—Siento la demora —esa voz la conocía perfectamente; no podía ser ella. Tenía que haber una equivocación. Ella no puede ser su madre. Me doy la vuelta para encontrarme...
—Madrina Scarlett —digo con sorpresa, sin poder todavía creer lo que mis ojos ven.
—Esmeralda —pone cara de confusión—. ¿Qué haces aquí? —Pero su pregunta se responde sola cuando observa toda la oficina con detenimiento.
—Mamá, ¿conoces a la bestia? —pregunta la mariposa chismosa, completamente confundido.
—Claro, hijo. Yo soy su madrina —responde mi madrina entrando por completo en la oficina.
Mi madrina Scarlett tiene dos hijos: la menor es Zayla, a quien solía llevar siempre a nuestra casa, y Zack, a quien apenas conozco. Zack nunca quiso tratar con mi familia, y lo sé porque Zayla me lo contaba cada vez que podía.
—Bien, ya que estamos todos, vamos a comenzar —habla el director Hitler con su voz grave—. La razón por la que están aquí ya la saben.
Mis padres asienten con la cabeza; sin embargo, mi madrina niega.
—Lo siento, señor director, pero mi hijo no quiso decirme nada hasta que estuviéramos aquí —todas las miradas se dirigen automáticamente a Zack.
—No me miren. No era mi obligación decirle —se encoge de hombros, como si todo le diera igual.
—Claro que tenías la obligación —mi madrina le responde de inmediato—. Sólo tenías que venir y punto.
Todos guardamos silencio. Esta conversación claramente no es nuestra.
—Hijo, respétame. Soy tu madre —veo sus ojos cristalizarse—. No vamos a discutir esto aquí; lo hablaremos en casa —se seca una lágrima de manera distraída.
—Nunca es el momento, pero no me interesa. Continuemos, director —dice él sin mirarla. No hay que ser genio para notar que su relación es un caos. Mi madrina lo mira con una mezcla de dolor y resignación antes de volver su atención al director.
—Bueno —comienza él—, la razón por la que están aquí es para firmar la autorización. De esa manera podremos mandar a estos dos estudiantes a un orfanato como castigo.
—¿Qué hizo mi hijo ahora? —pregunta mi madrina, ya agotada.
—Bueno… qué hicieron los dos, quiso decir —aclara el director—. Según su hijo, la señorita Hernández le rompió la nariz —Zack hace una mueca evidente—, y según la señorita Hernández, él la insultó y la tomó muy fuerte de la muñeca.
—Pero hija, no me dijiste lo de la muñeca —papá me habla, molesto.
—Papá, no es muy importante, por eso no te lo dije —le aclaro en voz baja.
—Lo dejaré pasar por ahora, pero debiste decirlo —responde papá, nada feliz.
—Gracias. Luego hablamos —le sonrío.
—Muy bien, pueden firmar aquí —el director les entrega los papeles. Ellos firman en silencio—. Gracias por su tiempo. Espero verlos pronto… y que no sea porque sus hijos hicieron algo —dice intentando ser gracioso. La mueca que hago deja muy claro lo que pienso.
—Lamento mucho lo que mi hija hizo —se disculpa mi padre.
—Descuide —le responde el director—. Aunque siento que veré a su hija muy seguido.
Yo le sonrío con inocencia extrema.
—Adiós, señor director —me despido, saliendo de la oficina.
Apenas llegamos al pasillo, veo a mi madrina respirar profundo, como si soltara un peso enorme.
—Esme… siento mucho lo que mi hijo te hizo. Lo lamento de verdad —sus ojos vuelven a humedecerse.
—Descuida, madrina. No es tu culpa —le digo, tratando de darle tranquilidad.
—Sí, pero él te hizo daño… —murmura con angustia, como si la culpa la estuviera rompiendo desde dentro.
—Solo fue que me agarró fuerte de la muñeca. Estoy segura de que no quiso hacerme daño… ¿no es así, Zack? —le digo a mi mariposa chismosa, pero él ni siquiera me escucha; está demasiado pendiente de su propia conversación. Y luego se queja de su apodo. Qué malagradecido.
—No importa, ella siempre me ve como la peor persona —dice Zack, dando un paso atrás y comenzando a caminar, como si quisiera huir de todo.
—No es así, hijo… —responde mi madrina entre sollozos, estirando una mano hacia él, desesperada por alcanzarlo.
—¡Ya cállate! —grita de repente. Su voz retumba en el pasillo y todos damos un salto. Tiene el rostro rojo, la mandíbula apretada, los ojos brillando de ira contenida—. Me tienes harto. No quiero escucharte. ¡Ya basta! Estoy harto de ti. Quédate con la bestia o con quien se te pegue la gana, pero déjame en paz.
Dicho esto, se marcha a pasos largos.
Mi madrina se derrumba en lágrimas. Mi madre se acerca enseguida y la abraza, como si temiera que se desmoronara en el suelo. Está más que claro que entre ellos hay heridas viejas que ninguno ha sabido sanar.
Sin que nadie se dé cuenta, salgo corriendo detrás de Zack. Porque ese imbécil va a escucharme, le guste o no.
Corro por los pasillos, esquivando estudiantes que apenas van saliendo de sus salones, pero no logro alcanzarlo. Es rápido para huir, claro. De enfrentar, ni hablar.
Llego al patio jadeando y me detengo. Lo encuentro finalmente: está bajo un árbol, apoyado en el tronco, con el uniforme arrugado y una expresión oscura. Fuma como si el cigarrillo fuera lo único que lo mantiene en pie.
El humo sube lento, pero la rabia que me provoca verlo tan tranquilo después de gritarle así a su madre sube más rápido todavía.
Ahí está. Y no pienso dejar que se vaya sin escucharme.
Zack
Mi madre y yo tenemos muchos problemas desde que mi padre se marchó hace meses. No me ha llamado, no me ha buscado… simplemente desapareció. Y eso duele. Yo era muy apegado a él; lo veía como mi héroe, mi inspiración para llegar lejos… mi todo.
Desde que se fue, dejé de respetar a mi madre. Siempre discutimos, me meto en problemas por cualquier cosa, y sé que le duele que mi nueva “víctima” sea su preciada Esmeralda.
El día que la acorralé en los casilleros y la observé fue porque me pareció conocida. Zayla siempre me hablaba de su amiga, a la cual no soportaba sin siquiera haberla visto. Un día me mostró una foto de ella de niña, y cuando tuve a Esmeralda cerca confirmé que se parecían. La niña de la foto tenía los ojos esmeralda más hermosos que había visto, pero había algo que no encajaba. Zayla me decía que esa pequeña era dulce, encantadora, inocente… muy diferente a esta loca capaz de romperme la nariz. La niña que mi hermana describía no puede ser esta bestia.