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—¿Quieres que te acompañe? —pregunté tomando su mano.

Él se giró a verme por un instante, sabía su respuesta, pero aún creía que había la posibilidad de que esta vez por fin me dejara ir con él.

—Valentina, yo puedo con esto, regresa a tu casa y nos vemos en la tarde o mañana.

—¿Y si algo te pasa? —le pregunté al tiempo que tomaba su mano derecha.

En ese instante él pareció pensar la situación; lo supe debido a que su rostro se tensó por un momento.

—No pasará nada —dijo mientras posicionaba su mano izquierda sobre mi mano para que soltara mi agarre. —He estado solo desde el día que me escapé,  un día más no hará la diferencia.

—Bien, te estaré esperando a las 6 en mi casa.

—Está bien, regresaré a esa hora.

En ese instante solté su mano y él se empezó a alejar por la calle.

No lo sabía en ese momento, pero esa iba a ser una de las últimas conversaciones que tendría con aquel niño que me acompañó por 2 años, aquel que me ayudó a sobrevivir en la calle todo este tiempo y con ello también a mi familia.

Una de las últimas conversaciones que tuve con Kevin.

—No te muevas —dije al tiempo que sujetaba mi cuchillo cerca de su garganta.

—Está bien, no me moveré —habló el chico de manera calmada.

El verlo de esa forma me sorprendió, por lo general la gente se asustaba o entraba en pánico, pero él parecía lo más sereno posible.

Bajé mis manos a sus bolsillos y de él saqué su billetera y su celular.

—Este no es el camino correcto —habló.

—Cállate —dije mientras acercaba mi cuchillo un poco más a su garganta.

—Créeme, viví como tú hace muchos años y...

—No me interesa tu vida —dije seria mientras guardaba sus cosas en el maletín que cargaba conmigo. —Cierra los ojos y cuenta hasta mil, si me sigues, te mato —susurré en su oído.

—Está bien, espero que lo que tengo te ayude y puedas sobrevivir por los siguientes días y no te...

—¡Que te calles! —grité mientras con mi rodilla golpeaba su entrepierna. —Eres un puto hablador, no sabes nada y si sigues hablando te aseguro que te haré desangrar en este mismo callejón.

—Bien, ya me quedo cayado.

Me aseguré de que nadie estuviera cerca y empecé a correr en la dirección opuesta en la cual él estaba de frente.

Cada cierto par de segundo me giraba para asegurarme de que no volteara, pero en ningún momento lo hizo, solo se quedó justo donde lo dejé, arrodillado en el suelo.

—Oye, ¿Estás bien? —dije mientras trataba de cubrir al niño frente a mí con la sombrilla.

La lluvia era intensa y él se encontraba refugiándose en la puerta de una tienda, pero aun así estaba empapado.

La mirada del niño se levantó y pude ver sus ojos llorosos y como algunas de sus lágrimas se entremezclaban con las gotas de lluvia que se deslizaban por su rostro.

—Sí. —Se limitó a decir el niño.

Miré en todas las direcciones, la calle estaba solitaria. Sujeté firme mi sombrilla y me senté a su lado.

El chico giró su vista a mí. No dijo una sola palabra, pero su estado era suficiente para saber que había pasado por algo grave.

Su piel era pálida, tenía unas ojeras marcadas bajo sus ojos marrones y su rostro se veía algo delgado, parecía que no había comido.

Me estremecí al pensar eso. Él vivía lo que mi mamá trataba de evitar para mi hermano y para mí.

—Soy Valentina —susurré.

El chico giró su vista a la calle, dio un respiro y se levantó. La lluvia volvió a empaparlo. Me levanté con la intención de cubrirlo nuevamente, pero él me lo impidió.

—Estoy bien —dijo con una mirada inexpresiva en su rostro —, no necesito tu lástima.

En ese instante sentí una sensación intensa en mi interior y lo único que hice fue apretar mi mano en un puño.

—Yo sobreviviré por mi cuenta —habló girando su vista a la calle —, preocúpate mejor por ti misma.

Después de eso él solo se alejó por la calle.

—Hola, mamá —dije entrando a la cocina de mi casa. —Te dije que esperaras a que llegara para hacer el almuerzo —hablé seria.

Ella se giró y mi vista se posó en sus manos.

—Hija —susurró —, no puedo dejar que hagas todo por mí, ya es suficiente con que estudies y trabajes.

—Pero mamá...

—Yo puedo con esto —dijo dándome una sonrisa —, no quiero ser una completa inútil.

—¡No eres inútil mamá! —dije de repente.

Su vista se posó en mí, no se esperaba que le alzara la voz.

—No eres una inútil —Repetí.

Mi mamá bajo la mirada y la vi pasarse una mano por su mejilla. Di un paso en su dirección, pero me detuve.

—¿Qué tal te fue en el colegio?—dijo volviendo a verme.

Sus ojos estaban cristalizados, quería abrazarla, pero no lo hice.

—Bien —traté de dar mi mejor sonrisa y ella pareció creerme. —¿Y Felipe?

—En el cuarto —me respondió.

Yo asentí, le di una última sonrisa y me acerqué a la cortina que separaba la habitación que compartía con mi hermano del resto de la casa.

Aparté la tela y pude observar a mi hermano en el suelo, rodeado de un montón de lápices de colores.

Él era feliz con ellos y aunque la manera en que logré comprarlos no era la correcta, el hecho de ver su sonrisa hacía que valiera la pena tomar este camino.

Toqué su hombro y él se giró a verme, en ese instante sonrió y me abrazo fuerte. Correspondí su abrazo hasta que él se apartó y con sus manos empezó a hablarme.

"Mira el dibujo que hice"

Levantó el papel que tenía en el suelo y pude ver un dragón y dos personas enfrentándose a él.

—Qué lindo — pronuncié y le hice las señas.

"Son de una película que vi en clases ayer"

—Serás un gran artista, hermanito —dije pellizcando sus mejillas.

"Es lo único que siento que puedo hacer bien"

Vi su rostro. Su sonrisa de hace unos instantes había disminuido un poco.



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En el texto hay: soledad, tristesa, pasado drama

Editado: 25.12.2022

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