Clubs...
Nadine.
Todo comienza, supongo, en la escuela secundaria de Vreinsfield, la única en toda la ciudad, por cierto.
Vreinsfield es una ciudad pequeña, super pequeñita, de esas que tú pasas una calle y ya viste al chico con el que te topaste la semana pasada en el centro. En Vreinsfield la población no es muy grande, por lo que una cara no es difícil de grabar. Es fácil hacer amigos, el problema es mantenerlos, puesto a que hay tan pocas personas en esta ciudad, eso incluyendo adultos, ancianos, niños o bebes. Ahora imaginen lo difícil que es conseguir amigos con los que congenies, pero, ¿Saben que es más difícil aún?, sobrevivir, si, pero aún más difícil, encontrar pareja.
Todos, siempre, no importa razas o religiones, todos simplemente buscan multiplicarse, es la ley de la vida. Quieren una pareja para sentirse a salvo, o para hacer lo que según ellos es lo importante en este lugar, reproducirse.
Pero, para eso vamos a Adán y Eva, tienes que ser un hombre y una mujer para poder hacer eso de lo que les hablé antes. Aquí el problema es.
Yo no quiero a Eva.
Soy un hijo de Adán, un chico, que para procrear necesita a una chica, pero, ellas, aunque son maravillosas, jamás me parecieron la opción perfecta para lo que yo realmente buscaba, sentirme acompañado.
Pero, es realmente difícil encontrar eso que buscas en una ciudad tan pequeña, porque...
Quitemos a los ancianos, ellos son a todo dar (algunos), pero con ellos no puedo salir románticamente...¿O sí?
En algún lugar de esta ciudad hay un adulto, que conoció a una adulta, ellos tuvieron a una hija y un hijo, y así con todos los cientos de personas que hay en Vreinsfield.
Así es como funciona el mundo, o al menos está ciudad.
Los adultos no son una opción, soy muy joven para salir con uno. ¿Los niños pequeños?
No gracias, no soy un pedófilo.
Quedan chicas y chicos, hormonales jóvenes adultos que cursan secundaria, preparatoria o universidad.
De esos grupos, tengo la opción de encontrar el amor, si es que existe, en los que se asemejan a mi edad. Mis opciones eran algo limitadas, pero no demasiado.
Había cientos de personas en el mundo, y me fui a fijar en lo prohibido, porque eso siempre es más emocionante. Hice mis cálculos, toda la vida preguntándome si el amor era como mis padres me lo habían pintado, dolor, divorcios, abogados, dolor, peleas, dolor, decepciones y traiciones.
Esos cálculos me dieron la opción entre unos cientos de adolescentes en Vreinsfield de casi mi misma edad, o edades cercanas. Me pregunte por mucho tiempo donde podría encontrar algo tan común y tocado en tantas películas, libros o canciones, siempre creyendo que tendría que recorrer toda mi pequeña ciudad para encontrarlo, o en el peor de los casos, salir de esta para lograrlo.
Cuando al final.
Estaba a la vuelta de la esquina.
Desde el preescolar, desayunando conmigo cada mañana en el almuerzo mientras acomodaba sus vegetales y frutas de la lonchera, y robaba de mi desayuno.
Ese calculo se cerró de un solo golpe cuando tenía eso de los 16 años. Los números en mis posibilidades cayeron de la nada, dejando un solo número.
1.
Esas eran las posibilidades que yo quería, un chico de pecas cafés, piel oscura pero no tanto, con cejas disparejas y pobladas, lentes, cabello castaño y ondulado, lleno de ansiedad y tocs, que amaba, por alguna razón más allá de mi basto conocimiento en religiones, a un tal Dios.
Él tenía una religión católica.
Y él era mi religión, metafóricamente hablando.
Pero, vamos por partes.
Entonces, no quedamos en que todo comenzaba en la secundaria de Vreinsfield, nuestro primer año, luego de que nos deshiciéramos de los rumores sobre nuestro supuesto beso para buscarle chicas a Lucas. Nada serio la verdad.
Si, Lucas fue mi primer beso, pero no era como todos creían.
Fue nada más que el producto de una simple confusión de tres niños de ocho años creyendo que eso le conseguiría una novia a Lucas, pero se nos salió de control.
Por suerte, esos rumores se estaban quedando en el pasado, solo fue un rumor que se esfumó a la semana, que dejó pequeños estragos como apodos o burlas tontas sobre una relación entre ambos, pero en realidad, ya a nadie le importaba.
¿Podemos comenzar en que tenía trece años y comencé a ayudar a Lucas a pulir sus dotes como carpintero en el club de carpintería con la condición que el fuera mi musa en el club de dibujo?
Bueno.
Por ahí vamos.
Bajé los peldaños del pórtico de la secundaria a saltitos, mirando el sol que apenas comenzaba a salir.
Les seré sincero, quisiera decir que fui a mi casillero y guarde mis útiles escolares, pero la verdad es que, en estas escuelas de gobierno, al menos la mayoría, no tienen casilleros. Nop, no estamos en una secundaria de estados unidos, así que no esperen que les diga que tenemos de esos.
Miré a ambos lados antes de pasar por la cancha techada, siempre había chicos jugando con esos balones que dolían enserio, y molestaban lanzándoselos a los de primer año que pasaban por ahí.
Observé el horrible y mal decorado mural escolar donde colgaban los anuncios de la semana.
—Nadi...
Escuché mi nombre a medias, cuando sentí un golpe de algo de goma lleno de aire rebotar contra mi cabeza. Volteé algo aturdido.
Lucas me miraba desde el otro lado del mural con el puño pegado a la boca, mirándome burlón.
Le miré mal, y después miré al suelo, el balón de baloncesto que había rodado hasta los pies de Lucas tras rebotar contra mi cabeza.
El chico castaño se agachó y tomó la pelota con ambas manos, lanzándola a la cancha a los chicos que entrenaban para algún tipo de competencia en equipo. Si, aunque no lo crean, tenemos equipo de baloncesto, pero no son el alma de la secundaria como en las películas gringas. Y la botarga de la mascota escolar es lo peor que podrías portar en la vida, lo digo por experiencia.