Las cosas no han marchado bien estos últimos días, la situación en casa sigue siendo la misma, mis padres discuten todo el tiempo. Esta mañana mamá me permitió tomar solamente té con una cucharada de azúcar, mi padre se molestó tanto que arrojó el periódico a la basura y se fue. Mamá salió llorando del comedor. A veces papá no se da cuenta de que lo único que mi madre quiere es agradarle, por eso se vuelve doloroso saber lo que sucede entre ellos cuando no debería tener idea de sus problemas. No puedo reclamarle a mamá que me dé consejos masoquistas, pues ella vive a diario un infierno y hace lo mejor que puede.
Mirian y Brenda están a mi lado en total silencio, miro de reojo cómo acomodan las ondas de sus cabellos y retocan su maquillaje. Cada vez que Mirian me pide un consejo de moda, descarto la idea de decirle que el color rojo no se le ve bien, pues sé que eso podría herirla, ya que asegura que es sexy. Y Brenda… bueno, ella es una copia de Mirian, nunca he entendido su amistad, es simbiótica. Pero, ¿quién soy yo para criticarlas? Muy en el fondo agradezco que finjan conmigo y no me dejen en ridículo.
—A Nathan le doy un siete —dice Mirian—. Su trasero es tan comestible que le da puntos extras, ¿tú qué piensas, Han?
—Sí, tienes razón —digo para seguirle el juego.
—¿Debería emocionarme que tres chicas lindas estén calificando mi trasero? —Nathan aparece con los brazos puestos en jarras.
Las chicas ríen con coquetería, yo me limito a sonreír. La sonrisa se borra de mi rostro cuando veo la cara molesta de Liam, él se sienta a mi lado, me ahorro el suspiro y hago como que no soy consciente de su evidente enojo.
Desde ese día en la fiesta no hemos hablado más que lo necesario, cuando nuestros padres están presentes o no nos queda más remedio que dirigirnos la palabra. Se dirige a mí de forma tensa o molesta, no sé cuánto tiempo más pueda soportar esta situación. No puedo con su actitud, me está superando, así que lo evito. Somos como una liga que está a punto de reventarse, solo puedo esperar la explosión.
—Hola, Liam, ¿te veo al rato? —La odiosa voz de Iveth hace que todos enmudezcan, la observo por debajo de mis pestañas. Es tan linda que da miedo, podría tener a cualquier chico.
—Hola, preciosa, no voy a poder verte en la tarde, tengo una reunión en casa de mis padres, pero, ¿qué te parece si salimos mañana?
Miro el suelo como si pudiera partirlo en dos, siento la mano de Nathan en mi espalda, impartiendo un masaje tranquilizador, pero la furia crece dentro de mi pecho y nada podrá calmarme ahora.
—De acuerdo —contesta Iveth antes de marcharse con sus amigas, quienes creen que es muy divertido atormentarme.
Me levanto como si fuera un resorte y doy un paso para plantarme frente a él, quien eleva la mirada. Es la primera vez que lo miro a los ojos desde hace casi tres semanas, entre más pasa el tiempo más me pregunto en dónde quedaron aquellos ojos claros de los que me enamoré una vez mientras hacía casas de barro. Ahora somos tan diferentes que no lo reconozco.
—¿En serio, William? ¿Acabas de citarte con alguien en mi cara?
Una grieta más se forma en mi corazón cuando veo que encoge los hombros como si no le interesara en absoluto.
—Tú calificaste el trasero de Nathan en mi cara, ¿o no lo hiciste?
Lo miro con incredulidad y los párpados entrecerrados. Mirian suelta una risita, pero no me parece gracioso.
—Eres increíble —digo entre dientes.
Tomo el bolso, me lo cuelgo en el hombro y salgo disparada. He adoptado un nuevo hábito: escapar. Eso es bajo hasta para mí, por lo que me repito una y otra vez que de todas formas tengo que irme, la clase de Química está a punto de comenzar.
***
La profesora repite Protio, Deuterio y Tritio más de diez veces. Imagino que William y yo somos isótopos, pertenecemos a un mismo elemento, pero nuestros núcleos tienen diferente masa atómica y diferente cantidad de neutrones. No somos idénticos, tampoco diferentes, y evidentemente no hay atracción entre dos isótopos, ¿o sí? Deben tener cargas opuestas para que dos átomos puedan atraerse y hacer una molécula, somos demasiado parecidos como para que eso nos suceda.
Creo que ya me estoy volviendo loca.
—Hannah, ¿estás bien? —Busco la fuente del sonido y me topo con los ojos marrones de Milton Strike, asiento con una sonrisa. Es mi compañero de laboratorio, y es una de las personas más auténticas que he conocido, usa lentes gruesos de contacto y siempre lleva un inhalador en el bolsillo—. No prestaste atención en toda la clase.
Puedo percibir la reprimenda en su tono.
—Isótopos y energía nuclear, nada que no pueda encontrar en los libros de texto. —Niega con diversión—. Ya sabes, puedo pensar en muchas cosas al mismo tiempo.
—Lo sé, ¿ya tomaste una decisión?
El timbre nos interrumpe, ambos guardamos nuestros utensilios y nos levantamos para salir del aula.
—Todavía no, la verdad es que no quiero pasar todo el verano sumergida en la Química y las Matemáticas, espero que el director no llame a mi madre o no me quedará más opción que ir a las Olimpiadas Académicas.
Milton empuja las lentes por el largo de su nariz.
—Comprendo, pero, ¿ya pensaste en que es una gran oportunidad para obtener créditos para la universidad? —Afirmo con un sonido nasal, lo he pensado un montón de veces, sería genial para mi historial académico ganar unas Olimpiadas, pero por alguna razón sigo frenándome, no es algo que quiera hacer. En medio del pasillo nos encontramos a los amigos de Milton—. Piénsalo, no quiero ir solo.
—Te lo prometo.
Guiño, él se despide de mí con una sonrisa ladeada. Sigo mi camino sin ver a nadie en particular, solo yendo tras la marea de los estudiantes que necesitan ir a la clase siguiente.
Voy concentrada analizando los pros y los contras de entrar a las Olimpiadas, no me doy cuenta de la muralla que se planta frente a mi cuerpo hasta que es demasiado tarde y choco con alguien. El impacto del golpe hace que salga volando hacia atrás. Dejo que una exclamación de sorpresa salga de la base de mi garganta, ya me imagino cayendo de sentón, pero unas manos se cierran en mi brazo y me estabilizan.