¡salvare a la Rosa de Marchitarse!

Capítulo 1: ¿Hay Ángeles en el Infierno?

Calor.

Podía sentir un suave calor cubriendo mi cuerpo, era similar a una sutil y delicada caricia que me cubria por completo. Un calor que al contrario de quemarme viva, lo encontraba extrañamente reconfortante. Me hallaba flotando en el, completamente hundida en aquella sensación, disfruntando de ella, pues nunca había experimentado nada similar, quizás por ello me parecia realmente fascinante y tranquilizadora.

《¿Es esto el infierno?》

Incuso si asi era y ese lugar existia realmente, estaba segura de que no quería irme a ningún otro lado, quizás, podría descansar allí por siempre.

Siendo aun mas codiciosa, intente moverme entre aquel cálido espacio, no estaba segura cuando fue la ultima vez que había estado tan cómoda, pero tampoco me esforcé por recordarlo. 

Mientras me movía deseando fundirme con la nada, mi propio infierno personal fue destrozado frente a un pensamiento que tan pronto aparecio, desee que sea una mentira, pues me puso se cara a una estremecedora verdad.

¿Estoy viva?》

Quizas eso explicaría la extraña suavidad en la que estaba envuelta, y por consecuente, lo que aquello significaba para mi. Pues si verdaderamente estaba viva, entonces eso significaba que habían acudido a mi rescate para salvar lo que fuera que quedara de mi. Mentiría si dijese que aquel pensamiento no me generaba cierto malestar. Ya que de ser asi, no solo no tardarían en mandarme a otra misión, sino que en cambio tendría la maldita suerte de haber sido ascendida para llevar a cabo misiones de nivel especial, lo cual solo era un nombre bonito para disfrazar una muerte inevitable.

Las misiones especiales eran aquellas de las cuales uno no regresaba, aquellas armas completamente rotas, cuyo cuerpo estaba en un estado miserable, eran elegidos para llevar a cabo tareas suicidas, las cuales, eran irónicamente aquellas que más muertes causaban. 

《Ah, y yo que pensaba que al fin se había terminado.》

Entendi que en estos momentos, no me quedaba mas que resignarme a la realidad, por muy tediosa que pudiera ser. Aunque rápidamente supe que si bien no había muerto, mi destino ya se hallaba sellado. Sólo se había retrasado lo inevitable.

Completamente agotada, use todas las fuerzas que encontré para levantar mis parpados, los cuales por algun motivo, estaban demasiados pesados.

Mas cuando logre abrirlos, nada parecía estar bien.

Una gran capa de un espeso flequillo cubría completamente mi visión, impidiéndome ver algo claramente. Eso me extrañó; desde que recordaba siempre habia llevado el cabello tan corto como era posible, jamás llego mas alla de mis hombros, ni en sus mejores épocas.

<<¿Acaso estuve en coma?>>

Con esfuerzo lleve mi mano hacia mi rostro, y me las arregle para encontrar un hueco entre aquella cortina de pelo.

En un intento de palpar cual era la gravedad de las heridas en mi cuerpo, lleve mi mano hacia donde estaba segura, la bala habia destrozado mi pulmon. Mas a pesar de buscar fervientemente, no encontre nada. Mas confundida que otra cosa, pataleé con fuerzas, esperando al menos, un pequeño tirón, pero lo único que consegui, fue sacudir las sabanas que me cubrian, aquellas que gracias a la escasa luz de luna que se filtraba por un ventanal gigantesco, apenas podia distinguirlas de un tenue color morado.

Ignore eso y aun obstinada volvi a mover mis extremidades para entender que sucedia, a pesar de que con cada movimiento, no solo no sentia ningún dolor, sino que parecia que aquellas heridas nunca hubieran existido.

Como si jamás este cuerpo hubiera sido siquiera dañado.

<<¿Habrá sido solo un sueño?>>

Tan rapido como tuve esa idea, la descarte. No. Definitivamente no lo fue.

Pues en mi interior aun podia recordar la fría nieve y el calor de la sangre mientras se mezclaban en una fatal combinación que termino como resultado con el final de mi vida, y sin importar cuan desquiciada pudiera estar, estaba segura que mi mente no podría imaginar algo similar.

<<Pero esto...>>

Mire a mi alrededor en busca ver un rostro familiar. Quizás encontrar la cara de aquel doctor que siempre curaba mis heridas, el mismo que aunque jamás me dijo una sola palabra, solía darle dos pequeño toquecitos a mis suturas al terminar. Me gustaba pensar que era su forma de decirme "Ya esta todo bien." Aunque supiéramos ambos, que era una burda mentira.

Pues siempre volvíamos a vernos.》

Tampoco encontré a la extraña enfermera que siempre lo acompañaba en cada ocasión, la cual si bien tampoco hablaba, solía llevar en cada ocasión una mascarilla de diferentes colores cada vez, lo cual era extrañamente reconfortante por algún motivo. Quizás se debia a que era el único color en aquella blancuzca habitación.

Confundida, trate de adaptar mi vista a la tenue luz del lugar, pero lo poco que pude distinguir solo me dejo mas desconcertada de lo que estaba.

Frente a mi se extendía una gran habitación, con un pequeño hogar encendido en el centro de esta que chispeaba y desprendía un característico olor a quemado, pero que aún así era completamente diferente al pequeño cuarto en el cual estaba acostumbrada a despertar cada mañana.

El lugar a parte de ser inmenso, estaba repleto de hermosas decoraciones de lo que me atreví a aventurar era mármol, las mismas daban la ilusion de ser hermosas rosas decorando las paredes, casi saliendo, casi creciendo de estas. Estaban en todas partes y parecían lujosas, pero contradictoriamente, me sorprendió notar también que era un lugar sencillo en cuanto a los muebles. 

A lo lejos se podía distinguir un tocador, aunque los detalles se volvían borrosos por la falta de iluminación, estaba segura que así era. Parecia sencillo y contaba con un pequeño espejo y un banquillo, daban la sensación de ser antiguo. Dejando eso de lado, pude divisar algo completamente extraño, pues colgando de las paredes había lo que parecían ser lamparas de gas. Aquello me incomodo, si bien las conocía, jamás había visto una en persona, pues claro, eran del siglo pasado y lo cierto, es que nadie las usaba hoy en día.




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