Salvaje

32

La reunión ha terminado, pero nadie tiene prisa por volver al hotel. Salvaje, en vez de llevarme hacia las escaleras, prefiere invitarme a uno de los gabinetes separados que se encuentran en el segundo piso.

–¿Acaso no tenemos que irnos ya? –pregunto.

–¿Tienes prisa?

–Ya se nos hace tarde.

–Siéntate –me ordena–. Y relájate.

Miro mi reloj.

–Katya, tranquila –sonríe observándome–. No será por mucho tiempo.

–Ya veo –asiento con la cabeza y saco mi teléfono móvil.

–¿Qué estás haciendo?

–Voy a llamar un taxi.

–¡¿Para qué diablos quieres un taxi?! –exclama.

–No me grites, por favor.

–No te estoy gritando.

Me abraza suavemente por los hombros.

–Guarda tu teléfono, Katya.

–Déjame ir –me estremezco.

–Te llevaré al hotel yo mismo –me aprieta con más fuerza–. ¿Para qué quieres ir en un taxi? Sentémonos aquí un rato, nos relajaremos y luego volveremos al hotel.

–¿Cuando?

–Tomaremos un café y luego te llevo.

Estoy revisando la aplicación del servicio de taxis. Por alguna coincidencia maligna, no hay ni un solo taxi libre por esta zona. Nadie tiene prisa por atender mi pedido.

–Katya –su voz me obliga apartar la mirada de la pantalla–. Te prometo que no nos quedaremos por mucho tiempo. Tengo otro encuentro programado.

–¿Después de la medianoche?

–A veces sucede.

De repente mira hacia un lado y se pone sombrío. Me doy la vuelta y veo a Karímov acercándose a nuestra mesa. No está solo, sino en compañía de dos chicas que literalmente se cuelgan encima de él.

–No soy yo el que dejó de fumar –sonríe Karímov al notar la mirada de Salvaje.

–Aquí no.

Él sólo bufa. Y se marcha.

¿Será este el tipo de encuentro que Salvaje tiene programado?

Bueno. ¿A mí qué me importa?

–Ramíl está aprovechando su día libre –dice, como si estuviera recalcando que él mismo sigue en el trabajo.

Me encojo de hombros y vuelvo a mirar la aplicación de taxis.

No me importa lo que esté haciendo Karímov. Y tampoco me importan los planes que Salvaje tiene para esta noche.

–Elige lo que quieras –me pasa la carta.

–Agua.

–¿No quieres un café?

–Ya es demasiado tarde para un café.

Salvaje hace un pedido y se distrae al oír sonar su teléfono. Mira la pantalla de su móvil y frunce el ceño.

–Voy a salir por un rato, tengo que atender la llamada.

Asiento distraídamente y sigo revisando mi móvil.

¿Qué hago si por fin aparece un taxi libre?

–Quédate aquí –dice Salvaje–. Que ni se te ocurra escapar.

Las caras de los hombres que me rodean parecen aún más monstruosas, más amenazantes. Pero nadie se atreve a acercarse hacia nuestra mesa. Y yo no tengo ganas de deambular sola por el club.

No quiero meterme en los problemas.

El ruido de la música es tan fuerte que hace que me duelan las sienes.

Una vez más actualizo la aplicación. De nuevo no encuentro ningún taxi cerca. Guardo el teléfono en mi bolso y me quedo como paralizada mirando hacia adelante.

Una chica rubia aparece al lado de Salvaje. Su vestido ceñido deja poco espacio a la imaginación. Una mano se posa elegantemente sobre su hombro musculoso, y sus dedos tratan de deslizar hacia abajo.

Ella le dice algo, pero él me mira a mí y lentamente guarda su móvil en el bolsillo.

Me doy la vuelta al sentir una extraña punzada en el corazón.

Que se enrolle con esta chica, si así lo desea. ¿Qué tiene de malo? Antes que nada, que me lleve al hotel, y luego que haga lo que le dé la gana...

No puedo resistir y otra vez le echo una mirada rápida. Noto cómo Salvaje recibe una botella de agua de las manos del camarero. Ignora a la chica rubia y se dirige hacia mí.

–Toma –me sirve agua mineral en un vaso–. ¿Estás segura de que no quieres nada más? Podemos pedir algo de comida. Su cocina está abierta hasta las dos de la madrugada.

–No, gracias.

–¿Qué te pasa? –frunce el ceño–. Estás muy pálida.

–No pasa nada, simplemente estoy cansada.

Un camarero le trae un café, pero Salvaje ni siquiera mira la taza. Saca un par de billetes y los tira sobre la mesa.

–Vámonos –dice y me toma por el codo–. Necesitas dormir un poco.

Nos dirigimos al hotel en silencio. Cierro los ojos y casi me quedo dormida. Hago una mueca cuando el coche frena suavemente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.