Regian

CAPÍTULO II: “Una mente de recuerdos vacíos, es un arma fácil de manipular”

Mi primer día se resumió en unas tres palabras.

Café, Sexo y choque.

Juraría que mi primer día iba ser memorable, pero no pensé que sería de esta forma tan humillante. En resumidas cuentas, me tuvieron que llevar a casa, no sé cuándo, ni quien, y terminé durmiendo todo el día y parte de la noche. Para empeorar la situación, soñar con un sujeto entrando en mi habitación, me hizo cerrar la ventana con llave y poner la mesa de mi escritorio delante de la ventana como pared de bloqueo.

Al despertar por la mañana tenía mucho sueño, pero nada que un café pudiera resolver. Bajé en la hora precisa del desayuno con el uniforme y papá me esperaba ansioso en la mesa. Me senté y al instante se acercó a verme la frente.

—¿Cariño, estás bien? ¿Quieres que te lleve a hospital? —Negué sonriendo.

—No, papá estoy bien. No pasa nada —No le di importancia.

—Si alguien te está haciendo algo en el colegio me dices para resolverlo —Tomé su mano al ver lo preocupado que se encontraba—. Te quiero mucho y no quiero que nada malo vuelva a sucederte.

—No, papá estoy muy bien.

—¿Segura?

—Si.

—Entonces, le diré a la sirvienta que te traiga una vendita para ponerte en esa frente.

—No es necesario, así estaré igual a Harry Potter —Soltó una leve risa y la chica que sirve el desayuno, entró—. ¿Qué hay de mamá?

—Tu madre esta… —No supo cómo responder que se ajustó la corbata, nervioso—. Tú sabes que a ella no le agrada salir de la alcoba.

—¿Es por la cicatriz? —Asintió rápido—. Entiendo.

Cuando llegué y vi a mamá me sorprendió ver la gran cicatriz que se dibuja entre la nariz y parte del labio, donde se dividió. Según papá, unos perros salvajes la atacaron cuando era una pequeña de tan solo 7 años. No imagino cuanto debe haber sufrido.

—El chofer te recogerá a la misma hora en que sales de clases —Asentí mientras mis ojos se dirigían al pan tostado—. ¿Te sientes bien con que vaya por ti?

Sonreí. Mi papá desde el primer momento se ha preocupado tanto por mí.

—Sí. Estaré bien con todo lo que hagas, papá —Lo miré y sus ojos se humedecieron.

—Me alegra, hija —Acarició mi brazo con dulzura y una lagrima resbaló por sus ojos—. Ahora come antes de que lleguen por ti.

—Sí, no te preocupes de mi salud que todo estará bien.

Desayunamos juntos como todas las mañanas. Julieta quien era la ama de llaves me entregó un refrigerio para el día y Dylan que es el chofer me dejó a la entrada del colegio como todo el mundo.

Arreglé mi uniforme e ingresé al colegio como lo que supuse que serían mis días de ahora en adelante. Caminé a mi primera clase, química para variar. No llegué atrasada, gracias al cielo. La profesora, como todo el mundo me miró con sorpresa, después pasamos a la misma rutina de presentación y minutos después estaba en el último puesto de la sala, en una mesa para dos, al lado de una ventana que daba a lo que se puede deducir que es el gimnasio.

—¿Escuchó señorita? —Giré a ver la profesora con sorpresa—. ¿Dígame si entendió?

«¿Qué tengo que entender?, carajo» maldecí.

—Sí, claro que si —Asentí sin siquiera saber que acaba de suceder.

Dicho esto, comenzó a dar las indicaciones y el curso se dispersó. Unos se cambiaron de un lado a otro y cuando entendí que sucedió, caí en la cuenta de que era la única chica en la sala que a su lado no tenía compañero. Levanté la mano, atrayendo la atención de la señorita.

—¿Mi compañero…

—Llegará pronto señorita, no tardará —Asentí.

Comencé a impacientarme, me carga que sean irresponsables. Comencé a contar los minutos para ver el imbécil que llega a tarde a clases. Mis dedos golpearon la mesa como un efecto del enojo que me provoca tener que esperar. Los demás ya preparaban sus insumos para empezar la primera parte de química. Hoy, el experimento son plantas.

—Si quiere puede ir preparando su material, señorita Wagner.

—Claro.

«Voy a ser la tonta que hará todo» Dije entre dientes mientras iba al estante por los materiales y los colocaba sobre el mesón.

Regresé con dos vasos precipitados y un embudo cuando un alguien tocó la puerta. Seguramente es el mismo idiota que me toca trabajar. Junté valor para no despellejarlo con los ojos cuando ingrese y para mi sorpresa cuando la profesora le abrió. Joder, joder y joder. Él ingresó y no sé si su cara se pegó en mi memoria tan nítidamente o si el trauma fue tan grave que nunca más olvidaría esa escena. Hubo cosas que mi mente no procesó y quiso correr de aquí. Pensé que sería un día normal, diablos.

«Tranquila, tranquila» Suspiré intranquila.

Fingí mirar la ventana, pero en verdad estaba viendo que sucedía desde reojo. Tranquila. Tomé aire. Dejó de hablar con la profesora. Tragué saliva. Se acerca, se está acercando. Mordí mi mejilla. Comenzó a acercarse. El perfume lo capté de inmediato, un olor que destila grandeza y oscuridad. Se sentó a mi lado y un pequeño toque de olor a hierba despertó más mi curiosidad. La conozco, ya que algunos de mis compañeros de hospital la fumaban escondidos entre los arbustos, pero nunca la consumí. Si dudas es fuerte el olor de esa planta, pero con todo ese olor caro se siente tan débil. Regresé la vista a mi cuaderno solo para notar como dejaba su mochila sobre el mesón y noté los nudillos rojizos en sus manos, es misterioso. Tranquila. Joder, creo que me desmayare de nuevo. Carraspeó y dejé de verle con la sensación de que me hubiese pillado. Luego minutos después, no hubo nada. Mientras la profesora daba las primeras indicaciones, no hicimos nada. Ninguna sola palabra. Debo dar el primer paso, si tengo que…

—Disculpa —Tocó mi hombro, no puede ser, lo tocó. «No te gires» gritaba en mi interior y el corazón me latió con desenfreno—. ¿Cómo es tu nombre?

No quise responder, ni girarme porque lo de ayer no se olvida y creo que jamás lo haré, pero me di valor y entonces, cuando lo hice, mis ojos conectaron con los suyos. Que color más maravilloso, ni siquiera el azul le hace justicia el verde en sus pupilas.




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