Nela caminaba por los pasillos de la mansión con una inquietud que no lograba apartar de su pecho. El eco de las palabras de Celdrin aún resonaba en su mente, pero sus pensamientos no estaban del todo claros. Lo que había dicho tenía sentido, pero algo en su interior la empujaba en otra dirección. Era el rostro de Tobías lo que la detenía, lo que la hacía dudar. ¿Qué haría él si supiera lo que estaba planeando? ¿Qué sentiría si supiera que estaba intentando salvarlo?
Llegó a la puerta de la habitación de Tobías. El pesado silencio que emanaba de dentro la hizo dudar por un instante. Pero no había vuelta atrás, no después de lo que había prometido. Alzó la mano, pero antes de golpear, su voz salió más rápido de lo que había planeado.
—¿Puedo entrar?
Tobías, que se encontraba de pie frente a la ventana, escuchó su voz y sintió una mezcla de emociones contradictorias. Había pasado toda la tarde pensando en la persona que podría querer verlo caer, pero cuando oyó la voz de Nela, su mente se desvió hacia otro lugar. El nombre de Rorik había rondado su cabeza desde la mañana, la posibilidad de que su consejero, aquel a quien había confiado tanto, estuviera jugando un doble juego. Celdrin también era una pieza que no lograba encajar por completo en el rompecabezas. Y entonces, estaba Nela. La posibilidad de que ella pudiera ser la traidora lo había atormentado más de lo que quería admitir. No solo por lo que significaba su traición, sino por lo que implicaba para él.
—¡Adelante, entra! —concedió el permiso con una voz más firme de lo que se sentía.
La puerta se abrió y Nela entró, haciendo una reverencia como solía hacer, pero había algo diferente en la forma en que se movía. Tobías lo notó al instante. Ella lo miró a los ojos por un segundo antes de bajar la mirada. Él lo interpretó como un gesto de respeto, pero no podía ignorar la corriente subterránea de emoción que fluía entre ellos.
—¡Siéntate! —Señaló el asiento junto a él. Sabía que algo importante iba a suceder.
Nela caminó hasta el lugar que le indicaba y se sentó. Tobías se quedó observándola por un instante. Ella parecía estar luchando con algo, como si sus palabras estuvieran atrapadas en su garganta. Algo dentro de él quería decirle lo que había estado reprimiendo durante tanto tiempo, pero la sospecha contra ella seguía nublando su juicio. Debía saber si ella estaba implicada con los Melah, pero ¿cómo hacerlo sin traicionar lo que sentía por ella?
—¿Qué es lo que quieres, Nela? —indagó. Intentando restringir el habla culta, dejando a un lado la jerga.
Nela tomó aire, preparándose para hablar. Sabía que este era el momento de confesar. No solo lo que sentía por él, sino lo que había descubierto. La reunión de los Melah era esta misma noche, y si Tobías estaba allí, podría desentrañar la red de mentiras. Quería decirle que lo amaba, pero también quería salvarlo de la trampa que se avecinaba.
—Yo… —comenzó, pero no logró continuar. Justo en ese momento, la voz de Rorik resonó desde el otro lado de la puerta.
—Mi señor, ¿puedo entrar?
El ambiente en la habitación se tensó de inmediato. Tobías cerró los ojos por un momento, maldiciendo la interrupción, pero no tenía otra opción que permitirle la entrada. No podía sospechar nada todavía, no hasta que tuviera más pruebas.
—Entra —concedió lleno de impaciencia.
La puerta se abrió y Rorik entró con la seguridad de quien ha sido parte del círculo más íntimo por mucho tiempo. Sin embargo, al ver a Nela sentada junto a Tobías, sus ojos se abrieron más de lo habitual. La escena lo desconcertó, aunque solo por un instante. Se recuperó con rapidez, pero Tobías lo había visto. Esa mínima vacilación era suficiente para que su sospecha en contra de él comenzara a alimentarse.
El silencio que siguió fue pesado, cargado por la tensión que había entre ellos, en esa palabras que cada uno de los que se encontraban ahí querían expresar pero que no podían. Tobías observaba a ambos, midiendo cada gesto, cada movimiento. Sabía que algo no estaba bien, pero no lograba definir con exactitud qué era.
Nela, por su parte, se sentía fuera de lugar. La entrada de Rorik había interrumpido su confesión, y ahora se sentía atrapada entre dos fuerzas que no lograba comprender del todo. Rorik era un hombre que siempre había sido leal a Tobías, pero había algo en su presencia que la inquietaba. Sentía que algo estaba sucediendo, algo que escapaba de su control.
Tobías se levantó del asiento. Había decidido que no podía seguir postergando lo inevitable. Rorik sabía algo, y él debía descubrir qué era.
—¿Qué tienes que decirme, Rorik? —exigió Tobías, de manera seria y con autoridad. Sin dejar espacio para más vacila iones.
Rorik observó a Nela por un segundo más antes de centrarse en Tobías. Sabía que debía manejar la situación con cuidado. No podía permitir que sus verdaderos planes se filtraran en ese momento. El éxito de su trampa dependía de ello.
—He descubierto dónde los Melah se van a reunir esta noche —Reveló, con una sonrisa apenas perceptible en los labios.