Secretos & Venganza

Prólogo


*7 años antes*
 


—¡Embarazada! —Scarlett exclamó en un susurro lleno de impresión. Lo gesticulado por sus labios había salido para sí misma desbordando gran sorpresa por ver el resultado positivo de la prueba de embarazo que se hallaba sostenida en su mano derecha. 

—¡No puede ser! —negó una chica de cabellos rubios y de unos increíbles orbes verdes—. Déjame ver —pronunció ella, misma que se llamaba Catalina Petrov, entonando aquel acento tan marcado por su origen ruso. 

Ella era su mejor amiga y confidente, la única en quien podía confiar dentro de los terrenos Lane. 

La rubia le arrebató la prueba donde claramente se marcaban dos rayas constatando que su mejor amiga estaba embarazada. 

—Estas pruebas no son muy seguras —gestionó intentando calmar los nervios que se reflejaban en los ojos acuosos de su amiga—, debes hacerte una prueba de sangre. Esas son mas efectivas —añadió con una calma en su voz que lejos de tranquilizar a Scarlett la puso aún más nerviosa de lo que ya estaba. 

Ella no contestó, simplemente se quedó allí, en completo silencio mientras estaba pensando que si se hacía la dichosa prueba su familia se enteraría y ellos no aceptaría de ningún modo que ese bebé naciera, ellos la obligarían a que se lo quitará de encima. Quizás si le decía a Kaleb —padre del niño que se desarrollaba en su vientre—, que estaba embarazada esté le pediría exactamente lo mismo. 

Eso es lo que pensaba ella, pues aquel joven le había dejado muy en claro que no quería hijos por que solo le arruinaría su preciada profesión y reputación. 

Tras varios minutos de silencio y pensar ella decidió hablar: 

—¡No! —refutó negando con movimientos bruscos—. Haciéndolo los pondría en alerta, tú mejor que nadie sabes que ellos controlan toda la ciudad. No voy a poner en riesgo a mi bebé —murmuró intentando no cohibirse ante el miedo que arribaba su pecho—, tampoco pienso permitir que le hagan daño a mi hijo. ¡Es mío y nadie me lo van a quitar! —exclamó furiosa, conteniendo las lágrimas que pujaban por escapar de sus preciosos ojos azules. 

—¿Tu crees que yo les permitiría qué te lastimen? No, eso jamás —dijo segura—. Primero tendrán que pasar sobre mi para llegar hasta a ti —alegó mientras se acercaba a ella—. Además conozco una clínica donde saben cuando deben guardar discreción, allí te puedes realizar la prueba y sabremos si estás o no estás —susurró mientras se acercaba para estrecharla entre sus brazos, para consolarla y hacerle saber que sola no estaba. 

En cuestión de segundos, Scarlett se separó lentamente de los brazos de su amiga, secó con brusquedad las lágrimas sin darse cuenta habían comenzado a bajar por sus mejillas y con la voz rota se dispuso a hablar: 

—¿Qué voy a hacer si los resultados salen positivo?, ¿a dónde voy a ir? —preguntó jadeante. 

—¿Qué vamos a hacer? —repuso Catalina—. Nos vamos a ir, no importa donde, pero nos vamos las dos. De ninguna manera voy a dejar que te vayas sola —replicó firme, demostrándole que no cambiaría de parecer. 

—Catalina, hacer eso es arriesgado. Agradezco mucho que quieras ayudarme, pero no quiero que te lastimen por mi culpa —se expresó entre lágrimas y el sollozo que dificultaba la claridad en su voz, por más que se esforzaba por no llorar el miedo se lo impedía. 

Catalina y Scarlett ambas fueron educadas y entrenadas para asesinar sin piedad alguna, la habilidad y facilidad que tenían era digna de admirar en el mundo siniestro en el que viven. Sin embargo ambas sabían que en ese ámbito existían asesinos mucho mejores, más despiadados que ellas. No les seria nada fácil huir de ese lugar donde las veinticuatro horas del día permanecía bajo vigilancia. 

Muchas de las personas que eran secuestradas intentaban escapar, algunas tenían la suerte de poder lograrlo mientras que a otros los ponían de ejemplo para todo aquel que solo estuviese pensando en intentar hacer algo similar. 

Era difícil salir de ese lugar y más difícil sería siendo la legítima heredera del legado familiar. 

Scarlett pensaba que si alguien se llegaba a enterar de que estaba planeado huir no tendría oportunidad en salir, no podría ver crecer a su hijo. 

—Riesgo es mi segundo nombre —comentó Catalina con una sonrisa pegada en los labios, guiñandole el ojo con picardía—. Además conozco a alguien que puede ayudarnos —murmuró cómplice. 

Ante lo que su amiga había hecho no pudo evitar mostrar una sonrisa, sonrisa que solo demostraba el miedo latente que poseía y la incertidumbre de no poder escapar hacía una vida mejor para poder educar a su hija o hijo lejos de esa vida infernal. 

—Aún así, si lo logramos, ¿hacía dónde iremos? —inquirió. Se notaba que estaba nerviosa y no era para menos, pues vivir rodeada de asesinos a sueldo e idealizar un plan de escape no era nada fácil. 

—Deja que yo me encargué de eso, por ahora solo vamos a la clínica a que te hagan la prueba y dependiendo del resultado tomaremos una decisión inmediata —replicó serena. 

En su cabeza ya había armado un plan, si el resultado salía positivo esa misma noche escaparían muy lejos, no sabía dónde ni cómo lo iban hacer, pero contaba con la ayuda de alguien que tenía todos los recursos para poder lograrlo. 

No hablaron más del tema y se dispusieron a salir de la casa o al menos es lo que parecía ante la vista de las personas que pasaban por ese lugar. Sin embargo la enorme casona no era más que una fachada de una, misma donde se suponía que se alojaba una “familia” grande. Pero la realidad era otra cosa y nadie la conocía: La realidad es que en esa casa viven un conjunto de asesinos a los que lo único que les importa es ganar dinero a costa de la vida ajena, donde circulaba la droga como si fuese lo más común del mundo. 

Las preguntas eran; ¿dónde estaban los policías o seguridad pública? ¿Por qué nadie impedía que ese lugar dejará de existir? 



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En el texto hay: mafia, romance, amor y venganza

Editado: 01.03.2023

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