Relatos de un corazón roto

||CAPITULO DOS||

CAPITULO DOS

KASSIA

La bufanda gris doblada en mi escritorio me acompañó junto al recuerdo del reencuentro pendiente por unos cuantos días. ¿El destino estaría de mi lado por una vez? ¿Lo vería otra vez? Era la pregunta que se mantenía presente, muchas veces antes había tenido esperanzas en cosas más factibles y se quedaban en sólo éso. Ansias. Y por una vez, preferí creer en el destino y no en sus juegos. No le conté a nadie la razón por la que en esos días de estrés por los exámenes, era la única que mantenía una sonrisa. Tampoco mencioné al chico rubio de la parada.

Cada vez que salía de clases y tenía que tomar el autobús, esperaba encontrarlo o por lo menos verlo a lo lejos. No sucedió.

Estudiaba en una preparatoria de solo chicas. Quizás eso me alejó de vivir mi primer amor antes, siempre había ido a institutos exclusivamente femenino, por lo que mi contacto con el género masculino siempre fue escaso, excepto por mi padre y mi abuelo. No conocía ningún chico fuera de los que salían en la televisión o en los vídeos musicales.

Me llenaba de ilusiones mirando a los chicos que posaban en las revistas y salían en comedias románticas que me hacían crearme escenarios donde yo era la protagonista. Era una adolescente ajena de muchas cosas que pasaban en el mundo y formaban parte de el, aún cuando estaba más cerca de convertirme en adulta. ¿Por eso habré recibido un golpe más fuerte al perderlo? Probablemente, algo de experiencia me hubiera ayudado a tener más control y no permitir que se me escapará de las manos.

Así como cuando me centraba en estudiar.

Cómo esos días que me hacía olvidar un rato mi soledad y mis ansias de conocer el mundo. Era lo único que lo calmaba.

—¿Sigues estudiando? —preguntó esa vez Jannie, era mi despreocupada amiga que poseía la capacidad de alejarme un rato de los estudios y aclarar mi mente cuando lo necesitaba.

Levanté la vista de la pila de cuadernos que cubría mi vista, había hojas en mi pupitre llenas por los dos lados con fórmulas matemáticas resueltas que había visto semanas atrás en clases y aún algunas otras por las que me estaba rompiendo la cabeza por conseguirles solución. Era un caso perdido.

—Eso intentó. —murmuré, regresando mi atención a los cuadernos.

Debía entenderlos para poder resolverlos en el examen que tendría el día siguiente y el progreso que llevaba me llenaba de ansiedad por no saber si sería posible. Formaba parte de mi vida la presión por ser la mejor de la clase y en lo que me propusiera. Así como debí esforzarme más para entenderte.

—Creo que es hora de un descanso. —anunció mientras me arrebataba el cuaderno y examinaba mis apuntes. —Sí, ya toca, llegaste a un punto muerto y no podrás salir de ahí hasta relajarte.

—El examen es mañana, Jan. —repliqué intentando recuperar mi cuaderno. No hubo suerte.

—Y lo sé, pero también te conozco y si no te despegó un rato, no pegarás un ojo hasta que te vuelvas un zombie adicto al café y ansioso por las fórmulas.—intentó bromear, aunque tenía razón en sus palabras. Lo había hecho varias veces y ella lo había visto. Siempre me recordaba cuando era momento de parar.

—Es el último año, necesito mantener mi promedio o no podré ingresar a una buena universidad.

Se sentó en el asiento vacío de mi lado dejando el cuaderno sobre la mesa.

—Te entiendo Kass, pero también debes recordar que sólo lo vivirás una vez, después de esto vendrá la universidad y la vida adulta, no podrás hacer muchas cosas que hoy puedes.

Sus palabras fueron las correctas, eso también me atormentaba y creo que lo sabía, me entregó el cuaderno.

—Entonces, ¿vendrás conmigo? —dijo sonriendo.

Suspiré.

—¿A dónde piensas ir? —pregunté mientras empezaba a guardar mis cosas, no podría estudiar hasta dentro de un rato.

—Al teatro, las chicas de primero harán un evento, no sé bien de que, pero quiero echarle un ojo, ¿me acompañas? —me miró con sus ojos brillantes.

—¿Sii? —volvió a insistir.

Ya sabía mi respuesta, por algo era mi mejor amiga.

—Está bien, pero solo un rato, no más. —accedí.

—Lo prometo.

Tomamos nuestras cosas y me colgué la mochila al hombro mientras salíamos del aula hacia el gran salón de teatro de nuestra escuela. No había entrado muchas veces ahí, nada más para algún discurso de la directora, por lo que me daba un poco de curiosidad saber que harían esas chicas de primero, aún más al ver el extenso pasillo fuera del teatro, había unas cuantas personas esperando por entrar, familias, profesores y algunos estudiantes de otras escuelas.

Me moví con Jan entre la multitud buscando integrarnos en la fila para entrar.

—Hay mucha gente. —se quejó, luego me miró. —Iré a animar a Mary antes de que empiece el show, ¿vienes o te quedas aquí?

—Bueno… —solté meditando en voz alta

Y justo ahí, entre el montón, lo ví, no podía creerlo, pensé que podría ser otro chico. Mi suerte no podía ser tan buena y la duda se disipó en cuanto su mirada se cruzó con la mía. Era él, parecía que por fin una vez el destino estaba de mi lado.

—Me quedaré. —afirme.

—¿Segura? —preguntó insegura. —sé bien que no te gustan las multitudes y no quiero dejarte sola

Asentí.

—Está bien, tu ve tranquila.

Jannie me miró una última vez y se alejó buscando a su hermana.

Él pareció notar que estaba sola, porque se alejó de un pequeño grupo de jóvenes y se acercó.

—Hey, acosadora. —saludó.

—Eres tú. —se me escapó sin poder evitarlo.

Se veía más guapo sin su uniforme escolar, su cabello rubio peinado hacia un costado con un sueter de una banda de los setenta y unos jeans negros.

—Nos volvemos a ver, como te dije. —dijo sonriendo.

—Pero tú, ¿cómo? —preguntè curiosa.

Se encogió de hombros.

—Un caballero no cuenta sus trucos.

—¿Que no eran los magos? —dije burlona.




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