Relatos de un corazón roto

||CAPITULO CINCO||

CAPITULO CINCO

KASSIA

La última semana de exámenes parciales fue bien, mamá y papá estuvieron satisfechos con el resultado. También yo. Me sentí más ligera e intenté relajarme un poco, agradecí que los días fueran menos pesados. Me daba tiempo de escribir en mi libreta sobre unos ojos cafés que me robaban el sueño.

Después de tanto estrés, volvimos a la normalidad, retomé mi trabajo en la pastelería familiar y todo se mantuvo igual. No me crucé con Jake esos días, traté de despejar mi mente y enfocarme en mis labores del día.

Debía terminar de limpiar la tienda antes que llegarán los clientes, nadie quiere visitar una pasteleria y ver el la tienda siendo un desastre. Ese era mi triste misión, limpiar todo el lugar para que los clientes mantuvieran el ápetito y comieran todas las maravillas reposteras posibles para añadir dinero a mi billetera.

No era muy divertido, pero así estaban las cosas y quería el dinero para darme mis gustos.

—¿Cuánto falta para que termines? —preguntó por millonésima vez Jannie.

Suspiré.

Jannie estaba sentada en la silla detrás del mostrador mientras me encargaba de limpiar, ella atendía a los clientes que venian —no eran muchos por la hora— y me hacía compañía. Estabamos solas atendiendo la tienda.

—Aún queda, Jan, tú sabes.

Hizo un puchero.

—Estoy aburrida.—se quejó.

—Puedes comerte otra porción.—propusé.

Arrugó la nariz.

—Ya estoy repleta, pero gracias.

Tomé el trapo y lo pasé por el mostrador quitando las manchas de glaseado.

—Puedes irte, te dije que lo entendía.—insistí.

—¿Y dejarte sola? —cuestionó seria. —Jamás, hicimos planes. —se levantó tomando otro trapo poniendose a limpiar también. —dime ¿en que puedo ayudarte?

—Tranquila, ya haces bastante estando aquí.—expresé.

—Quiero ayudar.—afirmó con sus ojos serios.— Dime, ¿que puedo hacer?

—Ya que insistes…. si quieres puedes estar pendiente de si llegan clientes mientras terminó de limpiar aquí.

—Cómo diga, jefa. —hizo un saludo militar y se fue a la entrada.

Los siguientes minutos me dediqué a acomodar las mesas y limpiar los restos que habían dejado los anteriores comensales al comer aquí.

—Pero mira quién esta ahí. —comentó, la escuché apenas.

—¿Quién? —inquirí saber.

No me respondió.

Segundos después me jaló con ella hacia el rincón tras la exhibición.

Miré a tráves del vidrio.

Ahí estaba él, sentado en una de las mesas de un negocio conjunto, disfrutando un batido.

Su cabello oscuro estaba desordenado como siempre, llevaba unas gafas oscuras.

Y ahí, su mirada se encontró con nosotras.

Jake levantó la mano saludandonos.

Jannie hizo lo mismo, yo sólo sonreí, por lo que Jannie tomó mi mano para regresarle el saludo.

—¿Qué haces? —murmuré nerviosa.

—Pues saludando, ¿no ves?

—Pero me da pena.—admití, sentí mis mejillas rojas.

—No debería, Kass.

Jake se levantó acercandose a nosotras.

—Pero mira quienes tenemos aquí.—habló mirandonos. —Ha sido un tiempo, ¿cómo están?

—Sobrevivimos a los parciales, es lo importante. —respondió Jannie por mí.

—Así es, estamos bien, ¿y tu, acosador?—pregunté.

Jack me miró a través de sus gafas.

—¿Acosador?

—Ese era el apodo que me tenías y mira, el acosador terminaste siendo tú, ¿primero en mi instituto y ahora en mi trabajo?—cuestioné divertida.

—Te sorprendería saber que fue casualidad. —comentó,

—Haré como que te creo... —murmuré.

—Como quieras, es un gusto volver a verte, por cierto, lindo uniforme.

Escuchamos la campanilla de la puerta del local, miramos a la mujer que acababa de entrar.

—Yo lo atiendo, ustedes sigan aquí.—se apresuró a decir Jan.

Y se dirigió directo a atender el cliente.

—Vaya… que buena amiga. —soltó.

—Lo es.

Alcé una ceja.

—¿Y ahora, dime, qué haces aquí? —pregunté curiosa.

Se encogió de hombros.

—De niñero… —soltó mirando hacia el pasillo. — ¿así que trabajas aquí?

—Negocio familiar. —conté. —¿Y ahora eres niñero?

La idea se me hizo divertida, no me imaginaba a Jake en ese puesto. Lo poco que lo había conocido me hacía pensar que era muy relajado, del tipo que no le importaría que los niños hicieran lo que quisieran.

—De Khloe. —aclaró. — Tiene quince años. Ella ni yo lo soportamos, pero es petición de mis padres.

—Interesante.

Su mirada se quedó prendida hacia los pasteles en la exhibición.

—¿Quieres algo? —pregunté.

—¿Puedo tener una porción?

—¿De que quieres?

—Mmm… creo que estaría bien una de fresas—pensó en voz alta, —Uno para comer y el otro para llevar.

—Sigueme, entonces.

Me obedecio, ingresamos a la tienda hacia la cocina, me apresuré a servirle.

Le extendí el plato con su porción y le dejé la cajita con la otra en la mesa.

—Aquí tienes.

—Gracias. —sonrió mientras miraba el lugar—Quién lo diria, mi madre ama los dulces que venden aquí.

—Es bueno saberlo.

—Ahora que sé que estás aquí, tengo más excusas para venir.—exclamó mientras se llevaba un bocado de pastel, sus ojos se abrieron en sorpresa disfrutando el sabor. —Eso y el pastel, esta buenisismo, nunca decepcionan.

Reí.

—Claro, un cliente fiel.

—Ni lo dudes. —afirmó sonriendo abiertamente, tenía un poco de glaseado entre sus labios, y justo ahí me extendío unos billetes.

—Oh no, no hace falta, corre por la casa. —informé.

Jake negó.

—Dejáme pagartelo.

Levanté las manos sin permitirle darme el dinero.

—Vamos Kass, no seas así. —dijo insistente.—¿Por qué no me dejas pagartelo?

—Es que esos los hice yo. —balbuceé rápido para que dejará la insistencia.

Sus ojos se iluminaron.

—¿En serio? —miró su plato y me volvió a mirar a mí. —Entonces, con mayor razón debo pagartelos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.