En la oscuridad que a veces envuelve al mundo,
hay un faro que brilla, inquebrantable y puro.
Es la esperanza, la luz que guía a los perdidos,
el destello que promete un amanecer seguro.
A través de tormentas y mares embravecidos,
la esperanza es el ancla, el puerto seguro.
En su resplandor, encontramos la fuerza para continuar,
para enfrentar cada desafío, cada muro.
El faro de la esperanza no se construye de piedra,
sino de los sueños y deseos de cada corazón humano.
Es la fe en un futuro mejor, la creencia en nosotros mismos,
que nos lleva a través de la noche hacia un destino soberano.
En su luz, vemos reflejados nuestros más altos ideales,
la compasión, la bondad, la voluntad de hacer el bien.
El faro de la esperanza es un recordatorio constante
de que, incluso en la adversidad, no estamos solos, alguien nos sostiene.
Así, cuando la desesperación amenace con apagar nuestra luz,
miremos hacia el faro de la esperanza, y recordemos su canción.
Que su brillo nos inspire a ser faros para otros,
en un mundo donde la esperanza es lo que nos hace fuertes y nos da dirección.