Pronto va a terminar el verano, lo que implica volver a clases. Mi hermano estará un par de días antes de seguir con las clases, así que no estaré tan sola.
Aunque nunca lo estoy, siempre está Greg junto a mí. Como ahora, aunque está muy pensativo.
―Greg… ¿en qué piensas? ―pregunto, llamando su atención.
―No, en nada ―miente, levantándose del puf para acercarse a mi escritorio―. ¿Qué haces tú?
―Pues… no te miento ―le digo, alzando una ceja. Él suspira y asiente con la cabeza―. Dime, ¿qué te tiene tan pensativo?
―Conocí a la muerte ―dice y yo frunzo el ceño, confundida―. Literalmente a la muerte, ¿me entiendes?
― ¿Cómo así? ¿Cuándo? ―pregunto, sorprendida.
―Ayer. Estaba en un parque y ella apareció…
―Espera, espera ―le interrumpo―. ¿Ella?
―Sí, es una mujer. O así fue que la vi ―dice y rueda los ojos―. Escúchame. Me dijo que mi vida tenía que acabar, para así acabar con mi sufrimiento. Honestamente, no sé si estoy preparado para averiguar a qué se refería.
―Pero tienes que hacerlo, ¿pretendes quedarte atascado aquí para siempre? ―pregunto y él baja la mirada al suelo―. Yo deseo que puedas quedarte, pero vivo. No así...
―Yo ya no puedo vivir, Lucy ―me dice, desanimado.
―Lo sé, créeme que lo sé ―respondo, suspirando―. Estaba investigando sobre el orfanato. No aparece en los rankings de internet, así que supongo que no será exactamente el mejor. Sin embargo, cuentan con la ayuda del gobierno y con las donaciones de las personas que quieran apoyar. No es un lugar feo, la verdad, y es espacioso.
― ¿Quiénes cuidan a los niños? ―pregunta, mirando la pantalla de mi laptop.
―Voluntarios más que todo, hay monjas y profesores. Lo que me parece un poco extraño es que las visitas al lugar tienen que ser previa cita, es decir, creo que eso es común. Bueno, no lo sé, en realidad no sé nada sobre orfanatos.
―Yo menos ―responde.
―El punto es que mi padre, Serena y yo iremos mañana al orfanato porque tenemos una cita ―confieso, moviendo las cejas de arriba abajo.
― ¿Qué? ―pregunta, sorprendido.
―Sí y tú vas a ir mañana, necesitamos que vayas a todas partes para ver lo que nosotros no podemos ―le comento.
―Yo… no sé si pueda ir al lugar. Solo de pensarlo me da escalofríos ―dice y empieza a caminar de aquí para allá―. No creo que sea buena idea, Lucy. En serio. No quiero ir, no puedo. ¡No puedo!
―Hey, ¡hey, mírame! ―digo, levantándome para seguirlo. Tomo su rostro entre mis manos y siento su cuerpo temblar―. Estás temblando, Greg. Cálmate. Yo estaré ahí, no va a pasarte nada. No puede pasar nada malo.
―Porque estoy muerto, lo sé. Sin embargo, no me da buena espina ir para allá ―dice, respirando agitadamente.
―Necesitas calmarte, por favor ―pido, ayudándolo a sentarse en la cama y yo lo imito―. Necesitamos hacer esto, tal vez allí es donde descubriremos por qué huiste o, al menos, quiénes eran esos niños que estaban escapando contigo. Sé que puedes hacerlo, Greg.
―O quiénes eran mis padres… ―murmura, más calmado.
―Esa información es probable que no la obtengamos del orfanato, por eso te necesitamos ―le recuerdo, tomando su mano―. Serán un par de minutos, tal vez una hora ¿o menos? No lo sabremos.
―Iré, por supuesto que iré ―se rinde, entrelazando nuestros dedos.
Le regalo una pequeña sonrisa. Él suspira y restriega sus cabellos entre sus dedos.
―Todo saldrá bien ―lo animo, chocando mi hombro con el suyo.
―Cambiando de tema… ―murmura, mirándome de reojo―. Pronto empiezas clases.
―No voy a tocar ese tema contigo ―resoplo, soltándome de su agarre y levantándome de la cama.
―Solo puedes hablarlo conmigo, porque no quieres contárselo a nadie ―dice, colocándose detrás de mí.
―No quiero hablarlo con nadie ―respondo, encarándole―. Voy a estar bien, es mi último año. Puedo tolerarlo unos meses más.
― ¿En serio crees que todo cambiará en la universidad? ―pregunta, sujetándome por los brazos con suavidad―. ¿Y si alguno de esos imbéciles va a la misma universidad que tú? ¿Y si todos se enteran de que ves espíritus y te hacen lo mismo?
―No sabes si eso va a suceder ―le recuerdo, alzando una ceja.
―Tú no sabes qué va a suceder tampoco ―se queja, rodando los ojos.
―Sea lo que sea que pase, yo veré qué hago, ¿sí?
―No, porque cada vez que dices eso solo aguantas los malos tratos y ya ―me recuerda, molesto―. Entonces… ¿así será toda tu vida? ¿Simplemente por tener el don de poder ver espíritus? No dejes que se transforme en una maldición, Lucy Lu. Por favor.
―No me digas así, suficiente tengo con mis primitos ―digo, rodando los ojos.
―No me cambies el tema.
―No es una maldición. Verte jamás será una maldición para mí, nunca ―respondo, cansada de la discusión.