Solo soy, una tonta enamorada

01

Cuando abro los ojos, me doy de bruces con la realidad. 

Me levanto rápidamente de la cama, me pongo las zapatillas de estar por casa, y bajo rápidamente las escaleras. 

Mi madre ya se encuentra en la cocina, bebiéndose una taza de café, y con el portátil delante. Tiene la manía de despertarse una hora y media antes que el resto de la casa. Cuando paso por su lado, me dedica una sonrisa, pero ahora mismo no tengo tiempo para ese tipo de cosas. 

- ¿Dónde está la manga pastelera? -comento, entrando en pánico. 

Abro y cierro cajones, cómo una maldita loca. Pero no puedo hacer nada; perder los estribos es algo normal en mí. 

-Cariño -dice de golpe mi madre, en un intento de calmarme-, no tenemos manga pastelera. 

Niego con la cabeza. La miro y digo de los nervios. 

-No me he despertado a las cinco y media de la mañana, para que me pase esto ahora mismo -me quejo, llevándome las manos a la cabeza-. En serio, hoy no... 

Escucho los pasos de mi madre, acercándose a mí. Nunca he sido así, pero cuando llega el momento y no tengo ni idea de que hacer, todo el estrés de los días me puede conmigo y entonces; lloro. Noto los brazos de madre rodearme, mientras me dice que todo estará bien. 

Pero se equivoca. 

-No -niego, secándome las lágrimas-, no puedo venirme abajo, justo hoy.  

-Bri... 

-Es nuestro día -consigo decir, entre hipos-, hoy me presentaré en casa de Mack a las 7:15, como cada día antes de ir a clase, -digo convencida- y llevaré conmigo el pastel de cumpleaños como hemos hecho todos los años. 

-Brianna, escúchame -pide mi madre. 

- ¡Voy a comprar una maldita manga pastelera! -exclamo de golpe- Sí, eso es exactamente lo que haré. 

-Son las cinco y media de la mañana -exclama mi madre. 

-Me da igual -grito, mientras corro escaleras arriba. 

Cuando llego al piso de arriba, puedo ver como la puerta de Cassie se abre lentamente. Mi hermana pequeña, me mira con una ceja arqueada, pero la ignoro. Corro hacia mi habitación, antes que el resto de mis hermanos salgan de sus respectivas habitaciones. Lo malo, de vivir con tres hermanos mayores, es que siempre están al acecho de todo lo que pueda pasar. 

Al abrir la puerta de mi habitación, tengo que reprimir un chillido. Lo primero que veo, es a mi hermano Axel y a su estúpido mellizo Izan, tumbados en mi cama riéndose de cualquier gilipollez. El primero que me ve, es Izan, quien le da un codazo a Axel para que se incorpore, los hoyuelos diabólicos de Izan hacen acto de presencia, en el mismo momento que yo cierro lentamente la puerta de mi habitación. 

- ¿Qué hacéis aquí? -inquiero, malhumorada. 

-Teníamos curiosidad -dice Izan, tranquilamente-, ¿Qué podría ser tan importante como para que nuestra querida hermana esté despierta a estas horas de la mañana? 

Tenso la mandíbula. 

-Dejarme en paz -espeto, pasando de largo. 

-Vamos Bri -esta vez es Axel-, ¿Por qué eres tan dura con nosotros? 

Voy a contestar. 

Pero no me da tiempo, porque cuando me doy cuenta, Hugo, está saliendo del baño... Espera, rebobina. ¿Qué coño hacia él, en mi baño? Me cruzo de brazos, pero se me cae el alma a los pies, cuando lo escucho decir en tono jovial: 

-Querido diario -lee-, mañana será un día especial. 

«No, no, no» 

-Mañana será el cumpleaños número 19 de Mack -continúa-, y será el momento perfecto para poder decirle que estoy por él, desde cuarto de primaria... 

¿Qué estaba diciendo? Eso mismo, se me cae el alma a los pies. Los ojos color ámbar de Hugo hacen contacto conmigo, justo ahora, en el momento en el que me quiero meter debajo de la cama y no salir nunca. Mantiene en sus manos, el diario que, por desgracia, no he guardado bajo llave. Lo veo sonreír. Y entonces exploto. 

No me puedo creer, que yo, Brianna Morgan, tenga la fuerza de voluntad para hacer lo que estoy a punto de contarte. 

Porque cuando me doy cuenta, le estoy estampando el puño en su estúpida cara. ¿Me quedo a ver qué ocurre después de eso? No gracias. 

Porque, rápidamente salgo por piernas. 

Pero es que, lo último que esperaba ver era como la cruda realidad me golpeaba en la cara, y es que lo último que quería ahora, es ver a Mack Shelley, en la puerta de mi habitación a nada más que a las 6 de la mañana. 




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