—¡Skyler! ¡Se está haciendo tarde!
—¡Ya voy papá!
Abrocho el cordón de mi zapatilla y sitúo la mochila rosa en mi espalda.
Bajo las escaleras saltando de a tres peldaños. Doblo rápidamente a la izquierda, pero lo que encuentro es un inodoro.
—Estamos acá — su voz se escucha a mis espaldas, por lo que corro y entro a la cocina.
Allí estaba sentado él, su mirada fija en la laptop y su mano sosteniendo una blanca taza de café. Rodeando la pequeña mesa, se encontraba Clara, con una silla en frente y un peine en su mano.
—Clara te lleva esperando más de diez minutos, ¿por qué te retrasaste?
—Es solo que no encontraba las zapatillas. — digo mientras quito me quito la mochila y tomo asiento.
—Buenos días, Sky. ¿Cómo estás para tu primer día? — pregunta la señora mientras cepilla mi cabello.
Algo nerviosa. Si todo sale bien, que sé que lo saldrá, puede que definitivamente, Seattle sea mi lugar.
—Esperemos que así sea. Recuerda que tu no eres la que debe cambiar, es este despreciable mundo, tú eres una persona muy pura para este planeta.
—Ya lo sé papá. — digo riendo.
—Lo digo en serio, Sky. No quiero que te hagan daño. — declara tomando mi mano y dándome una mirada dulce.
—Y... ¡listo! — volteo a mirar a Clara mientras paso mis dedos por mi cabello y percibo las perfectas curvas.
—¡Guau! Tus peinados son de lo mejor, ¿Dónde aprendiste a trenzar? — curioseo mientras parto un trozo de cruasán y lo aproximo a su muerte.
—Desde pequeña mi madre me enseñó.
Asiento lentamente y chupo cada uno de mis dedos, quitando los restos de comida.
—Por favor, Skyler. Las servilletas están al frente de ti. — manifiesta mi padre.
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He recorrido los pasillos una y otra vez, no encuentro el salón por ningún lugar. Levanto el papel de mi mano y nuevamente lo leo.
Sala D12
Mi mirada viaja de puerta en puerta, cada una de diferente color que si andas en una patineta, es probable percibir un arcoíris, tal y como el cabello de un unicornio. Unos dedos tocan ligeramente mi espalda, sacándome de mis pensamientos y sobresaltándome.
—Oh, siento asustarte... —dice con una pequeña sonrisa. — ¿Necesitas ayuda? Te veo un poco... perdida.
—Si, es solo que no encuentro mi salón. — declaro estirando el papel.
Ella acerca mi mano para alcanzar a contemplar el escrito, y sin decir nada, se hecha a andar con una sonrisa. Me limito a seguirla a sus espaldas y lo primero que llama mi atención, es su larga cabellera rubia platinada, casi llegaba al gris. Tenía unas curvas de revista y me sobrepasaba por varios centímetros, sencillamente estaba hecha para ser una modelo.
—¿Acaso trabajas en revistas?
—¿Disculpa? — dice volteándose con una sonrisa.
—Que si trabajas de modelo. Una vez encontré debajo del colchón de papá, una revista que salía una chica sin... — no logro terminar, porque rápidamente me interrumpe.
—Si, si, ya entendí. — habla divertida. — Y por lo que veo, tenemos la misma clase... Por cierto, soy Nina. — se presenta mientras retrasa un poco el paso hasta que logro alcanzarla.
¿Qué esperan? No se le puede pedir más a mis pequeñas piernas.
—Yo soy Skyler, pero dime Sky. — comento con la respiración agitada.
Caminamos por los largos pasillos por algunos minutos, realmente estaba completamente perdida en esa gran institución. Algunos de los corredores estaban completamente oscuros, y el terror me hacía apegarme a su brazo. ¿Por qué una escuela tan lujosa como esta tendría reflectores quemados?
Se detiene frente a una puerta amarilla y sus brillantes ojos verdes me dan paso para tocar la puerta.
La puerta se abrió y un viejo maestro salió. — La entrada es a las ocho en punto.
—Lo siento, soy nueva y no encontraba el salón.
Por un momento, noto que la duda pasa por su cabeza. — ¿Cuál es tu excusa, Nina?
—Pues... yo tampoco encontraba el salón. — mi intento de contener la risa es imposible, y suelto una carcajada.
—Última vez. — se aparta de la puerta, y nos da paso para entrar.
Mi brazo es sostenido por la mano de Nina, arrastrándome al fondo del salón. Tomamos asiento en los últimos bancos y hecho un vistazo a los estudiantes.
Nada fuera de lo normal, solo que son las ocho de la mañana, y hay algunos con gafas de sol, ¿por qué?, simplemente no lo sé.
—Buenos días, Nina. ¿Como amaneciste en esta linda mañana? Bien, gracias por preguntar, Tracy.
Por un momento creí que alucinaba, pero luego se volteó la chica de adelante a desmentirlo.
—Buenos días, Nina. ¿Como amaneciste en esta linda mañana? — su tono sarcástico me logro incomodar.
Ella se parecía un poco a la otro, al principio teoricé que eran hermanas, pero ¿por qué vendrían a la escuela por separado?
Su cabello rubio ceniza estaba atado en coleta alta, dejando dos mechones a los lados de su cara, sus ojos azules contrastaban con su piel levemente bronceada, pero realmente lo que más resaltaba, era su gran pechonalidad.
Tal y como una barbie de juguete.
—Pareces un juguete. — digo anonada mirando sus radiantes ojos.
—¿Qué dijiste?
—Ella es Sky. Sky, ella es Tracy; es una perra y está completamente loca.
Por dios...
¿Acaso... acaba de decir lo que dijo?
—Es un gusto conocerte. — estiro mi mano con alegría
Ella solo le echa un vistazo y forma una mueca de asco. Inmediatamente la retiro y examino mis dedos en busca de algún resto de cruasán.
—¿Qué utilizas en tus uñas? — escupe volviendo a su celular.
—Bueno... pues, agua y jabón, ¿no es lo que todos usan?
Las dos voltearon su cabeza en 180 grados. Una me miraba con disgusto y la otra con diversión.
¿Por qué son tan raros acá?