–La música en vivo comienza a las nueve de la noche –nos informa un administrador sonriente que nos espera en la entrada del restaurante–. Hoy tenemos un programa especial.
Realmente espero que cenemos rápido y nos marchemos. No quiero ninguna música en vivo. Mañana tenemos que madrugar.
–Mañana tenemos que salir a las nueve de la mañana –digo cuando nos sentamos en una mesa.
–Sí –confirma Salvaje sin emoción, se da vuelta y me pasa la carta–. ¿Qué vas a pedir?
–Voy a echar un vistazo ahora.
–Su pescado es realmente delicioso.
Asiento distraídamente. Estoy nerviosa. Ya estoy acostumbrada a desayunar con él, pero ahora… es como si tuviéramos una cita. El encanto de la noche. Toda esta atmósfera a nuestro alrededor.
Las luces son tenues. Suena buena música. El ambiente en el restaurante es acogedor y relajante.
Las mesas están separadas por unos tabiques de madera. De un lado se abre una vista preciosa de la ciudad nocturna. Y del otro se encuentra una pista de baile.
Me siento tensa.
Un camarero toma nuestro pedido, y de nuevo nos quedamos a solas.
–Puedes preguntar –de repente dice Salvaje.
Levanto las cejas en una pregunta muda.
–Veo que tienes unas preguntas –explica entrecerrando los ojos. Inclina la cabeza hacia un hombro mirándome atentamente–. Pregúntame. Te voy a responder.
Arrugo instintivamente el borde de la servilleta.
–¿Por qué estuviste en prisión?
La expresión de su rostro no cambia en absoluto. Sus ojos azules no reflejan ninguna emoción. El único cambio que puedo notar es que la arruga entre sus cejas se vuelve más notable.
–Por causar daños corporales graves a una persona –responde tranquilamente.
–Y esa persona…
–El cabrón sigue vivo –responde Salvaje bruscamente.
–Pero tú… –trago la saliva–. Si supieras cómo terminaría esto, no le habrías causado daño, ¿verdad?
–Katya –dice con una suavidad engañosa–. No me arrepiento para nada de lo que le hice.
Mi hermano menor aparece ante mi mirada interna. Un nudo crece en mi garganta y hace que no pueda respirar.
–¿Entonces crees que valió la pena ir a la cárcel? –digo con enfado–. Si no te arrepientes en absoluto. Si dices que lo harías de nuevo. Entonces, ¿qué sigue? ¿Otra vez a la cárcel?
–No –responde–. Esta vez ya no me atraparán tan fácilmente.
–¿Cómo qué no? –me río nerviosamente y sacudo la cabeza–. Si lo primero que hiciste al salir de la cárcel fue un atraco a mano armada a mi antigua oficina.
¿Qué más se puede decir? ¡Simplemente no existen los “ex delincuentes”!
Me asusta pensar que Serguei también pueda ir por este camino. De tan sólo pensarlo me da un escalofrío.
–Calculé muy bien el asalto a la oficina –dice Salvaje.
Lo miro.
–Todo estaba calculado, excepto tú –añade en voz ronca.
Me abrazo a mi misma en un intento inconsciente de apartarme de él.
Es totalmente incontrolable. No está claro qué se puede esperar de él. Aunque no, está más que claro: nada bueno.
El teléfono de Salvaje suena, él echa una mirada sombría a la pantalla.
–Vuelvo enseguida –dice.
Y sale del salón para atender la llamada.
No debería haber mencionado esto. ¿Qué importa el por qué Salvaje fue a prisión? A mi hermanito lo pillaron robando una tienda. Es un caso completamente diferente. No se puede comparar.
Saco mi teléfono móvil y reviso los mensajes de mi madre. Me envió una foto de la actuación de Zlata. Sonrío al ver la foto de mi hermanita.
Pero siento como me duele el alma. Cuando regrese, hablaré yo misma con mi hermano.
Salvaje vuelve a la mesa, pronto nos traen nuestro pedido. La cena transcurre en silencio, solamente intercambiamos unas cuantas frases insignificantes sobre el sabor de la comida.
La tensión disminuye poco a poco.
Al final me tranquilizo al ver cómo Salvaje pide la cuenta. Queda claro que pronto vamos a volver al hotel.
Afuera hace frio. Me pongo la chaqueta.
Un enorme jeep todoterreno de color negro está aparcado justo enfrente de la entrada. Eso va en contra de las reglas. Pero al dueño del jeep obviamente no le importan las reglas. Él está fumando un cigarrillo apoyándose con la cadera contra la puerta abierta del coche.
Intercepto su dura mirada.
¿Por qué este extraño mira a Salvaje de esa manera?
–Vámonos –dice Salvaje y me arrastra suavemente hacia el extraño.
Hacia este tipo sombrío.
Sólo de verlo me siento un escalofrío en la piel. Es un hombre muy alto. Fuerte y robusto. Una sensación de peligro emana de él. Parece ser toda una amenaza.