Relatos cortos

La posada del silencio

Cómo cada noche la posada de Evegreen se envolvía en una oscuridad impenetrable. El viento ululaba entre los árboles, arrastrando hojas secas que raspaban contra las ventanas como si fueran garras invisibles. Una joven, llegó hasta esta, cansada y tiritando de frío tras horas de viaje, empujó la pesada puerta de madera. El crujido que produjo al abrirse resonó como un lamento en la penumbra.

El interior era aún más tétrico de lo que había imaginado. Las paredes estaban cubiertas de una humedad persistente y adornadas con extraños símbolos que parecían moverse y retorcerse al ritmo de las velas parpadeantes. Un olor a tierra mojada y algo indefinidamente podrido llenaba el aire, provocándole náuseas.

La joven dudó, pero debía descansar si queria llegar donde su madre al otro lado del bosque, avanzo despacio. El posadero, un hombre alto y delgado, la recibió sin decir una palabra. Sus ojos hundidos y su sonrisa tensa resultaban más perturbadores que amables. La joven intentó mantener la calma mientras él la guiaba escaleras arriba, hacia una habitación pequeña y opresiva.

La cama de hierro en el centro parecía frágil, y la ventana que daba al bosque oscuro, parecía más una invitación al peligro que una vía de escape. El aire estaba helado y el silencio absoluto. Intentando calmarse, la joven se tumbó en la cama, pero el peso de la inquietud no la dejaba.

Con cada parpadeo, las sombras que danzaban en las paredes se convertían en garras que se extendían hacia ella o rostros grotescos que la observaban fijamente. Un sudor frío recorrió su frente cuando un débil raspado rompió el silencio. Venía de la puerta.

El sonido creció, rítmico y escalofriante. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Se levantó de la cama, descalza, y avanzó lentamente. La mano temblorosa de la joven alcanzó el pomo, pero antes de girarlo, la puerta se abrió de golpe.

Allí, en el umbral, una figura oscura y amorfa se alzaba como una sombra hecha carne. Sus ojos abismales brillaban con un fulgor antinatural, mientras sus extremidades, más tentáculos que brazos, se retorcían con movimientos grotescos. Un hedor nauseabundo llenó la habitación.

La criatura emitió un siseo gutural antes de lanzarse hacia la joven. Horrorizada, retrocedió y tropezó con una silla, cayendo al suelo. Desesperada, recordó las historias que había oído en su pueblo: las criaturas de la noche... el fuego.

Con un rápido movimiento, agarró el candelabro de la mesa y lo arrojó hacia la criatura. Las llamas envolvieron a la entidad, arrancándole un grito gutural que resonó como un eco infinito. La criatura se retorció y tras un instante eterno, se desintegró en una nube de humo negro.

Lara, temblando, se arrastró hasta la puerta, pero al abrirla, el posadero la esperaba al otro lado. Pero había cambiado. Su cuerpo parecía deformarse, su rostro se alargaba y sus ojos brillaban con la misma luz abismal de la criatura.

-¿Creías que era tan fácil escapar? -dijo con una voz que era un eco de muchas.

Lara retrocedió horrorizada, hasta que su espalda chocó contra la ventana. Miró hacia el bosque oscuro al otro lado del cristal. Sin pensarlo dos veces, la abrió de golpe y se preparó para saltar.

Pero antes de hacerlo, dos figuras emergieron de la penumbra del pasillo. Una carecía de expresión su rostro era un lienzo vacío; la otra llevaba una sonrisa macabra que parecía devorarla. Ambas tenían ojos que brillaban con una intensidad cegadora.

-Siempre volvemos a casa... -susurró una voz detrás del posadero-. Una vez dentro, eres bienvenida.

El pánico la invadió. Sin pensarlo, saltó al vacío. El aire frío la envolvió mientras caía, pero en lugar de sentir el golpe del suelo, un vacío helado la atrapó. Miró hacia arriba y desde la ventana, las criaturas la observaban. Sus ojos brillaban como faros en la noche.

Un murmullo gutural comenzó a llenar el espacio a su alrededor, un idioma desconocido pero familiar, resonando en lo más profundo de su ser. La joven comprendió entonces la verdad. No había escapatoria. Ellos tenían razón, tan solo estaba regresando.

El vacío la consumió por completo y con un último grito silencioso, desapareció en la oscuridad.



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En el texto hay: pequeños relatos

Editado: 08.12.2024

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