—¿Qué haces aquí? —es lo único que sale de mis labios.
—¡Sorpresa! —grita como loca. La persona que me enseñó a vestirme como una adolescente normal, que me llevó a mi primera fiesta, la persona que siempre estuvo —y está— para mí en todo momento.
—¡Belinda! —grito eufórica. Belinda es mi mejor amiga; la quiero tanto que todavía me duele haber perdido contacto con ella cuando nos mudamos aquí.
—Nadie más —dice antes de asfixiarme con un abrazo.
—Te extrañé tanto —una lágrima se escapa antes de que pueda evitarlo.
—No más que yo —si yo pensé que era sensible por haber llorado un poquito, Belinda llora como si se hubieran muerto tres personas.
—¿Qué haces aquí? —pregunto, porque mi curiosidad ya me está quemando por dentro.
—Vengo a vivir contigo —y este es el momento exacto en el que me quedo en shock.
—¿Cómo que a vivir conmigo? —sí, estoy gritando.
—Sí, ¿no te alegra? —pregunta bajando la voz, casi tímida.
—¡Claro que me alegra! —grito emocionada—, pero me tienes que contar todo.
—Claro. Vamos a tu habitación y allí hablamos —asiento con la cabeza y la guío hasta mi cuarto. Abro la puerta y le hago un ademán para que entre.
—Toma asiento y cuéntame todo —ella obedece y se sienta. Espero a que hable.
—Bueno… todo comenzó cuando te fuiste —su cara se entristece—. Derek se dedicó a molestarme ya que no estabas. Me hicieron muchas cosas, me ponían en ridículo. Tú sabes que yo no soy como tú; no me sé defender como tú lo haces. Ellos me hacían bromas, se burlaban de mí y se vengaron por lo que le hiciste a la inservible de Ana —una lágrima cae por su mejilla. Me acerco a abrazarla—. Derek me enamoró y jugó conmigo —dice sollozando—. Después me dijo que había jugado con la mejor amiga de Esmeralda, justo después de andar contigo. —rompe a llorar—. Me dijo cosas horribles. Yo… lo siento, Esme. Él me ayudó por un tiempo y yo me fui encariñando, poco a poco, hasta el punto de enamorarme. Lo siento, sé que él es tu exnovio. Debes pensar que soy una traidora y no te culpo. Si no me quieres aquí me voy ahora mismo. Solo quería ser sincera con la persona que más quiero en el mundo.
—Tú no tienes que pedir perdón por nada. Y yo no tengo nada que perdonarte. Mi amistad contigo es muy importante; más que una amiga, eres como una hermana. Ese idiota de Derek no merece ninguna de tus lágrimas. Te comprendo: esos imbéciles debieron joderte la vida. Viste en Derek un ángel protector y no al demonio idiota que en realidad es —seco sus lágrimas con mi pulgar—. Me hace muy feliz que estés aquí conmigo.
Ella me abraza con fuerza, como si quisiera quedarse ahí para siempre.
—Gracias, amiga. Tú también eres una hermana para mí. Y estoy aquí porque mis padres lo prefirieron, y yo feliz de la vida con su propuesta. Se enteraron de que me molestaban y me maltrataban. Hablaron con tus padres y quisieron darte la sorpresa. No sé cómo lo hicieron, pero… iré a tu instituto.
Me quedo sonriendo como idiota.
—¿Es de verdad? —pregunto incrédula.
—Claro que sí —nos abrazamos como dos locas.
Belinda es mi amiga desde el jardín de niños. Recuerdo que me enojé con el profesor y le jalé el pelo, y ella me tenía miedo. Un día, unos idiotas la estaban molestando y yo les pegué; desde ese momento nos hicimos inseparables.
Cursamos la primaria juntas, fuimos a nuestras primeras fiestas juntas. Yo le enseñé a golpear, pero a ella no le gusta la idea de pegarle a un chico. Según ella, “es mejor besarlo que golpearlo”. Lo sé, un consejo rarísimo. También tuve mi primer beso gracias a ella, porque organizó todo para que el chico que me gustaba y yo nos encontráramos.
Belinda es realmente especial para mí.
Tiene mi misma edad: 17 años. Es de estatura media, piel clara y un cuerpo bonito. Su cabello rubio es precioso, y es la primera rubia que conozco que no está hueca ni es idiota. Le encanta el modelaje; es realmente bonita y sus ojos marrones pueden cautivar a cualquiera.
Derek fue uno de mis mayores errores. Él era mi novio en mi antiguo instituto, el capitán del equipo de fútbol. Cuando lo conocí no era el imbécil que es ahora; era un chico muy bueno. Aunque no me guste admitirlo, es una persona realmente atractiva. Fui su novia por un año completo, un largo y precioso año que desperdicié al lado de un idiota. Lo encontré pegándome los cuernos con la idiota barata de Ana. Me dolió, claro, pero más que nada me ardió el orgullo. No era por él; era porque pudo ser cualquiera, cualquiera, pero no esa maldita. Desde el momento en que rompí con él —humillándolo, por supuesto— quiso hacerme lo mismo, pero no sabía que conmigo nadie se mete. Después ya saben la historia: Ana quiso hacerme bullying y yo me vengué. A lo grande.
Terminando de hablar con Belinda, me meto al baño. Me desnudo y dejo que el agua se lleve todo el estrés que recorre mi cuerpo. Desde siempre, el agua me ayuda a relajarme. Cuando termino, salgo, me pongo la pijama y encuentro a Belinda mirándome raro.
—¿Qué? —pregunto, porque lleva rato observándome como si escondiera un secreto estatal.
—Nada, solo que no me has contado nada de tus experiencias en este lugar —experiencias… aquí solo vivo una guerra.
—Bueno, más que experiencias, es una guerra —le aseguro.
—¿Por qué lo dices? —se sienta de nuevo y empiezo a contarle desde mi primer día de clases, cuando conocí a los chicos y a los idiotas del grupo de Black. También le cuento nuestros “encuentros”, que ninguno terminó bien, cómo ridiculicé a Carlota y mi salida con Jack.
—Wow —es lo único que sale de sus labios.
—Y eso, mi querida amiga, es todo.
—Es que eres un imán para los problemas —asegura ella.
—Los problemas vienen a mí —me encojo de hombros, como si no fuera gran cosa.
—Dime… ese tal Zack, ¿es guapo? —pongo los ojos en blanco. En serio, no pierde oportunidad.
—¿Es en serio?
—Oye, no me culpes. Pero dime: ¿es guapo sí o no? —pienso que, aunque odio admitirlo, Zack parece un modelo… o un autor de novelas oscuras.