Relatos de un corazón roto

||CAPITULO DIEZ||

CAPITULO DIEZ

KASSIA

Temblaba viendo mi propio reflejo en la pantalla de mi teléfono, ¿me vería bonita? A mis ojos sí me veía así, pero siempre había una punzada de inseguridad, ya no quedaba tiempo de arrepentimientos, iba montada en el bus de camino a la cita. Me peiné una vez con los dedos cuidandome del viento que buscaba despeinarme.

Mi corazón se aceleró al ver una cabellera rubia que conocía muy bien de pie en la parada mirando hacia todos lados, justo en ese instante, nuestras miradas se encontraron y me dedicó la sonrisa más bonita que había visto en mi vida.

Agito la mano como saludo y yo intenté hacerlo pero era una gelatina, por lo que me apresuré a bajar del autobús y Jake se abrió paso entre las personas hasta quedar al otro lado de la puerta de salida. Tragué grueso y me levanté de mi asiento atravesando el pasillo hasta donde me esperaba mi cita.

Hice una pequeña fila conteniendo mis nervios esperando que se bajarán las personas delante de mí, esperando mi turno.

Sonreí cuando noté que quedaba cada vez menos.

Nuestras miradas se encontraron justo cuando las puertas se cerraron en mi cara y el autobús empezó a moverse.

Me agarré a una de las barrandas procurando no caerme.

—¡Espere! —grité asustada.

Jake se asustó cuando notó que empezó a moverse y empezó a golpear la puerta tratando de llamar la atención.

El chófer se detúvo al vernos tan alterados.

—¡Apúrese no tengo todo el día!—gruñó el conductor.

Sonreí avergonzada.

—Lo siento. —susurré aún conmocionada.

Las puertas fueron abiertas de nuevo y me apresuré a bajarme.

Jake estaba esperandome ahí.

—Hola… —susurré.

Estiro su mano ayudandome a bajar, la tomé y cuando estaba bajando uno de los últimos escalones, el autobus empezó a moverse otra vez y salté, por lo que casi me voy de narices.

Jake me atrapó en sus brazos.

—¡Más conciencia, señor! —gritó, luego me miró. —¿Te encuentras bien?

Sonrojada asentí.

—Sí… estoy bien

Miró con reproche el autobus que se iba y negó con la cabeza.

—Por poco, ya te ibas.

Mi cara se fue calentando al sentir su mirada intensa y sus manos aún rodeándome.

—Ay, perdón. —dije liberandome de su agarre.

—No hay problema… —dijo tímido.

Empezamos a caminar por la acera junto al otro, nuestras manos se rozaban al caminar y sentía como las mías iban sudando, las piernas me temblaban y me mantenía alerta ante cualquier cosa.

Una cosa, es una primera cita en una película y otra muy distinta en la vida real.

Era un manojo de nervios: El chico que me gustaba me había invitado a salir.

¿Se podía pedir más en la vida?

Lo que implicaba ahora era que no sabía muy bien como comportarme con él.

—¿Sabes? —lo miré cuando empezó a hablar mirando los aparadores de las tiendas y se lo agradecí. —Cuando el autobus empezó a moverse, pensé que tendría que pegarme una carrera atrás de él.

Solté una carcajada.

—No eres Superman.—bromeé intentando librarme del susto.

—Lo sé, pero pensé en serlo, no me importaba jugarme una batalla con la gravedad o la física por ti.

—¿Y si te hubieras hecho daño? —pregunté preocupada.

—Hubiera quedado una gran anécdota para recordar de nuestra primera cita “Queda en el hospital por salvar a su cita”

Se me escapa una carcajada por lo bajo.

—Eres un caso, ¿te lo han dicho? —suelto aún riendo.

—Mi mamá sobretodas las personas.

Miró su rostro en busca de algún indicio de a dónde iremos, pero no hay ninguno, se ve feliz mientras caminamos hacia la siguiente parada.

—¿Y a dónde vamos a ir?—digo mirando los alrededores en busca de una pista.

—Es una sorpresa.

—¿No hay ni una pista? —me quejé mirandolo algo ansiosa.

—No...— sonrió travieso como un niño guardando un secreto.

Nos sentamos esperando el siguiente bus, mis manos y las suyas seguian cerca, casi rozandosé pero ninguno daba el siguiente paso.

—Quién lo diría…—susurró sonriendo.

—¿Mmm..? —murmuré saliendo de mis pensamientos.

—En el lugar que nos conocimos, estaríamos esperando juntos para nuestra primera cita.

Me sonrojé tímida al recordar ese día.

—Y no te devolví la bufanda… —recordé tímida y avergonzada.

Jake sonríe y niega.

—Quedátela, es un regalo. —se apresura a decir apesar de mis disculpas.

—¿Seguro?

—Sí… prefiero que lo conserves tú.

—Sólo te pido algo hoy… —justo un autobús se detuvo y Jake se levantó.— Relájate, sé la misma Kassia de siempre, no te dejes llevar por los nervios y sé tú.

—No es tan sencillo… —dije jugando con mis manos.

—¿Sabes para que son las citas?

—¿Para conocer mejor a la persona que te gusta? —respondí mirandolo sin siquiera pensarlo.

Por lo que sentí mi cara caliente al oír que salió de mis propios labios.

Jake sonrío.

—Exacto, por eso, no pienses en nada más, sé tu misma y todo saldrá bien.

Sacó una tarjeta e intenté echar un vistazo, pero la guardó.

—Es una sorpresa, nada de espiar. —exclamó cerca de mi oído.

—No es justo…

—Asi funcionan las sorpresas, si te digo, se arruina.

Iba a decir algo más, pero lo olvidé cuando tomo mi mano y caminamos hacia uno de los autobuses adentrandonos. Y arrugué la cara al escuchar la música a todo volumen del autobus y no era de mis favoritas, era una melodía electrónica saturada que opacaba hasta la voz de fondo.

Jake sacó uno de sus auriculares y me lo extendió, me lo pusé y empezó a sonar una canción viejita pero que amaba.

—¿Te gusta Coldplay? —preguntó.

Asentí.

—Entonces, dime, ¿cómo se llama esta canción?

Medité un momento.

—Es Yellow. —afirmé.

Sonrío mirando hacia el frente.

—Creí que te gustaban canciones más ruidosas y movidas.—comenté pensando en los grupos que le gustaban.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.