Regian

CAPÍTULO I: Mal día de muertos

Después de estar viviendo en un hospital para personas con problemas mentales, la bienvenida a California fue como lo esperé; un papá que me ama con toda el alma y una mamá fría, casi apagada y que solo la vi una vez y nunca más. Casi puedo decir que he vivido con ellos toda la vida, aunque no recuerdo como fue. Siento calidez en el hogar, pero el colegio… el colegio es diferente. No conozco a nadie. Mi abuela me nombró de uno que era Carter, pero falleció hace dos años así que no tengo a nadie.

—¿Helen Wagner? —Preguntó el director sin entender, evitando arrugar el entrecejo—. ¿Qué hay de Leyna?

—¿Leyna? —Pregunté de vuelta y él frunció el ceño. Aquello me tomó por sorpresa—. ¿Habla de mi hermana?

—¿Es tu hermana? ¿Leyna tenía hermana? —Preguntó por curiosidad.

Asentí lentamente.

—Sí, es mi hermana.

—Ya veo el parecido, son como gemelas —Comenzó a jugar con su mano en el mentón—. Ella era igual, aunque tú no estás nada mal, eres mucho más bonita.

Aquello me incomodó que me removí del asiento.

—Gracias, pero no acepto cumplidos así de su parte —Zanjé con incomodidad y el abrió los ojos—. Como tampoco acepto que hable así de mi hermana sin su presencia.

—Lo lamento, solo era una apreciación —Carraspeó incómodo y me arrimó una hoja con horarios—. Tienes clases de bajo nivel, para subir tienes que inscribirte a clases extracurriculares y tener buen rendimiento.

—¿Qué hay de mis notas?

—Aquí se evalúa por separado, sin importar que notas tuviste en tu anterior colegio  —Me respondió y la secretaria abrió la puerta.

—Ahora ve a clases, antes de que llegues tarde. Tu hermana acostumbraba a ser desastre para esas cosas… esa chica era todo un chiste —Soltó una leve risa—. ¿Qué fue de ella por cierto?

—Se murió —Le sonreí dejándolo con las palabras en la boca, cogí mi horario y regresé por donde mismo entré.

No era halagador de que hablaran de una persona no presente porque para mí, mi antigua yo se murió, y sé que estuve estudiando acá por lo que me dijo mi abuela, pero no dijo que era irresponsable con mis clases. Era tan extraño que fuera así cuando tener buenas notas es lo principal para mí. Suelto un suspiro. No voy a dejar que ciertos comentarios me amarguen este inicio de clases. Claro que no.

Agarré con fuerza mi llave del casillero y recorrí en busca del número de mi casillero, para la sorpresa mía encontré el mío 451, miré la clave y esa no tenía manera de olvidarla “911” Igual que el número de emergencia. Vaya locura. Era mi antiguo casillero por lo que me detalló el director. Lo abrí y miles de papeles cayeron por mis muslos hasta desplomarse en ante mis pies, sorprendiéndome. Genial. Todo está yendo de maravillas. Giré mis ojos y me agaché a recoger todo con desespero. Noté que cada cosa que había caído eran miles de dibujos de una chica sentada, viendo la ventana, ¿Quién carajo? Me giré hacia ambos pasillos intentando encontrar al responsable, pero estaba vacío y de pronto el timbre se hizo retumbar.

Mierda.

No tengo tiempo para estas estupideces.

Corrí por varios pasillos hasta llegar a mi clase, me excusé con el profesor diciendo que era la nueva y cuando mostré mis documentos, este se sorprendió.

—Un momento, ¿Leyna tenía hermana? —Exclamó de manera exagerada.

—Sí —Mordí mi lengua para tratar de que esto no fuera tan pesado de digerir.

—Lamento tu perdida.

Abrí mis labios sorprendida. El chisme aquí vuela como ninguno.

—Yo igual.

El profesor carraspeó y se dio vuelta a gentío de personas dentro de la sala. Maldición, le dirá a todo el mundo.

—Quiero que le den un gran recibimiento de Helen Wagner.

Giré entre mis talones, conteniendo la dulce sonrisa en mi rostro y casi todos miraban a un fantasma.

—¿Eres la hermana de la adicta? —Preguntó una chica desde el rincón, sonriendo con maldad—. ¿Qué fue de ella? ¿Está en un lugar para adictos?

La pregunta tenía mala intención.

—Está muerta si quieres saber —Su sonrisa se desplomó.

—¿Y lo que haces aquí? ¿vienes a ocupar su mismo lugar en las drogas? —El salón comenzó a reírse en silencio—. No te vienes a vengar por la muertita.

—Georgina, por favor —El profesor molesto golpeó su libro contra su escritorio—. Más respeto por quien no está.

—Descuidé profesor, a palabras necias oídos sordos —Repliqué con el mismo veneno y todo el mundo comenzó a reír con más fuerza.

—Puede ir a sentarse —Asentí victoriosa y fui a mi puesto.

Al sentarme sobre mi nuevo pupitre, aplané mi falda con elegancia y saqué mi cuaderno junto con un lápiz.

—No creas que no conozco esa carita—Habló la misma chica delante de mi pupitre.

Tomé un suspiro y subí la mirada.

—Disculpa, ¿me hablabas? —Fingí sordera.

—No eres santa para mí —Tomó mi lápiz y yo se lo arranqué de las manos—. Indefensa, no como la otra. Ella si sacaba las garras.

—¿Qué te hace pensar que yo no las puedo sacar? —La encaré—. Dicen que las gemelas son las peores, más cuando tocan a su hermana.

La furia se sintió en su mirada, pero me era inmutable.

—No te metas conmigo —Me amenazó.

—Mientras no te entrometas en mi camino, bastará —Le sonreí y su mandíbula se tensó—. Ahora si me disculpas pasaran lista de clase y tu chillona voz no me deja escuchar al profesor, así que lárgate.

Me dio una última mirada que mataría a cualquiera, pero no a mí y se giró sobre su puesto para regresar la vista al frente. Jodido día para empezar.

—Amber Collins…

—Presente...

—Darlene Scott.

—Presente.

La lista seguía a pasos lentos hasta que me nombraron y pude contestar rápido.

—Regian Marchant… —Y el momento a mi alrededor se detuvo… Él, su nombre. El doctor… Me giré para ver al responsable con el corazón latiéndome como un frenesí y atentamente miré cada persona a que dijera la más mínima palabra de un presente—. ¿Regian?




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