Rompiendo las reglas de Black

Capítulo 16

Entro a mi casa muriendo del cansancio. No hay nadie en la sala, así que supongo que están en el comedor. Camino hasta allí y, efectivamente, están todos.

—Hija, ya llegaste —mi padre abre los brazos para que lo abrace, y yo lo hago de inmediato.

—Hola, papi —le digo como una niña pequeña.

—Hija, qué bueno que estás aquí —alzo la vista hacia la cocina justo cuando mi madre sale de ella.

—Hola, mami —digo mimosa mientras beso su mejilla.

—Quien la vea ahora dudaría que es la misma persona —escucho la voz burlona de Tomás. Me doy la vuelta con cara de asesina y él se calla al instante. Vuelvo a mirar a mi madre, que me pide con un gesto que la ayude a llevar la cena a la mesa, y lo hago. Cenamos entre pláticas, risas y pequeñas anécdotas del día, hasta que una voz nos interrumpe.

—Buenas noches, familia —dice Belinda mientras entra.

—¿Y tú qué hacías que llegas a esta hora? —le pregunto frunciendo el ceño.

—Luego te cuento —me guiña un ojo y asiento.

—Me voy a dormir. Buenas noches —anuncio cuando termino de ayudar a mamá a lavar los platos sucios. No espero respuesta; simplemente subo a mi habitación. Un rato más tarde, Belinda entra.

—Me cuentas todo —le digo apenas cierra la puerta.

—No hay mucho que contar. Solo estaba haciendo un trabajo de física con Nicolás —me mira, y sé que dice la verdad.

—¿Y quién es Nicolás? —levanto una ceja de manera pícara.

—Solo es un compañero de clases. Mañana te lo presento. Es un nerd, tal vez por eso no lo conozcas, pero es muy buena persona —se recoge el cabello en una coleta desordenada.

—Bien, pero me lo tienes que mostrar —la amenazo con la mirada.

—Claro, pero tú me vas a decir lo que hiciste hoy —asiento y le cuento todo. Ella escucha atenta, sin interrumpir. Cuando termino, sonríe.

—¿Sabes? Te daré mi opinión.

—Dala.

—Creo que ustedes se atraen —la miro como si hubiese dicho la mayor locura del mundo.

—Muy graciosa, pero el chiste no tuvo gracia.

—Perdón, solo di mi opinión —se cruza de brazos.

—Ok, ya. Cambiando de tema, tengo novedades —me siento más cómoda cuando me quito el vestido y busco mi pijama para darme un baño.

—No sé por qué, pero nunca me gustan tus novedades —responde Belinda con desconfianza.

—Mañana comenzamos la venganza —ella me mira mal.

—¿Qué tienes en mente?

—Vamos a empezar con algo no tan grave… solo una broma de niños.

Ella me mira como queriendo decir algo.

—Di lo que quieres decir —la aliento.

—¿Estás segura? Mira lo que pasó la última vez —se refiere a Ana y su famoso “baile de lombrices”.

—Tranquila, no pasará nada —le aseguro acercándome a ella, aunque en el fondo sé que cada vez que digo eso, algo sí pasa.

—Está bien, nos vemos mañana, estoy agotada —Belinda me da un beso y un abrazo antes de salir de mi habitación. Entro al baño y me doy una larga ducha para relajar cada uno de mis malditos huesos. Cuando salgo, me pongo la pijama y me lanzo a la cama, lista para dormir.

El sonido de mi alarma me sobresalta. Parpadeo medio dormida y miro la hora: 5:25 a. m. Con esfuerzo me levanto, entro al baño y hago mi rutina: necesito despertar, así que me cepillo los dientes y vuelvo a bañarme rápido.

De mi armario elijo un pantalón azul pegado hasta las rodillas, una blusa negra de tirantes ajustada, mi clásica coleta alta, unos Converse azul con negro y me pinto los labios de rojo, pero no demasiado. Me pongo un guillo de plata en el tobillo derecho, mis aretes y la cadena con mi inicial. Cuando vuelvo a ver la hora son las 6:00 a. m.

Una sonrisa se forma en mis labios. Una hora entera para planearlo todo.

Salgo de la casa dejando una nota sobre la mesa. Llevo en mi mochila lo necesario. Paso por un par de sitios para buscar más cosas que necesito y luego camino hacia el instituto. No hay un alma. Solo el guardia, que está durmiendo parado como si fuera un árbol humano. Entro sin hacer ruido y voy directo al salón de literatura, el que comparto con él, Belinda, Sharlot y Michael.

Arreglo todo con precisión, casi como una cirujana del desastre, y luego me voy a caminar por los alrededores para esperar el momento perfecto. Con el pasar de los minutos, veo a los estudiantes comenzar a llegar.

Cuando suena el timbre, entro a clase y veo a mis amigos ya acomodados. Voy a mi asiento de siempre y, por supuesto, Belinda no tarda ni dos segundos en saltar.

—¿Qué hiciste? —pregunta inclinándose hacia mí, lista para el chisme.

—Ya verás —respondo con una sonrisa tranquila que no le da nada de tranquilidad.

Veo a Zack entrar al salón y sentarse en su lugar habitual. La maestra llega enseguida y nos pide que pasemos al frente, uno por uno, para hablar sobre el libro que nos asignó. Todos ya lo han hecho; solo falta él.

Como voy a disfrutar esto.

—Zack Black, al frente —ordena la maestra.

Él se levanta, elegante, despreocupado… pobre iluso. Yo sonrío maliciosamente. Oh sí. Venganza.

Zack llega al frente. En el instante exacto en el que abre la boca para hablar, corto el pequeño hilo oculto bajo el escritorio, el que sostenía la cubeta repleta de mis ingredientes especiales: popó de perro, harina, huevos dañados, agua sucia… y varias sorpresas más.

La mezcla cae directo sobre él. En vivo, en directo, y gloriosamente.

—¡AAAAHHHHH! ¿Qué diablos es esto? —exclama tocándose la ropa, pegajosa y pestosa.

El olor es tan horrible que la maestra pierde la paz.

—¡Salgan todos! —grita desesperada.

No lo piensa dos veces nadie. Todos salimos al pasillo antes de morir intoxicados por la nube tóxica que Zack ahora carga encima. Ya fuera, entre murmullos y risas ahogadas, Zack empieza a maldecir en voz alta… hasta que se detiene de golpe y me clava la mirada.

—¡TÚ! —me señala con su dedo índice—. Tú eres la culpable —me acusa furioso.

—Yo no soy culpable de nada —digo, tranquila pero a la defensiva.




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