Helen.
Había despertado hace horas, mucho antes de que el despertador sonara o de que el sol comenzara salir, era habitual en mí, no poder dormir mis noches completas, tener insomnio y despertar con esa extraña sensación en mi pecho.
Era como tener una gran presión sobre mi pecho que se hacía más fuerte mientras dormía, oprimiendo, expulsando todo el aire de mis pulmones hasta llegar al punto de no poder respirar, entonces en ese momento de desesperación mi cuerpo reacciona y despierto con mi pecho agitado, mi corazón latiendo fuerte y con un nudo en mi garganta. Hay días en que solo tengo ganas de llorar, otros donde solo no conciliar el sueño. Así ha sido desde meses, no sé lo que es, tampoco lo que lo provoca, pero es muy fastidioso.
En este momento solo me dedico a observar los rayos del sol que entran por la ventana filtrándose entre las cortinas, parecen una ilusión anunciando el amanecer de un nuevo día, es hermoso y detesto que sea así.
El despertador comienza a sonar con esa detestable melodía, lo apago de un golpe y con un gruñido me levanto de mi deliciosa cama. Voy al baño y lo primero que hago es mirarme al espejo, no me gusta lo que veo, mi cara es horrenda con el cabello despeinado, con lagañas en los ojos y esas horribles ojeras que hacen que mi rostro tenga algo de color, debo admitir que lusco como una anciana.
Me tomo mi tiempo para lavarme la cara al igual que mis dientes, me recojo el cabello en una coleta alta y después voy a vestirme, por fortuna en la noche ya había dejado mi atuendo arreglado; unos jeans, una blusa de algodón blanca y un cárdigan de color gris.
Cuando entro en la cocina lo primero que veo es a Alison, subida en una silla tratando de alcanzar una caja de cereal que se encuentra sobre el refrigerador.
—Baja de ahí o vas a romperte el cuello —le digo y antes de que ella pueda tomar la caja yo la alcanzó y la dejo sobre la mesa.
—¡Helen! ¡Casi la tenía! —bufa con una voz de falso enojo.
Sonrió, satisfecha de hacerla enojar. Alison es mi hermana pequeña, tan solo tiene seis años, pero su melena castaña completamente risada y sus enormes ojos verdes llenos de curiosidad hacen que aparente ser una pequeña e inocente niña con cinco o talvez cuatro años, sin embargo, hay que recalcar que no tiene nada de inocente.
—¿Aún no despierta? —pregunto mientras pongo la cafetera en marcha y después tomó dos tazones de cereal del gabinete.
—No, aun no —Alison arrastra la silla por toda la cocina hasta dejarla en su lugar y después saca la leche del refrigerador—, va a llegar tarde… otra vez.
—¿Tú crees que deberíamos levantarla?
Niega con la cabeza, provocando que sus risos se meneen.
—No, es divertido verla correr por toda la casa.
—Si esta vez se enoja voy a decirle que tú tienes la culpa de todo —le advierto apuntándola con un dedo para hacer más énfasis.
Ella sonríe con toda la malicia que una niña de su edad puede tener, verla sonreír de esa manera me provoca unas ganas de soltar una carcajada, pero no lo hago, me aguanto porque alguien tiene que tener el papel de hermana responsable.
Ambas nos sentamos a desayunar, en silencio a la espera de que en la habitación continua al baño se escuche algún ruido, durante unos minutos solo intercambiamos miradas con el ruido que provoca nuestras cucharas al chocar con el tazón de cereal, pero entonces comienza sonar una alarma y después un grito un muy claro;
—Mierda ¡Mierda! ¡Otra vez no!
Alison ríe por lo bajo y yo tengo que fingir toda la seriedad que amerita la escena.
Un segundo después mi madre sale corriendo por el pasillo, con el cabello despeinado y con su bata de dormir aun puesta.
—Buenos días —le saludo, pero ella ni siquiera me mira, solo corre a la cafetera para servirse una grande y humeante taza de café.
—¿Dormiste bien, mami? —pregunta Alison.
Mi madre levanta la mirada y nos deja ver su clásico ceño fruncido, nos apunta a las dos con uno de sus dedos.
—¿Por qué ninguna de las dos me despertó?
Alis y yo nos miramos, compartiendo la culpa, pero entonces ella se encoje de hombros y dice;
—Helen dijo que quieras dormir un poco más.
—¿Qué? Yo no dije eso.
Una sonrisa llena de maldad pura se pinta en el rostro de Alis. Traidora. Mientras tanto mi madre dibuja una mueca de cansancio, las bolsas bajo sus ojos y su rostro delgado sacan a relucir lo agotada que probablemente se encuentra, una forma tan discreta de decir que el trabajo la está matando.