Rompiendo las reglas de Black

Capítulo 5

En eso, mi celular sonó…

—¿No vas a contestar? —pregunta Sharlott al ver que suena por tercera vez y yo no hago ni el intento de tomarlo.

—Claro… —busco mi celular, que descansa plácidamente en la mesita de noche—. Hola —contesto con tranquilidad, acercándolo a mi oreja.

Error. Gran error.

—¡Esmeralda! —se escucha una voz tan fuerte que casi me deja sorda. Me suena familiar, pero no logro ubicarla del todo.

—Sí, soy yo. ¿Quién habla? —pregunto confundida, mientras miro a Sharlott que me observa con curiosidad.

—¿Qué? ¿No me recuerdas?

—Lo siento, pero no —respondo sincera, sintiendo su mirada fija sobre mí.

—Soy Zayla, la hija de Scarlett.

Y ahí todo encaja. Su voz, su tono, su energía… los recuerdos llegan de golpe. Deje de ver a Zayla al mismo tiempo que a mi madrina, hace ya varios años. Siempre nos llevamos bien, y aunque el tiempo y la distancia nos separaron, la confianza entre nosotras nunca se perdió.

—¡Zayla! Hola, lo siento, es que no recordaba bien tu voz —me disculpo con una sonrisa nerviosa. Ella suena emocionada, mientras yo me siento una pésima amiga.

—Eso no importa —responde animada—. Mamá me contó que te mudaste cerca de nuestra casa.

Tengo que alejar el celular una vez más. Zayla siempre ha sido igual de gritona; si alguna vez se convierte en cantante, no necesitará micrófono.

—Sí, cuando quieras le dices a mi madrina que te traiga y así pasamos el rato —le propongo, imaginando su sonrisa amplia y esos ojos azules brillando con entusiasmo.

Zayla es tan hermosa como su madre. Cabello negro azabache, piel morena y suave, figura delgada y un cuerpo que cualquiera envidiaría. Tiene esa mezcla de dulzura y carácter que hace que todos la noten sin que lo intente.

—Bueno, claro que iré. Te llamo luego, ya llegó mi hermano y tengo que hablar con él. ¡Adiós!

—Adiós —respondo, y cuelgo la llamada con una sonrisa.

—¿Quién era? Claro, si se puede saber —pregunta Sharlott, un poco apenada por su curiosidad.

—Era Zayla, la hija de mi madrina. Algún día la conocerás —le digo con amabilidad, mientras ambas nos sobresaltamos al escuchar los golpes en la puerta.

—¿Quién es? —pregunto caminando hacia ella.

—Tu sexy, irresistible y hermosa hermana —responde una voz teatral al otro lado.

Abro la puerta y me encuentro, efectivamente, con la cara de mi hermana.

—Lo siento, te confundiste de habitación y de hermana. Yo no tengo una sexy e irresistible hermana, más bien tengo un espantapájaros —respondo con sarcasmo. Escucho a Sharlott reír por lo bajo, lo que le gana una mirada asesina de mi hermana.

—Solo baja, la comida está lista —dice, dándose media vuelta con un movimiento digno de una diva.

—Nos vamos —anuncio desde la puerta.

—Sí —responde Sharlott poniéndose de pie.

Bajamos las escaleras y nos topamos con los tortolitos en pleno romance de película barata.

—Dios, tengo hambre, no me quiten el apetito —digo con una mueca de asco.

—Solo no mires y ya —responde mi hermana, rodando los ojos.

—Te presento a Sharlott, es una amiga que conocí en el instituto —anuncio mientras Sharlott saluda tímidamente.

—Hola, mucho gusto —dice con una sonrisa educada. Mi hermana y su novio le devuelven la cortesía.

—Sharlott, ella es mi hermana. La única persona que solo su novio puede soportar —digo con una sonrisita maliciosa. Si las miradas mataran, ya estaría seis metros bajo tierra… y probablemente resucitaría solo para que me matara otra vez.

—Hola, Sharlott —dice mi hermana con una sonrisa fingida—. Dime, ¿cómo sobrevives más de diez minutos con mi hermana? Yo paso tres y ya quiero matarla.

Sharlott ríe nerviosa, intentando calmar la tensión.

—Y él —digo señalando al novio de mi hermana con aire inocente—, él es… ¿cómo te llamas? —termino, fingiendo pensar.

La mirada que me lanza mi hermana es digna de un asesinato premeditado. Si las paredes hablaran, ya estarían pidiendo refuerzos.

—Me llamo Tomás, Esmeralda —dice mirándome a los ojos. No me culpen por no recordar cosas que no me importan; mi memoria selectiva tiene prioridades muy claras.

—Y él es Tomás, el novio de Esperanza, mi hermana, por desgracia —dicho esto, empujo a Sharlott con el codo y la llevo al comedor antes de que mi hermana empiece con su verborrea habitual.

Comemos tranquilas y pasamos la tarde entre chismes, bocados y risas; ella cuenta anécdotas del instituto y yo finjo escándalo en los momentos precisos. Cuando Sharlott se va, me doy una ducha rápida y me quedo dormida como si me hubieran desenchufado. Abro los ojos y miro la hora: 9:12 p.m. ¡Cuánto dormí! Bajo las escaleras desperezándome y me encuentro con toda la familia reunida en la sala.

—Hija, ya despertaste —dice mi papá; me acerco y le doy un beso en la mejilla.

—¿Cómo está el hombre más lindo del mundo? —pregunto con dramatismo, me siento en sus piernas y le doy un abrazo lleno de exageración afectuosa.

—Aquí está —responde él con orgullo; si alguien dudaba de mi ego, ahora saben de dónde lo heredé (también lo heredé de mi hermana, por desgracia).

—¡Mami! —grito como niña pequeña y corro a la cocina para abrazarla y besarla.

—Te veo muy cariñosa —dice ella sonriendo, pero su sonrisa se desvanece en un segundo y adopta una expresión seria—. ¿Qué hiciste ahora? —pregunta, dejando escapar un suspiro que anuncia problemas.

—Yo nada —respondo con una sonrisa angelical, mientras la observo servir la cena y todos se sientan a la mesa.

—Ahora dime —dice mi madre, dejando el cubierto para prestarme más atención.

—Bueno… iré durante un mes a un orfanato a ayudar —suelto la frase como si fuera lo más normal del mundo.

La mesa estalla en carcajadas. Mis padres y mi hermana se doblan, se agarran el estómago como si les doliera de la risa. Veo a mi madre cubrirse la boca y a mi padre intentar contenerse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.