El aire olía a moho y a la humedad que se filtraba a través de las rocas hasta las narices de Rorik y Celdrin que se habían refugiado en este lugar a las afueras de la ciudad, lejos de la vista de cualquiera que pudiera seguirles el rastro. En un rincón de la cueva iluminado por una antorcha, atada con fuertes cuerdas alrededor de una roca en forma de pico se encontraba Nelah.
Su respiración era agitada, entrecortada por la mordaza y silenciada por los pasos secos de Celdrin que hace unos segundos estaba de pie junto a Rorik en el otro extremo.
Cuando el chapoteo de las botas se detuvo. Nelah levantó la mirada hasta encontrarse con el ceño fruncido y la mirada impaciente del mercenario que la observaba con un brillo cruel en los ojos.
Celdrin se inclinó hacia ella, su túnica larga de azul opaco, teñido de un matiz grisáceo se movió hacia adelante, imitando su movimiento.
—¿Qué ibas a decirle a Tobías? —le exigió Celdrin con un golpe rápido de los nudillos de su mano impactando el rostro de Nelah. Seguido de sonido que resonó en la cueva e interrumpido por un quejido.
—¡Pudrete Celdrin! —Sus palabras inentendibles por la mordaza, pero que a Celdrin lo sacaron de control.
—¡Perra, nos ibas a traicionar! ¡Confié en ti! ¡Te lo conté todo! ¡Mereces morir! —Levantó la mano para golpear de nuevo pero antes de que pudiera hacerlo, Rorik, que había estado observando desde las sombras, lo interrumpió.
—¡Ya basta! ¡Basta Celdrin! ¿Qué crees que haces? —gritó con autoridad.
Rorik caminó hasta donde ambos se encontraban, su mano derecha apretó el mango de la espada corta que llevaba en el cinturón, y con su izquierda le bajó la mano a Celdrin sin dejar de mirarlo.
Celdrin asintió tras comprender que no era el único que se sentía angustiado.
—Ve, reúne a nuestros hombres y asegúrate de que Tobías y Dorntal nos hayan seguido y tiende una emboscada.
Celdrin apretó los dientes, giró la mirada hacia Nelah y se agachó.
—Escucha bien perra. Hoy ese maldito que mató a mis padres va a morir, después te unirás a él, por traidora —apretó el mentón de Nelah y sonrió antes de salir.
—Él te quiere muerta, pero yo no. Eres muy valiosa Nelah —habló Rorik.
Tras quedarse solo con ella la desató. La sujetó con fuerza de una mano y la arrastró hacia afuera.
—¡Tú y yo vamos a dar un paseo!
A las afueras de la ciudad, Tobías y Dorntal, junto con un grupo de hombres, buscaban por los alrededores sin éxito. La luz del día comenzaba a desvanecerse, y las sombras de las colinas se alargaban a su alrededor, creando un ambiente cada vez más inquietante.
—¡Sigan buscando, tenemos que encontrar a ese traidores! —Tobías avanzaba con determinación, ignorando el cansancio en sus músculos y la preocupación en los rostros de sus hombres.
Sin embargo, a lo lejos, sin que ellos lo notaran, Celdrin los observaba desde una colina, oculto entre las rocas y los arbustos. Sus ojos seguían cada movimiento de Tobías y Dorntal, midiendo cada paso que daban.
—No tienen idea de lo que hemos preparado para ustedes —murmuró para sí mismo con una sonrisa maliciosa. Hizo un gesto con su mano derecha para que los arqueros se posicionasen.
Dorntal comenzaba a perder la paciencia. Tras horas de búsqueda infructuosa, se acercó a Tobías, su expresión era sombría.
—Señor, será mejor que regresemos a la ciudad antes de que oscurezca por completo. No estamos logrando nada aquí y estamos preparados para un ataque durante la noche.
—Escucha Dorntal, no pienso irme de aquí sin encontrar a esos dos y salvar a Nelah.
Dorntal apretó los dientes y se adelantó, colocándose frente a Tobías.
—¿Por qué insiste en esto? Acaso no ve que está exponiendo su vida y la nuestra por una mujer que nunca será aceptada en nuestra sociedad. Una mujer que nunca será digna de casarse con alguien como usted, mi señor.
Tobías dio un paso adelante y lo agarró por el cuello de la vestimenta de guerrero que llevaba puesta. Lo alzó con fuerza, sus ojos llenos de ira.
—¡Ya no me importa la maldita sociedad! Si tengo que renunciar a todos mis derechos por estar con la mujer que amo, lo haré sin dudarlo.
Dorntal lo observó, sorprendido por la vehemencia en las palabras de Tobías, pero no retrocedió. En lugar de eso, levantó los brazos y, con un movimiento brusco, se liberó del agarre.
—Siempre te he servido sin poner en duda tus órdenes. Pero esto sobrepasa los límites. Si no te comportas como el líder que eres, tendré que tomar las riendas del mandato —Le guiñó un ojo.
—Haz lo que quieras, Dorntal. Si eso significa que seré libre para estar con Nelah, entonces adelante.
Sin previo aviso, Dorntal lanzó un puñetazo directo al rostro de Tobías. El golpe fue fuerte y lo hizo tambalearse hacia atrás. Antes de que pudiera recuperarse, Dorntal lo golpeó de nuevo, esta vez con más fuerza, hasta que Tobías cayó al suelo.
—¡Basta! Deja de comportarte como un adolescente enamorado —gritó Dorntal acercando su boca al oído de Tobías, y susurró—: El maldito que buscamos no está observando.