Max
Deliciosa, exquisita.
La más rica y sabrosa sangre que he probado hasta ahora.
En la tarde cuando la ataque, no se sentía el mismo sabor de ahora, era espesa y jugosa. Saboreándola mejor, caigo en cuenta de que no quiero parar, en mis papilas gustativas se siente como la miel, quiero extraer cada gota de ella de igual manera no la va a necesitar, el problema es que un vampiro adentro está a punto de matarnos a ambos y no piensa parar.
Sigo saboreando cada rincón de su cuello con amor. Agarrándola del cabello levanto su cabeza quiero mucho más.
Su débil cuerpo empieza a estremecerse de dolor, dándome señales de que pare de una vez por todas. Yo no quiero terminar, estoy hipnotizado con la sangre de esta chica, si no fuera por el tipo de adentro me la estaría devorando. Agarra mis brazos enterrándome las uñas está apunto de desmayarse si continuo succionándola.
Quitándomela de encima, la despego de los colmillos. Saboreo el labio inferior, no quiero perder su sabor. Algunos puntos azules alumbran en los hoyos marcados de su cuello, pero se apagan al rato.
–Ya te alimentaste, ayúdame –Ordenó. Para ser chiquita es muy brabucona.
A máxima velocidad estoy arrinconado en un árbol.
– ¡Imbécil! –Alguien tenía la camisa de mi cuello sujeta – ¡Arruinaste todo! Nadie te llamo, esto era entre ella y yo.
Alcanzo a ver a la chica corriendo a esconderse, es la mejor decisión.
Sujetándolo de la camisa logro empujarlo lejos. Levanto las manos observándomelas y sorprendiéndome, esta no es mi fuerza normal. Vuelve a tacarme, empujándome a uno de los árboles de nuestro lado, no lo pienso y saco toda la fuerza que tengo le devuelvo el ataque, logro tirarlo al suelo. Agarrándolo del cuello lo detengo unos minutos hay, al ser un vampiro su cuerpo es difícil de matar y ahórcalo no funcionara.
Siento en la nariz un golpe, logra apártame de él.
–No va a ganarme un novato –Odio la palabra novato. Sí ya sé solo han pasado cinco días desde que fui convertido, eso no les da derecho a decirme novato, hago el mayor esfuerzo posible por acostumbrarme a la nueva vida que no deseé.
Lanzándome hacia él intento quitarle esa horrible capucha, tapa su rostro. Si se escapa podre buscarlo y que pague por el dedo que acabo de romperme. Es muy hábil, al parecer tiene más años de práctica. Corro a esconderme a una cueva no tan lejos de aquí, gracias a la velocidad llego rápido, el dedo roto tardara unos segundos en sanar, mientras tanto tengo que esperar ya que así no puedo luchar.
Esta nueva vida es muy complicada, aunque no lo demuestre tengo miedo y eso complica las cosas, no debo distraerme y aprender a manejarme. Al parecer si soy un novato.
Sentándome en una roca espero pacientemente.
Los oídos los pongo en alerta, una de las muchas habilidades que ahora poseo es la audición, puedo oír sonidos a lo lejos y justo estoy escuchando unos latidos acelerados, vienen de la cueva. Busco a la persona a quien su corazón late con fuerza, apenas se da cuenta que estoy cerca, se abalanza contra mí con una rama, al parecer una estaca para ella, ¿Por qué sigue pensando que eso va a funcionar?
Es la chiquilla brabucona de sangre dulce.
– ¿Ya sé fue? –Pregunta ella desesperada.
Esto se volvió una conversación de susurros, porque ni ella ni yo hablamos en voz alta.
–Todavía no.
–Y que estas esperando, la mordedura que tengo en el cuello ¿No va a servir de nada? aparte arde demasiado –Se cruza de brazos.
Subo hasta la punta de sus ojos la mano, mostrándole el dedo que tengo roto por defenderla. No disimula su cara de horror al verme, pero levanta los hombros con indiferencia cambiando las expresiones.
–Eso no es nada, he visto peores –Es valiente la chiquilla.
Sus débiles dedos llegan a la parte superior de su cuello, rozándose con las huellas los puntos que quedaron marcados. Hace muecas de dolor.
–Nunca había dolido tanto, el dolor duraba segundos y ya estaba, ahora siento que la piel me la están arrancando.
Acercándome un poco a ella, visualizo la marca que le deje hace minuto atrás. No veo nada extraño, no le pienso contar que los puntos alumbraron o se va a preocupar. Ella lleva sus brazos a sus hombros abrazándose del frio. No entiendo porque se tuvo que quitar la blusa, podía solo correr a un lado la tela y dejarme morderla. Doy pasos hacia adelante intentando abrazarla y que no muera de hipotermia, no confía en mí y se aparta.
–Vas a morir, si no permites mi ayuda –Vuelvo a acércame –Déjame ayudarte.
Lo duda unos segundos.
Es muy terca, esconde muchas sorpresas. Logro abrazarla, la chiquilla se mantiene inmóvil como una estatua. ¿Por qué llore delante de ella en la tarde? Tenía tanta hambre y olvide ocultar mis debilidades, sigo con la esperanzan de que no se acuerde.
–Puedes ir por mi blusa y abrigo, por favor –Voy a tener que salir, al menos ya curaron las heridas.
–En que pensabas cuando te quitaste la blusa –Oculta su vergüenza.