Primera y última vez que me mudo de casa. Todo el cuerpo me dolía sin mencionar que la cabeza me iba a estallar. Mi madre y hermana se dedicaron a la tarea de arreglar los detalles. No les discutí absolutamente nada, no estaba para decirles que era mi apartamento, no de ellas. Las paredes eran blancas con cuadros de marco negro pegados a las paredes sin ningún relieve. El sistema de sonido y luces conectadas a mi dispositivo móvil, de igual modo, en la seguridad en chapas y ventanas.
La sala la habíamos convertido en una sala de realidad virtual para mis videojuegos y mis dispositivos de entrenamiento. Al menos podía ejercitarme desde la sala de mi casa cuando no podía ir a las pistas. Malditas lesiones que me interrumpen mi vida.
Mi habitación era mi santuario de comodidad. La cama con edredón blanco, el sistema que se conectaba a las paredes para crear un ambiente como de estrellas en el cielo. ¡Era genial! Louis me lo regaló en junio para mi cumpleaños y no dejé de traerlo a esta casa. Incluso, podías colocar sonidos característicos de paisajes naturales, de selva, con su fauna, o de riachuelos y cascadas para ayudarte a dormir. En mi caso era totalmente funcional por mis problemas de sueño.
Mañana tenía una pequeña carrera y necesitaba guardar mis energías de la mejor manera. Era de carreras cortas de motocross de un día, la Bai Whole que se efectuaba cada tres meses. Solo por ser una carrera sencilla, me animé a competir. Estaba fuera de la jugada por tanto tiempo en cama y aún tenía ciertos dolores de rodilla cuando me esforzaba mucho.
Cerré los ojos después de poner música ambiental de meditación para entrar con mi conexión espiritual interna, encontrar mi paz y prepararme mentalmente. Tenía que ganar y demostrar que, a pesar de este par de meses inactivo, aún soy el mejor. Tenía enemigos en la pista que necesitaban un recordatorio.
Debí quedarme dormido porque a las cuatro de la mañana que sonó mi despertador aún estaba con la ropa de ayer. Suspiré colocando diez minutos más en la alarma, típico de cualquier ser humano: desear esos diez minutos más. Solo diez más.
Me levanté con pesadez y mucha hambre, me dormí sin cenar y obviamente mi estómago parece león enjaulado. Tomé espinaca y una manzana, la corté en trozos pequeños, los puse en el extractor y preparé mi jugo verde con las proteínas energéticas que necesitaba para hoy. Preparé cuatro huevos revueltos con pan de rodaja y tres minúsculos pedazos de tocino. Había regresado al gym y eso quiere decir que la dieta es parte de la rutina diaria, excepto por los fines de semana, claro está.
Dejé los platos sucios en el lavaplatos y decidí revisar un poco las redes para ver qué se decía sobre mi regreso. Como era de esperarse, la multitud estaba emocionada al igual que yo. Me acerqué a la ventana sin camisa y tomé una selfie.
La subí, colocando en la descripción de la fotografía: «Buen día para regresar a la pista. Nos vemos en unas horas». Sabía que eso levantaría más el ánimo de las multitudes y, sobre todo, a mis enemigos de pista. No iba a demostrar que estaba un poco ahuevado por todo, pero ya era hora de regresar.
Tomé el teléfono y llamé a Charly, mi entrenador. Tenía que corroborar mi hora de llegada.
—¿Qué dice el campeón de campeones? —esa era una buena manera de contestar el teléfono, es una lástima que solo él lo haga.
—Listo para un título más. Mis patrocinadores están desesperados por mi regreso.
—Totalmente. ¿Estás seguro de que quieres que esta sea tu primera carrera?
Casi nunca corría estas carreras por ser cortas y no me gustaba quemarme como corredor. Evidentemente, mi entrenador aún tenía dudas de esto.
—¡Claro, coach!, estoy más que listo. Además, son carreras cortas.
—¿Dormiste bien? ¿Desayunaste bien? —Es parte de su trabajo asegurarse que todo esté normal conmigo.
—Tengo ya una semana en dieta y gimnasio intenso. Además, no dejé la fisioterapia en ningún momento. Así que sí, estoy listo.
—Está bien. Nos vemos a las nueve en la carpa de Boom Energy. Mandaré a traer tu motocicleta al taller, ya está revisada y con llantas nuevas. No llegues tarde.
—Claro, coach, nos vemos ahí.
Mi emoción se intensificó. Elevé mi mano con mi celular y di un golpe al aire. Extrañaba tanto esto, estar conectado con mi Race interno listo para patear culos era todo lo que necesitaba.
Mandé un mensaje al grupo de la familia avisando de mi carrera y colocando una nota muy larga explicando que estaba listo. El primero en contestar fue Louis, estaba de turno por lo que no me extrañaba que estuviera despierto a las seis de la mañana.
Louis M: Tú puedes, campeón.
Me pasé a una conversación privada para decirle buenos días como se debe sin que mis padres me saquen la madre por vulgar.
Rees H: Pedazo de popo humano. ¡Buenos días!
Louis M: Popo, tú. ¿Ya estás listo?
Rees H: Como es costumbre.
Louis M: Veo que hasta te levantaste temprano en extremo. Ya tenías unos meses de ser un haragán de primera.
Rees H: Ya era hora de regresar. ¿A qué hora termina tu turno?
Louis: Tarde. No dormí nada, estuvimos en emergencias y estuvo crítico.
Rees: Bueno, me cuentas si te veo mañana o me vas a ignorar como siempre.
Louis: Idiota, trabajo como imbécil y tu hermana me exige el poco tiempo que tengo, pero sí. Nos vemos estos días.
A la hora que llegamos a la pista mi corazón estaba acelerado como la mierda. Tenía tanto de no sentirme de esta manera. Los gritos, las chicas de tetas grandes y miniblusas caminando por todo el lugar importándoles poco el polvo que ocasionaban las llantas al dar vueltas en la pista de tierra. Cerré los ojos unos segundos escuchando el rugir del motor de numerosas motocicletas al mismo tiempo. No había mejor sonido que ese.
—No puedes perder, Race —me susurró mi entrenador provocando que abriera los ojos.