En el taller silencioso donde los segundos se forjan,
el relojero del tiempo labora con manos invisibles.
Cada tic-tac es un latido, cada hora una historia,
y en su meticuloso arte, los momentos son tangibles.
Con engranajes de instantes y manecillas de destinos,
el tiempo se mide en susurros de un reloj eterno.
Es el maestro de la paciencia, el guardián de los ciclos,
que nos enseña que cada época tiene su invierno y su verano.
El relojero no acelera, ni retarda su compás,
pues en su sabiduría, sabe que todo tiene su cuando.
Desde el amanecer de las civilizaciones hasta el ocaso de las estrellas,
él observa, impasible, el desfile de los años.
En su obra, cada minuto es precioso, cada día un regalo,
y nos invita a valorar el ahora, antes de que se desvanezca.
El relojero del tiempo nos recuerda que somos efímeros,
pero en nuestra brevedad, hay belleza y hay ciencia.
Así, vivimos bajo su mirada, en el reloj de la existencia,
donde cada tic-tac es un paso, cada hora una elección.
El relojero del tiempo, en su silencio, nos susurra:
"Vive cada momento, pues en ellos, reside tu voz."