Sobreviviendo en Camada

7. El teatro

Capítulo 7

Dedicado a Sere

 

Pasaron el mediodía llorando. No había uno solo que quería comer. Su apetito se sació completamente con la muerte de Tadeo. Pero, dejando el dolor y la pena a un lado, los líderes les insistieron en que debían alimentarse e hidratarse, ya que él sacrificó su vida para que ellos no mueran de hambre. A regañadientes agarraron una empanada cada uno y una botella cada un grupo de cinco o cuatro.

El silencio que reinaba era inhumano, el único sonido era el masticar y tragar de los alumnos. Sere estaba al lado de Facundo mientras Maggie dormía por haber pasado toda la noche en vela. Ella lloraba en silencio, cuando se dio cuenta de que la herida más profunda de su amigo, una que abarcaba la mayor parte del estómago, se estaba abriendo, liberando grandes cantidades de sangre. Maggie había tratado de cerrarla tapándola con cinta médica, pero estaba claro de que no iba a durar mucho.

– ¡CHICOS! ¡CHICOS, FACUNDO!

Se reunieron alrededor del herido aguantando la respiración, el olor a sangre era imbancable. Uno de ellos, Joaco, mejor conocido como Pachuquita, se descompuso al ver el espeso líquido rojo y se alejó del tumulto acompañado de Felipe.

– ¿Qué hacemos? –preguntó Sere – No podemos despertar a Maggie, está demasiado cansada.

–Pónganle algodón.

–No, se va a secar y después va a ser imposible de sacarlo, le van a quedar esos pelitos raros...

– ¿Qué haría un médico?

–Coser la herida.

– ¡Hagan eso! Nuestra ex preceptora tiene hilo y aguja en la oficina.

–Matilda, no podemos hacer eso, ¿no tienen que estar desinfectadas?

–Traigo el alcohol -insistió esta.

Hubo un momento de silencio.

–Yo lo coso, pero busquen las cosas RÁPIDO –dijo Sere.

– Valen elegí quienes van a ir.

–Matilda, claro –dijo pasando la vista por todos los presentes –, Violeta y Rochi.

Las últimas dos se quejaron al unísono.

– ¡Ni en pedo voy!

–Valen, vas a tener que elegir a otras porque no pensamos ir.

–Chicas, todos vamos a tener que salir en algún momento. Si tenemos miedo no llegaremos a ningún lado. Si tanto temor le tienen a salir, córranse a un costado y no estorben. A todos se los digo. Tadeo no sacrificó su vida por un grupo de miedosos. Honremos su muerte.

Tras las palabras de ánimo, las nombradas cobraron valor y salieron en busca de los elementos necesarios.

Mientras tanto, Sere cubrió la herida con una remera que uno se había sacado durante la noche, evitando así que la sangre se siga esparciendo. El dueño de la remera, Máximo, se asqueó al verla cubierta de sangre y le dijo que se la podía quedar, él tenía puesta una camiseta.

Valen se sentó a su lado, se arremangó las mangas de su suéter y ayudó a controlar la hemorragia, llenándose las manos de sangre. El jugo rojo recorría las maderas del piso creando un charco de un color oscuro. Las rodillas de las chicas se mancharon y agradecieron llevar las calzas de lana por el invierno.

Unos mechones de pelo les taparon los ojos, siendo así una gran molestia para ellas. Pidieron que alguien se acercara y les atara el pelo. Guada arrastró a su amiga Ana con ella y les dieron una mano. Ana apartaba la vista de la sangre haciéndole cualquier cosa a Valen en el pelo; algo que iba entre un rodete y una colita.

La herida pasó de sangrar poco a poco, pero eso no significaba que no volvería a suceder. Debían asegurarse que sería la última vez.

– ¿Por qué no se muere? –comentó alguien desde el fondo. – Tendría que estar muerto, ¡mirá cómo sangra!

–Mientras siga respirando no le voy a dar de baja –dijo Sere.

Rochi, Matilda y Violeta entraron. Cómo acordado, tocaron cinco veces la puerta. La segunda corrió y les ofreció la aguja e hilo que fue desinfectando mientras iba hacia el teatro. Sere no perdió un segundo. Con poca dificultad, enhebró y comenzó a coser. Sus manos temblaban, respiraba ruidosamente y se humedecía sus labios con la lengua. Mientras ella cosía, Valen iba removiendo la remera para contener la sangre. Matilda echaba a todos los que se acercaban a mirar, ayudada por su compañero Manuel, para no desconcentrar a Sere. Ana y Guada miraban la escena desde la distancia.

El teatro empezó a oler a sangre y en el aire se notaba la tensión y el miedo de cada uno de los estudiantes.

El teatro permitía que se pueda escuchar a la perfección las respiraciones agitadas.

El teatro había tomado con las horas el olor de muerto porque los chicos se rehusaban a abrir las ventanas o a dejar a Tadeo.

El teatro, donde antes hacían actos familiares, donde antes hacían presentaciones, donde antes iban para las horas libres, donde antes les encantaba estar, ... se estaba volviendo el lugar que más odiaban en todo el colegio. 

 



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En el texto hay: sufrimiento, muerte, amistad

Editado: 26.02.2021

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