════ B Ú N K E R ════
Era una pequeña falla en la arquitectura del palacio Asgardiano, un cuarto fallido que se había previsto para fungir como un punto vigía, pero que al ser de un tamaño poco conveniente para la altura de una persona adulta, se mantuvo en perpetuo olvido; únicamente podía llegarse hasta ahí a través de un diminuto, escondido y totalmente olvidado acceso, uno de largas escaleras y espesa luz azul.
Una vez traspasando la gruesa puerta de madera, no era mucho lo que se podía descubrir dentro, tan solo se miraba al estrecho lugar, con paredes de piedra caliza, que impetuosas avivaban al espeso frío; se miraba la densa oscuridad que jugaría con la visión de cualquiera de no ser por esa maravillosa joya visual, aquella que tras el gigantesco mirador, detallaba cada despertar del sol sobre las montañas, cada estrella perdida en el infinito, cada flor del jardín a los pies del palacio y cada destello dorado en la lejanía del reino.
Hace años el rechazo la guió hasta ese apartado lugar, hace años aquel frío y caliginoso cuarto le abrazo con su soledad, y así hoy, a pesar de ya no ser él mismo lugar sombrío, seguía una vez más acunandole con su absoluta privacidad e incógnita.
Los sollozos aun no cesaban, lágrimas secas en sus mejillas, eran reemplazadas con nuevas a cada segundo y a cada minuto se repetía para sí misma que tenía abrazar con más fuerza sus piernitas contra su pecho, pues solo así el dolor en algún punto disminuiría...
Aunque en realidad sabía que no sería así, pues el daño ya estaba hecho y la sentencia del rey ya había sido decretada contra la libertad de su alma.
¿Algún día podría olvidarlo? ¿Por qué tenía que ser de esa forma? y ¿Por que lo único que no podía hacer, era un anhelo para su corazón? "¡¿Por Qué?!"
Un absurdo deseo que se impregna en cada rincón de su mente, que se tatuaba a cada centímetro de su alma....
Entonces ¿Seguiría llorando por un berrinche? Si, porque para ella, esto no significaba un simple berrinche y en realidad no lo era, aquel impulso que sentía por luchar al par de sus hermanos, no formaba parte de algo que _______ había elegido, era distinto y desde un inicio todos debieron darse cuenta de ello, aunque tal vez lo hicieron, pero simplemente se prefería asegurar lo contrario.
Dos golpeteos fugaces, seguidos de tres largos y cuatro cortos sobre la trampilla de madera, le indicaron a la princesita la presencia de un invitado inesperado, o tal vez ya lo consideraría como un intruso, solo tal vez.
— Vete de aquí Loki — Habló fuerte, aclarando su voz lo mejor que podía.
No hubo respuesta inmediata, solo un profundo silencio que inundó el lugar durante varios segundos y estos a su vez; aunque solo eran eso, segundos, se sintieron como la fría y lenta eternidad.
— E-el... el frasco con mermelada de frutillas que tenías en tu anaquel — Comenzó hablando suave y ligero, tratando de esconder esos nervios que últimamente le atacaban; intentaba esconder ese dolor en su pecho, ese alterego de sentimientos que cada vez lo atormentaban con más profundidad "¿Qué maldita sea me pasa? ¿Acaso la idiotez de Thor es contagiosa?" Se cuestiono, pues le fastidiaba sentirse así, sentirse preocupado por _______, sentirse triste por verla así. — Lo hurte la semana pasada — Admitió de la nada, en un tono agradable, casi con picardía y un toque de arrepentimiento.
Rápidamente la princesita giro en el pequeño cuarto de no más de tres metros para rebuscar en donde mantenía ordenados todos sus suministros de golosinas favoritas.
— ¡Loki! — Chillo ______ al no encontrar su mermelada de favorita.
— Lo siento estrellita — Se disculpó en un suspiro.
Loki, casi pudo ladear una tenue sonrisa al imaginar la carita de su hermana, sabía que luciría linda, "Alto, ¿Qué? ¿Linda? Bueno siempre es linda, pero acaso ¿Me parece linda? Claro que si, no, digo... madre dice eso también ¿No es así?" su mente era un caos lleno de desordenadas ideas que no entendía de donde surgían, incluso no entendía por qué le había dicho "estrellita"
— ¿Estrellita? No me llamo así... — Con su pie se aseguro de atrancar la puerta, para evitar que su hermano intentará adentrarse.
— Lo sé, pero lo eres, siempre eres tan brillante y divertida como una. — Sonrió con una sonrisa tintada de recuerdos.
— No es cierto, además ¿Las estrellas qué tienen de divertido?
— No lo sé, pero nunca te cansas de verlas ¿Sabes por qué te juego todas esas bromas? Por que me gusta ver las expresiones que haces.
— Tus bromas me hacen triste.
— Lo sé... ya no te las haré ¿Si?
— Ujum
Un triste suspirito y el ambiente gélidamente se enmudeció una vez más, no podían hablar, no sabían qué decir, ambos se sumergían en sus propios pensamientos que los aprisionaban, eran tantos que podían sentirse sofocantes.