dedo.
-Primero: sin ti. Dos: no tan desierta, de lo que trata de la comida. Y... Ya no sé.
-Uuu, muy lejos te has ido.
Yo solo lo miro, enojada.
-Lo único que podemos es tratarnos con cordialidad, porque lo demás no tenemos.
Me dice.
-Lo sé.
Digo, triste.
-Soy Immanuel, amo salir, la disciplina y mi casa.
Dijo, extendiéndose su mano.
Sonrió, aceptando su mano y contestando:
-Soy Génesis, amo la comida, pasarlo bien y viajar.
-¿Entonces a un lado la rivalidad?
Lo dijo.
-Yo no las veo.
Digo, mirando de lado a lado con el labio inferior bajado.
Él ríe, sabiendo que me refiero a nuestras madres.
-Vamos a comer.
Dije, soltándole la mano y levantándome.