James miró a su alrededor para ver si encontraba cámaras ocultas, porque eso tenía que ser una broma. Sí, seguro que estaba siendo grabado sin saberlo y en unos días acabaría apareciendo por la tele en uno de esos programas, porque no podía ser cierto todo lo que le estaban contando. ¿Viaje en el tiempo? ¿El mago Merlín de las pelis? «Estos están como dos cencerros».
—¿En qué piensas, muchacho?
James miró a Odar y sonrió, aunque la sonrisa no le llegó a los ojos.
—Pues verá… —dijo apoyando la espalda en el sofá—, estaba pensando en quién de los dos sería la reencarnación de Cleopatra. Y creo que en este caso sería usted, señor, más que nada por la diferencia de edad y… y su nieta —señaló a Tania con la cabeza— o lo que sea, la verdad es que no me importa, sería la de Juana de Arco, ¿no? —James se carcajeó y negó varias veces—. porque después de las payasadas que he escuchado, solo me faltaría que me dijeran eso.
—James, escúchame, por favor.
—¡No! ¡Se acabó! ¡No estoy dispuesto a escuchar más barbaridades! ¡Me largo de aquí a la de ya, y no intentéis detenerme! —gritó James después de incorporarse—. He escuchado todo lo que tenía que escuchar y no he abierto la boca. Pero esto ya es de locos, ¡maldita sea! ¿Dónde están las cámaras ocultas? ¿Dónde las habéis escondido?
Vio a Tania decirle que no a su pariente con la cabeza, y cuando James se fijó en la cara de Odar, como si no entendiera nada de lo que estaba hablando, dio media vuelta y se dirigió a la salida.
—Tú la mataste, James.
James se giró como un resorte y miró a Odar con los ojos muy abiertos. «Pero ¿qué dice este loco? Yo no he matado a nadie».
—No, no has matado a nadie, tú no, sino tu antepasado el vizconde de Norfolk. Él mato a Lisbeth porque ella se enamoró de ti.
—Un momento, un momento —James se pasó las manos por la cara y se apoyó en la pared—. ¿Cómo es posible que yo asesinara a Lisbeth si ella estaba enamorada de mí? Eso no es motivo para asesinar a alguien.
—Sí que lo es, cuando descubres que tu prometida ama a otro hombre y que vas a perderla a ella y a toda su dote.
—¡Pero si era yo! ¡Se iba a casar conmigo!
—No, James, veo que no me has entendido. Ella estaba prometida a tu antepasado, sí, pero no lo amaba. Era un matrimonio de conveniencia, matrimonio que pactó su padre el duque de Northumberland. Con permiso del rey, claro está. En esa época si pertenecías a la nobleza, el rey tenía que dar su consentimiento si querías enlazar dos casas.
James se encogió de hombros porque no tenía ni idea de esas estúpidas reglas y esperó a que el viejo siguiera con su perorata.
—La cosa, James, es que esto que te pedimos que hagas, no es la primera vez que se ha hecho. La primera vez fue hace ciento cincuenta años. ¿Y qué salió mal? Pues que tu antepasado era un simple comerciante que no tenía ni idea de pelear con espada, ni con ningún tipo de arma. Por lo tanto, falló en la misión que le encomendé y murió a manos del vizconde. Sí, en todas los intentos que hemos hecho, Lisbeth acababa enamorada de tu antepasado, de los dos que mandamos. ¿Y el segundo? Pues fácil. Era un simple farmacéutico de principios del siglo XX y pasó tres cuartos de lo mismo. También fue asesinado a manos del vizconde. Pero ahora… ahora eres policía, eres un hombre fuerte, estás entrenado, sabes pelear. Eres un guerrero de este siglo, James, y tengo el presentimiento de que la cosa puede salir bien.
—¿Y tengo que asesinar a mi antepasado? Entonces, si él muere, yo dejaré de existir. Ya sabemos todos que eso es lo que pasará, lo vi en una película.
—No. No has de matarlo, James. Has de evitar el asesinato de Lisbeth, solo eso. De tu antepasado ya me ocuparé yo, no te preocupes. En cuanto detengas al vizconde, yo estaré ahí. Antes no podré intervenir, me está totalmente prohibido, pero en cuanto sepa que has tenido éxito en la misión, estaré a tu lado.
—Entonces… entonces todo esto es en serio. ¿Realmente tengo que viajar al pasado? Y digo yo… ¿qué pasará si me niego? —preguntó cruzando los brazos. Frunció el ceño y esperó a que alguno de esos dos contestara. La verdad es que si hubiera llegado a saber que esto es lo que le depararía este día, no se hubiera levantado de la cama bajo ningún concepto.
Odar y Tania se miraron y James sacó su arma de la pistolera que llevaba debajo de su chaqueta de cuero.
—Pues bien —soltó y puso su peor cara al ver que esos dos no le decían nada— hagámoslo, llévame allí. En cuanto lo vea le pegaré un tiro en las piernas y listo. Sino camina, no podrá cometer ningún asesinato, ¿no crees? Además, tengo muy buena puntería y sé que no fallaré.
—Lamentablemente, no puedes llevarte a esa época nada que pertenezca a esta. Y menos un arma de fuego. No puede quedar nada en el siglo XIV, ninguna evidencia o prueba de este tiempo. Cuando regreses, tiene que ser como si hubiera pasado por ahí un fantasma, James. Tendrás que estar oculto, no te pueden ver, no puedes hablar con nadie, tendrás que espabilarte para entrar en el castillo la noche del asesinato de Lisbeth y evitarlo. Piensa que no sabes manejar una espada, no sabes el vocabulario ni las expresiones que se manejaban en esa época. No puedes aparecer ahí y decir, ¡eh, tío! ¿Cómo lo llevas? ¡Estoy flipando en colores! Ni nada por el estilo, —replicó Odar moviendo sus manos de forma acelerada—. Solo te digo que acabarías mal, muy mal, James. Así que, te pondrás unas ropas que tengo preparadas en mi recámara y luego haré lo que tengo que hacer para que la misión sea exitosa.