Elady estaba muy satisfecha consigo misma. Había tenido un gran éxito en su último baile, de hecho era una de las jóvenes de la nobleza más admirada. Su rubio cabello y sus ojos similares al color de la plata le habían valido que un famoso trovador le dedicara inspirados versos .
Además , a su satisfacción se agregaba la expectación por el próximo baile en el castillo invernal de los Duques Radore, su madre ya había encargado dos piezas de terciopelo y seda para un vestido nuevo.
Era una joven muy inteligente ,pero sabía que no se esperaba demasiado de ella, sólo que se comportara con corrección y luciera la belleza que le había sido dada por la naturaleza. Y Elady cumplía a la perfección con las expectativas de sus padres.
Era una muchacha sosegada que disfrutaba de la música , la literatura y la pintura. Agradecía tener la suerte de que le permitieran estudiar guiada por su hermano Landros, él era un erudito. El menor de sus hermanos era un joven fino y culto, Elady sabía que el día que eligiera esposo sería alguien parecido a su sereno hermano. Alguien con quien compartir los mismos intereses, incluso parecido físicamente no demasiado alto ni corpulento, ya que ella era bastante menuda.
Al mayor de sus hermanos, primogénito de los Silverest, le gustaba la aventura, siempre estaba embarcado explorando nuevas tierras, pero más allá de lo mucho que lo quería la joven sentía poca afinidad con él. No le agradaban los hombres de acción.
Ella despreciaba las luchas y los guerreros, amaba el arte y el conocimiento y los hombres toscos que valoraban su espada más que cualquier otra cosa le producían inmediato rechazo. De hecho eran muchos los fornidos guerreros que cortejaban sin resultado a la bella muchacha.
Elady esperaba con impaciencia el día del baile, era un gran acontecimiento social y además para una joven de diecisiete años era un suceso que podía cambiar la vida. Ella no podía imaginar cuanto estaba por cambiar la suya.
Estaba parada en el centro del salón rodeada por un par de amigas y pretendientes cuando sintió el ruido y vio el movimiento que se producía cerca de la entrada.
-¿Lo has visto? – preguntó Delia encantada señalando al hombre que entraba
-¿Cómo podría no hacerlo? – respondió Elady con disgusto pero no pudo apartar la vista.
Era un joven muy alto, debía medir cerca de un metro noventa ya que su cabeza morena sobresalía por sobre las demás. Llevaba ricas vestimentas que le sentaban a la perfección. Cuando él se abrió camino, la joven con irritación percibió la espada que colgaba de la cintura masculina. Aunque no la hubiera visto el porte del hombre evidenciaba que era un guerrero ,y uno noble, si había sido invitado aquella fiesta.
Pero más allá de todo le llamaron la atención los ojos azules del hombre, ojos que se cruzaron con los de ella por un instante y la conmocionaron.
-¿Has visto algo más hermoso? – preguntó Kyrios a su amigo Dominick.
Cuando éste siguió la mirada de Kyrios para detectar el objeto de la admiración de su amigo tuvo que admitir que estaba en lo cierto. Era una joven de largo y ondulado cabello rubio muy claro con algunos mechones más oscuros entremezclados, tenía ojos plateados y el vestido de terciopelo azul moldeaba con exquisitez su menudo cuerpo.
-Háblale – dijo el pelirrojo a su amigo y por primera vez en mucho tiempo lo vio dudar- ¡Oh cielos , Kyrios! – agregó divertido
-¿Qué?-preguntó el aludido
-Nunca antes te había visto dudar ante una muchacha
-Es diferente.
-¿Por qué?
-No lo sé – contestó Kyrios pero la presencia de la joven lo atraía como un imán y a la vez lo mantenía petrificado en su lugar
Trató de abrirse paso hasta ella, pero la cantidad de gente y los desconocidos sentimientos que lo embargaban lo hicieron moverse con torpeza e incluso chocarse contra un par de personas. Su elegancia habitual estaba totalmente ausente en sus movimientos.
-Señorita – dijo él con una deslumbrante sonrisa- me ha costado llegar hasta usted.
-Y debo decir que lo ha hecho usted con la gracia de un elefante - dijo Elady borrándole la sonrisa con sus palabras y dejándolo gélido frente a ella.
Usualmente Elady era un modelo de cortesía y dulzura, jamás se le ocurriría agredir a alguien en la forma que lo había hecho con aquel hombre, sin embargo había algo en él que la volvía agresiva. No podía explicarse por qué pero se sentía amenazada por la presencia masculina y cuando le habló con su voz profunda mientras le sonreía, ella se vio urgida a atacarlo. Tenía la extraña sensación de que debía atacarlo para defenderse, pero ¿defenderse de qué?.Necesitaba atacarlo antes de que él la atacara, aquel pensamiento era irracional pero no podía controlarlo.
Cuando ella contestó de aquella manera se produjo un silencio tenso y un brillo de ira relumbró en lo ojos azules de él pero cuando iba a responderle a Elady alguien los interrumpió.
-¡Kyrios querido!...aquí estás – dijo la Condesa Radore, anfitriona de la fiesta, mientras saludaba efusivamente al joven- ¿Ya los han presentado? – preguntó mirando alternativamente al hombre y a Elady.
-Aún no, la señorita estaba haciendo una encantadora descripción de mis talentos, pero no nos hemos presentado– respondió fríamente Kyrios mientras ella se sonrojaba.
-Oh bueno, entonces será un placer – anunció la Condesa ignorando la tensión- Kyrios Blackdalion te presento a Elady Silverest.
-Es un placer encontrarme con una "dama" tan encantadora – dijo él haciendo una reverencia y resaltando irónicamente la palabra dama.
"Blackdalion" El nombre resonó en la mente de Elady y recordó todas las historias que había escuchado recientemente. El joven que estaba frente a ella era un afamado guerrero, "El León Negro" le llamaban. Además era el único heredero de los Blackdalion, dueño de los títulos y tierras de su ancestral familia desde la temprana muerte de sus padres. De hecho hasta se habían escrito historias épicas de aquel hombre.
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Editado: 30.08.2020